Capitulo cinco: un intruso en la ducha

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Había sido un día abrumador. Llegar nueva a la universidad, enterarme de que habían confundido mi petición de residencia femenina y me habían dado plaza en la masculina, el rebomborio causado con Stacy Parks, las notitas juguetonas de Jack en clase del señor Brook y la posterior detención con el director Hall habían convertido mi dia en un completo tormento. Sin embargo, ni siquiera todos aquellos sucesos juntos eran peores de lo que me esperaba ahora.

Porque sí, querido lector. Ahora era el momento que nadie -aunque Jack seguro que disfrutaría con esto- estaba esperando.

Ahora es cuando entraría en mi habitación para pasar la primera noche en la universidad con dos tíos durmiendo a mi lado.

Sospese las probabilidades de que muriera asesinada esa noche. Tampoco me parecería muy raro: visto lo visto, William podría ser perfectamente un sicario -eso explicaría su aura taciturna y por qué imponía al mismísimo director Hall- y Jack podría ser, bueno, simplemente Jack. Lo cual ya era motivo suficiente para que todas mis alarmas se dispararan. ¿El motivo? Bueno, yo podía tener la norma de que no me liaba con gilipollas, pero no era de piedra: mi autocontrol tenía un limite.

Jack Taylor estaba como un queso.

Y lo peor de todo es que él lo sabía.

-¿Se puede saber qué te ha hecho la pared para que estés mirándola de ese modo?

Me sobresalté. Al girar la cabeza, encontré a un indiferente William juzgándome con la mirada. Iba vestido con la camisa del uniforme desabrochada, su pelo estaba revuelto y sus ojos lucían cansados. Llevaba un libro en mano el cual no alcancé a ver el título.

Me di cuenta de que mi situación podía llegar a parecer algo extraña. Bueno, muy extraña. Había estado por lo menos durante cinco largos minutos observando la puerta de nuestra habitación, decidiendo si entraba o no. Y de mientras mi cabeza estaba sopesando qué era mejor hacer -si entrar, afrontarse a mis miedos o pillar el primer vuelo hacia Madrid y huir-, William, siempre tan oportuno, había aparecido y me había visto. Y yo había quedado como una maldita loca de las puertas.

-Estaba preguntándome qué es lo que habré hecho mal yo en mi otra vida para tener que compartir habitación con vosotros.

-¿Y decides preguntárselo a una puerta?

-De momento, da mejor tema de conversación que tu.

William alzó una ceja. Sus ojos relucieron con diversión.

-¿Normalmente hablas con las puertas?

-¿Siempre respondes con una pregunta o es una especie de requisito en tu papel de tío misterioso y cool?

Una pizca de algo que no supe identificar brilló en los ojos de él... pero desapareció tan rápido como había aparecido.

-¿Te parezco misterioso y cool?

Inspiré con frustración y negué con la cabeza. William me echó a un lado y abrió la puerta con su tarjeta. Al pasar por mi lado, me embriagó todo su olor: olía a una mezcla entre menta y aquella olor tan característica que hace el bosque después de la lluvia. Olía a misterio y a limpio... era una mezcla que producía ganas de empaparse de todo él.

-¿Por qué están las camas vacías? -pregunté, sin entender nada.

Aquella mañana, cuando me había presentado por primera vez, la cama de William -que era la de encima la litera- tenía un montón de libros encima de las sábanas, y la de Jack -la de abajo a la derecha- estaba hecha jirones en un maldito descontrol que no se diferenciaba de dónde empezaban las sábanas y donde acababan. Así que yo había supuesto que la mía era la de abajo a la izquierda, al lado de la ventana.

An Endless Summer Love | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora