25 - Anya Holloway

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—Llegó el momento —me dice Vero al oído porque me ha pillado buscando a Asher entre la multitud—. ¿Estás preparada?

—Nunca —contesto escueta.

Prefiero no pensarlo, estoy acojonada de repente.

El interior del gimnasio ha dado paso a una gran discoteca a oscuras, iluminada por los focos de distintos colores que han instalado y que parpadean recorriendo cada rincón de este lugar. En los laterales hay mesas con tapetes blancos entre las que los encargados de la fiesta han repartido distintos aperitivos. En la entrada, tras una barra improvisada, preparan bebidas de todo tipo en vasos rojos de cartón. También hay guirnaldas colgando del techo y un DJ al fondo que va mezclando las canciones a su gusto o a petición de los estudiantes. Nos desplazamos hasta una esquina de la sala, donde hemos visto la cabellera rizada de Sammy dando brincos mientras él nos gritaba animado que nos acercásemos. Está con varios de su clase. La misma clase de Asher, pienso sintiendo el tambor de los latidos en la garganta.

Los tres nos damos un intenso abrazo, nos pellizcamos entre bromas y alardeamos de nuestras vestimentas. Sammy se ha puesto un traje de chaqueta de un azul satinado que le sienta fenomenal. Cualquiera diría que parece un presentador de televisión. Le comento mi ocurrencia a Vero y nos reímos porque me susurra que opina lo mismo.

—¿Habéis visto lo guapas que están mis chicas? —presume Sammy pasándole el brazo a Vero por el hombro.

—Qué lástima que tengas novio, Verona —la piropea uno de ellos.

—Además, por ambos bandos —bromea ella enseñando nuestros brazos aferrados, más por mi miedo a tropezarme con tacones que por otra cosa.

—Tu novia también me sirve —expone con picardía y se me escapa una mueca de asco.

—Por encima de mi cadáver —salta Sammy—. Céntrate en otras, Anya es intocable.

—Y por encima del mío, tú sabrás lo que intentas y a lo que te enfrentas —se burla Vero, aunque sé que la realidad es que podría partirle la cara si ese tío se sobrepasa con los comentarios.

—Así que ella es la princesita del grupo —apunta una de las chicas jugueteando con sus trenzas vikingas—. En ese caso, te ofreceré mi hacha.

Mientras siguen con sus bromas y cuentan qué viajes tienen pensado hacer este verano, mi mirada se pasea por la fiesta en busca de lo único me interesa. No hay rastro de él por ningún lado. Conociéndolo... espero que no se haya rajado.

—Hablando de novios —canturrea la chica y señala la puerta a nuestras espaldas—. Ahí está Jeff.

Mi amiga ladea el rostro con la sutileza que me falta a mí. Mis ojos ignoran a Jeff para clavarse en la figura de quien atraviesa el marco de la puerta tras de él. Todo en mí se enciende. Todo lo ajeno a Asher Harper desaparece. Las comisuras se me extienden de una forma ridícula y noto que me tiemblan las piernas. Como en los pasillos día tras día, el aura enigmática que lo envuelve acapara la atención de los presentes cuando entra en escena, trajeado de negro y esbelto, con el cabello café apenas peinado para la ocasión, las manos en los bolsillos y...

El corazón se me para en seco.

Y Rose Fletcher rodeándole el brazo con los suyos.

Parecen de otro mundo cuando están juntos. Se oyen murmullos molestos y solo puedo pensar en que ahora quiero desaparecer yo. Rose contonea las caderas al caminar con unos tacones más altos que los míos y un vestido de tirantes y plumas blancas ajustado a su cuerpo perfecto. Parecen ambos modelos y lo peor es que se ven como la pareja perfecta. Siento una mezcla de desconsuelo y rabia, y entiendo tan poco lo que ha ocurrido en las últimas semanas que necesito ir a echarme una copa para no entrar en pánico. Vero no me retiene, de hecho, creo que sabe a la perfección lo que he visto y que esta vez es mejor dejarme sola. Lo prefiero, me sentiría fatal si termino arruinándole el baile por mis cosas. Tampoco pienso llorar, me ha costado mucho esfuerzo verme perfecta para esta noche, aunque sé que, si me enfrentara a un espejo en este momento, me destruiría a mí misma comparándome con la muñequita Fletcher.

Sacudo la cabeza en silencio mientras avanzo hacia la barra soportando los empujones de los que a estas horas ya empiezan a estar ebrios. Apoyo los codos en el metal pegajoso y me pido un chupito de tequila. Luego, aprovecho la ausencia de Vero para pedir un daiquiri de fresa con doble de vodka porque, de estar aquí, me habría caído un pellizco en las costillas como mínimo por beber tan rápido y más de la cuenta. Pero lo necesito.

¿Cómo he podido ser tan ilusa?

Necesito evadirme de mis pensamientos, aborto la misión de confesarme y, para colmo, sé que estaré viendo a Asher y a Rose por todas partes juntos. Cierro los ojos, respiro hondo y me ajusto el escote del vestido antes coger el daiquiri y ponerme de espaldas a la barra con la pajita entre los labios.

—Menuda mierda —musito y doy un sorbo que me congela los sesos, como yo quería—. Menuda mierda de amor.

El estómago me ruge hambriento, así que me acerco a la mesa de mi izquierda para coger una empanada con atún y tomate. Doy un mordisco sin importarme las maneras, me lleno los mofletes de comida y frunzo las cejas rabiosa contemplando lo bien que se lo pasa el resto de la gente que no se llama Anya Holloway. Me veo en la tesitura de abrir los ojos, mirar hacia arriba y parpadear muchas veces para espantar las lágrimas. Muerdo y trago sin apenas masticar. Entonces, mi estupidez me lleva a toser sin cesar porque me estoy asfixiando con la empanada encajada en la garganta.

Me siento patética.

Marco, que estaba detrás de mí pidiéndose una copa, me sobresalta cuando pone su mano helada en mi espalda. Me sonríe y juraría que, a pesar de intentar imitar su gesto, no lo he conseguido, porque entorna los ojos como si algo estuviese mal en mí. Desvía la vista a mis pies y la vuelve a detener en mi rostro desencajado.

—¿Estás bien? ¿Cómo sigues del pie?

—Respiro, así que supongo que estoy bien —respondo y remuevo el fondo del vaso con la pajita. Necesito que se vaya, no quiero tener que aparentar una felicidad inexistente—. Voy a pedirme otro, estaba riquísimo.

Le sonrío con los labios, aunque supongo que mi mirada está fuera de sí, y espero que eso baste para que siga con la fiesta sin darme demasiada importancia. Ni siquiera sé qué expresión me dedica cuando se despide para volver con los de nuestra clase. Doy pasos cortos haciendo oídos sordos a la canción que todo el mundo ha empezado a bailar con entusiasmo y me dejo caer en la barra de nuevo con la cabeza entre las manos. Mi mente se encarga de repetirme que estoy bloqueada, que soy un estorbo y que esta noche va a ser muy dolorosa si sigo en la fiesta hasta que acabe.

Entonces, me inunda un olor a menta inconfundible. Como sus labios o su lengua al enredarse con la mía. Abro los ojos espantada, bajo las manos y subo la vista para toparme con Asher, que está a centímetros de mí masticando lo único que podría adivinar sin preguntarle ni mirar. No se sorprende al verme porque ha venido aquí a propósito. ¿Verdad? Las luces de los focos parecen atravesar la claridad de sus ojos cuando se apoya en la barra y descansa la barbilla en su mano para observarme de lado. Por acto reflejo, retrocedo un paso como si hubiese visto a un fantasma. Su breve sonrisa al contemplarme me desmorona el corazón. Lo que daría por besarlo otra vez. Aparto la cara.

—Estás muy guapa —me dice con una tranquilidad envidiable.

—Gracias.

Auxilio, auxilio, auxilio.

—¿Qué vas a pedir?

Ni en siete vidas podría sacar fuerzas para entablar una conversación con él viendo cómo Rose Fletcher se acerca a nosotros por detrás. Niego con la cabeza, dejo el vaso vacío en la barra y me marcho sin saber a dónde ir. Sería incapaz de soportar una escenita romántica entre ambos. El DJ al fondo de la sala sube el volumen de la música sujetándose unos cascos fluorescentes y agitando un brazo para animar al resto. Los focos me deslumbran, el mareo del alcohol me ha empezado a acechar antes de que me haya dado cuenta y los empujones de la multitud me hacen sentir atropellada por la corriente.

Aunque no quiero hacerlo, me giro y me siento rota al ver a Rose enganchada al brazo de Asher tan acaramelada como si fuese el primer día de la relación.

Rota de saber que jamás podré ser ella.

©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora