No podía dormir. Después de media hora con los ojos cerrados, dando vueltas encima de la cama y haciendo mi mejor esfuerzo para conciliar el sueño –incluso me había puesto un vídeo de relajación en YouTube, que de nada me había servido–, había aceptado que, como muchas otras noches, sufría de insomnio.
Además, la sed me estaba matando. Sentía el cuerpo acalorado después del encuentro con William, y odié aquella sensación que siempre dejaba el inglés en mi cuerpo, como si me quemara por dentro.
Finalmente, me rendí a la idea de que pasaría otra noche en vela y decidí calmar mi sed. Me levanté de la cama con cuidado, tratando de no hacer ruido para no despertar a William, que dormía en la habitación de al lado.
Caminé hasta la cocina en la penumbra, guiada por la tenue luz que se filtraba por las cortinas. Abrí la nevera y saqué un vaso de agua fría. Con suerte, el líquido frío apaciguaría el fuego que ardía en mis venas.
Bebí agua e inspiré y expiré con lentitud. Mis pulsaciones se calmaron y se ralentizaron un poco. Al cerrar la nevera, un escalofrío me recorrió la espalda al escuchar una voz a mi lado. Un grito sofocado se me escapó de los labios al encontrarme cara a cara con William en la penumbra de la cocina.
–Buenas noches –dijo, con su típica sonrisa ladeada.
–¡Dios mío! —exclamé, llevándome la mano al pecho mientras intentaba controlar mi corazón. Todo el esfuerzo para calmarlo, y ahora aparecía ese maldito inglés y volvía a ponerme el corazón patas arriba.
Abrí mucho los ojos cuando lo vi. William, solo vestido con unos calzoncillos, me miraba con una sonrisa juguetona. Su cuerpo se veía esculpido y atlético. A pesar de mis esfuerzos, no podía apartar la mirada. Traté de recordarme a sí misma que debía mantener la distancia y no dejarme llevar por sus encantos.
–¿Se puede saber qué haces? –exclamé, avergonzada–. ¡Haz el favor de taparte, cerdo!
Me dedicó una mirada de aburrimiento.
–He venido a arrasar la nevera, igual que tu.
–Eso no explica por qué diablos tienes que pasearte por la casa en ropa interior.
Él alzó una ceja, divertido.
–No me molesta que me veas así. Después de todo, estamos en la misma casa, ¿no?
Sentí que las mejillas se me encendían y desvié la mirada hacia el suelo. No sabía cómo manejar la situación, y mi mente se encontraba en una lucha interna entre mantener la compostura y ceder ante la tentación de quedarme admirando su semi-desnudez como una pervertida.
–Podrías haberte puesto algo más que unos calzoncillos —dije con voz entrecortada, tratando de evitar mirarlo directamente.
–¿Te incomoda lo que ves?
–Me incomodas tu.
–Eso es porque te pongo nerviosa.
–Sí, exacto. Cuando te veo me pongo nerviosa porque me entran ganas inexplicables de matarte.
Él entornó los ojos y dijo, con ironía:
–Qué romántica eres.
–En serio, ¿no podrías taparte? –pregunté, con amargura–. No veo la necesidad de pasearte por la casa... así.
Definición de "así" = irremediablemente atractivo, demoledoramente sexy y terroríficamente tentador.
–Voy en calzoncillos. ¿Es que nunca has visto unos? –William se pasó la lengua por los labios–. Tu voto de castidad me sorprende cada día más.
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An Endless Summer Love | DISPONIBLE EN FÍSICO
RomanceCuando a Noah Vázquez, estudiante de último año de instituto, le comunican por carta que deberá pasar el verano en un instituto de Estados Unidos, nunca pensaba que su vida cambiaría por completo. La Academia Élite es un completo Infierno: llena de...