Después de varios minutos haciendo el ridículo con pasos poco sincronizados, el animador exclama:
—Los pequeños a lomos de los mayores. —Asher me fulmina con la mirada por haberlo arrastrado a esto, aunque sin borrar la sonrisa de sus labios—. ¡A los hombros! ¡Venga, todos!
Bucea para colocar la cabeza entre mis piernas y alzarme por encima del agua sin pensárselo demasiado. Cuando dije que tenía una pésima coordinación, quería decir pésima coordinación y pésimo equilibro. Me veo obligada a enredar los dedos en su cabello castaño claro luchando conmigo misma por aguantar lo que dure este juego sobre sus hombros. Asher me aparta las manos de su cabeza y me entrelaza los dedos con los suyos para sostenerme con fuerza. Contemplo nuestras manos juntas. El contacto de nuestra piel húmeda y suave me electriza por dentro. Estoy... ¿excitada? Observo su cabellera despeinada entre mis piernas y aprieto los dedos de Asher para contenerme. Ahora lucho conmigo misma por sobrevivir a este juego sin perder el control de lo que sea que me está pasando desde aquella noche.
—¡Quiero ver cómo los hombres hacéis sentadillas con cada silbato! —grita el animador, eufórico, y agrega con voz infantil para los más pequeños—: ¡El padre que primero se rinda deberá venir aquí y superar un reto!
La gente, o debería decir los que están aupados, ríe disfrutando del espectáculo. Me preparo para ver sufrir a Asher con las sentadillas, una especie de castigo divino por ser un capullo. Gira levemente la cara y me observa de soslayo con un brillo pícaro cruzándole la mirada. Alza la única comisura que le alcanzo a ver.
—¿Te da vergüenza ser el centro de atención? —me pregunta moviendo bien los labios para que pueda entenderlo por encima del ruido y la música.
Me acerco a su oído.
—Para nada —le respondo, nerviosa por las consecuencias que pueda tener confesarle que, en realidad, me da muchísima vergüenza.
Él se aferra al contacto de nuestras manos acaparando mi atención.
—Mentirosa —me dice con los mechones empapados cayéndole por la frente—. Quiero ver esos mofletes sonrojados, así que me arriesgaré.
Suenan los silbidos antes de que pueda suplicarle que haga lo posible por ser, al menos, el segundo en rendirse. Una sentadilla, dos y... Asher me suelta de repente al alzarse en la tercera sentadilla. Me desequilibro, pero no me caigo. Sin embargo, él levanta el brazo.
—Me rindo —espeta frente a todos.
Las miradas pasmadas de nuestros vecinos recaen en nosotros casi de una forma aplastante, aunque algunos parecen suspirar de alivio por ahorrarse las siguientes sentadillas, mientras el monitor nos anima a que nos acerquemos a él para superar el supuesto reto-castigo por haber perdido. Esta vez es Asher quien me sujeta la muñeca después de bajarme de sus hombros y me arrastra al inicio de la piscina, frente al resto, caminando por delante de mí. Lo maldigo por tener tantos lunares en la espalda, porque eso me encanta, y hace que no pueda apartar la vista de cada centímetro de su piel.
Nos colocamos uno a cada lado del animador al estilo Katniss y Peeta, con la diferencia de que yo no me he presentado voluntaria a nada de esto. Bueno, quizá sí a unirme al baile acuático, pero nada más, maldita sea.
—Esta parejita ha sido la primera en rendirse —grita el animador, que enseguida nos analiza algo consternado porque ni Asher es un padre ni yo soy una cría de diez años—. El reto será el siguiente: duelo de risas. Es decir, quien primero se ría, pierde.
Y los niños en la primera fila hacen un coro de asombro como si nunca hubiesen visto nada igual. Se les enciende la mirada y unos pocos aplauden entusiasmados por el reto en cuestión. Lo que para ellos es algo épico, para mí ha sido cada clase aburrida en el instituto junto a Vero. Porque nos picábamos para ver quién aguantaba más y siempre perdía yo.
Asher me descoloca al ponerse frente a mí a un metro de distancia. Fuera del agua puedo ver mejor su torso definido. Los abdominales se le marcan cuando suelta el aire y aprieta el estómago. Respiro profundo, el silbato suena. Empieza el juego.
Ambos clavamos nuestras pupilas en las del otro. Se hace incómodo al principio, muy incómodo, pero corren los segundos y voy memorizando su mirada. También siento que el resto del mundo comienza a desaparecer, como si solo existiésemos nosotros dos. El corazón me palpita rápido. Me pregunto qué pensará él de mí, de mis ojos, y enseguida zarandeo la cabeza para despojarme de estos pensamientos. Entonces, desvío la atención a sus labios. Me gustaría probarlos de la misma manera que probé los de Kai. Trago saliva. Asher frunce el ceño, extrañado por mi reacción.
Soy, en definitiva, idiota.
Si quería ver mis mofletes sonrojados, lo ha conseguido. Pasa de mirarme serio a examinar la piel de mis mejillas y muestra sus dientes en una sonrisa amplia que le hace perder. El animador silba y nuestros espectadores vitorean mientras los niños hacen soniditos o dan palmaditas con sus minúsculas manos.
—¡Gana la señorita! —me felicita el hombre. Al instante, añade al estilo militar—: Bien, todos a sus puestos. ¡Siguiente juego!
Ni en sueños.
Camino por el borde la piscina localizando mi tumbona a toda prisa. La recojo, pero en lugar de cubrirme con ella, la cuelgo de mi brazo.
—Al final estamos en otro parque de atracciones —comenta Asher, que me ha seguido hasta aquí y se echa todo el cabello húmedo hacia atrás.
—La desgracia me persigue —escupo aún avergonzada.
—Dramática —ríe con la vista fija en mi toalla—. ¿Te vas?
—Venía a relajarme y mira cómo he acabado.
—Bailando, obligándome a hacer sentadillas contigo encima, jugando a aguantar la risa... —enumera levantando dedo por dedo.
—Exacto, nada relajante.
—Pasárselo bien es relajante —me contradice.
Sí, puede serlo, pero no con él al lado. Agarro fuerte la toalla y miro la salida buscando en mi cabeza cómo decirle que se aparte para poder marcharme, aunque preferiría seguir con él en busca de defectos que tengo la sensación de que no encontraré.
—Vamos a merendar —me propone rápido— el helado que te debo.
Tuerzo la boca. ¿Ahora? ¿Dónde?
—Conozco un sitio nuevo por la zona —habla, como si leyese mis pensamientos—. A dos paradas en tren.
Me cuesta rechazarlo después de que haya pillado mi primera mentira. Y porque, en el fondo, estoy deseando desperdiciar mi tiempo haciendo cualquier tontería con él a pesar de lo que ocurrió en el baile, para qué mentirme a mí misma. Así que termino asintiendo en silencio y vamos hacia la salida, lejos de la fiesta en la piscina y de los bailes. Contemplo su espalda ancha, su altura, la nuca alborotada por el agua, y mi interior me pide a gritos que me centre en «lo malo» de él para evitar empeorar las cosas. Mis cosas.
Pero no, Anya Holloway, no hay vuelta atrás.
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©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)
Romansa🧡FINALISTA WATTYS2023🧡 Anya Holloway ha estado enamorada de Asher en secreto durante más de un año. Sin embargo, cuando empiezan a correr los rumores de que Asher ha roto la relación con su famosa novia, la mejor amiga de Anya organiza una quedada...