Capitulo veintiocho: una noche infernal

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Ana y yo nos bajamos del taxi, emocionadas por haber llegado a la famosa discoteca "Moon & Shine" que Jack nos había recomendado. El nombre del lugar estaba iluminado en un deslumbrante cartel de neón en la entrada, y iluminaba la inmensa cantidad de jóvenes que estaban haciendo cola para llegar a la taquilla.

Después de una larga espera en aquella cola interminable, finalmente logramos sacar nuestras entradas y entrar en la discoteca. La música atronadora y las luces brillantes nos envolvieron mientras Ana y yo, como de costumbre, buscábamos nuestro camino hacia la barra.

Norma número uno al ir a cualquier tipo de discoteca: lo primero que debes hacer es ir a la barra a pedir un cubata.

Mientras esperábamos para pedir nuestras bebidas, Ana me susurró al oído, señalando a un grupo de chicos guapísimos que nos miraban desde el otro lado de la pista de baile. Todos llevaban gorras y camisetas similares, probablemente jugadores de fútbol americano.

—Noah, ¿has visto a esos tíos? Mira cómo nos miran. Creo que hoy es nuestra noche de suerte.

Sonreí y asentí, observando a los tres chicos mientras se acercaban a la barra. Definitivamente, habían pillado las miradas para nada disimuladas que les había dirigido Ana, y ahora avanzaban hacia nosotros mientras lucían la mejor de sus sonrisas. Los tres eran jóvenes y atractivos, con una presencia que no pasaba desapercibida en la multitud.

De mientras, el camarero nos atendió y le pedimos dos ron colas. Con una rapidez sobrenatural, al cabo de tres segundos ya teníamos nuestra bebida... y diez dólares menos en la cuenta.

Después de coger nuestras respectivas bebidas y pagar lo que debíamos, sentimos una presencia a nuestras espaldas. Solo hizo falta que girara un poco la cabeza para encontrarme a aquellos tres chicos que tanto nos habían estado mirando desde la otra punta de la discoteca.

El rubio fue el primero en hablar.

—¡Hola! Soy John, y estos son mis amigos Mark y Steve –nos tendió la mano y sonrió agradablemente–. ¿Y vosotras?

Sonreí y les estreché la mano, impresionada por su actitud desenfadada y su amabilidad. Ana, a mi lado, lo miraba con una de sus mejores sonrisas seductoras.

—Mucho gusto, chicos. Soy Ana, y ella es Noah, mi mejor amiga.

Steve, el chico moreno con barba bien cuidada, se inclinó ligeramente hacia mí.

    –Vaya, no sois de aquí, ¿verdad? Se nota por el acento.

    Ana le contestó que éramos de España, y eso detonó la curiosidad en los tres chicos. Steve se giró hacia mí y me clavó sus ojos marrones en los míos.

    –¿Y por qué querrían dos chicas de España deambular en una discoteca como esta?

    –Queríamos probar algo nuevo. Ya sabes, las discotecas de Estados Unidos tienen fama de ser las segundas mejores del mundo.

    Steve ladeó la cabeza y sonrió amigablemente. Su sonrisa era contagiosa.

    –¿Y cuáles son las primeras?

    –Las de España –dijimos al unísono Ana y yo, y nos pusimos a reír. Vaya con el ron cola, cómo subía.

    John se acercó a Ana y le ronroneó al oído.

—Nosotros también estamos aquí para pasarlo bien. Hemos oído hablar mucho de este lugar y decidimos comprobar si todas las buenas críticas eran ciertas –Miró significativamente a mi mejor amiga–. Parece que hemos tenido suerte al encontrarnos con las chicas más guapas de todo el local.

An Endless Summer Love | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora