34 - Anya Holloway

1.8K 206 4
                                    

La vuelta en coche se hace interminable.

Kai camina por delante, abre el portón de hierro del residencial y atravesamos los jardines rumbo a mi portal. Sería buena idea pararme a pensar en todo lo que he hecho desde que me fugué del baile, aun así prefiero centrarme en lo que haré a partir de mañana.

Todo me da mil vueltas, la resaca se está adelantando y temo que cualquier retortijón extraño en el estómago me haga perder la dignidad delante de Kai, que se ofrece a acompañarme hasta la puerta de mi piso, pero niego en silencio porque ya ha hecho suficiente por mí y tampoco sé cómo le habrá sentado que me apartase así antes. Espera con las manos en los bolsillos y la mirada cabizbaja a que yo abra la puerta del portal. Antes de marcharme, nuestros ojos se encuentran casi con torpeza.

—Gracias... por todo.

Niega en silencio.

—¿Estás mejor?

—Algo así —contesto forzándome a sonreír.

Debería cerrar la puerta, despedirme de una vez, pero me cuesta hacerlo porque no encuentro las palabras adecuadas. Se nos da mal hablar con normalidad. Tenerlo cerca es más fácil cuando nos limitamos a rebatirnos tonterías.

—Avisa a tus amigos para que sepan que estás bien.

—¿Te preocupas tanto por cualquier desconocida?

—No eres una desconocida —replica con rapidez y su mirada se torna indescifrable—. Eres Anya Holloway.

Su voz pronunciando mi nombre me eriza la piel. Lo he tenido suspirándome al oído y ahora... De pronto, los mofletes me arden y me veo obligada a evitar el contacto visual.

—Eres mi vecina, no quiero noticias trágicas por aquí —aclara sacando una mano del bolsillo para revolverme el cabello—. Espero que puedas ordenar esta cabecita.

—Gracias.

—Descansa, mocosa.

Esboza una condenada sonrisa que me acelera el corazón, que activa mi piloto automático de huida.

—Tú también.

Dicho eso, no miro atrás. La puerta se cierra con un sonido metálico y subo las escaleras para ahorrarme la incomodidad de esperar al ascensor. El corazón me late deprisa. Si me lo propongo, aún noto sus labios recorriéndome el cuello y sus dedos dándome placer. ¿Qué has hecho, Anya? Se me ponen los vellos de punta al recordar la voz seductora de Kai diciéndome a centímetros de mi boca «me sorprende la trampa a la que me has arrastrado, Anya Holloway». ¿Trampa? Zarandeo la cabeza para sacármelo de la mente. Lo que menos me interesa es agregar puntos a la lista de problemas por resolver.

Quedó pactado: «esto nunca ha ocurrido».

Alcanzo mi piso asfixiada por haber acelerado el ritmo, entro en casa y corro al baño. Necesito ducharme, necesito deshacerme de este olor que me confunde. Porque huelo a él, a cítricos y a tabaco. Me desnudo dejando el vestido, los tacones y los pocos accesorios por el suelo. Abro el grifo de la ducha y me siento bajo el chorro de agua fría con la esperanza de que me enfríe la cabeza también. Las imágenes de Asher siguen doliendo, pero de una forma distinta, se entremezclan con las que he vivido con Kai.

No entiendo lo «blanco y negro» que me siento.

©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora