Capítulo nueve: código rojo

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Me desperté repentinamente en medio de la noche, sintiendo una extraña inquietud que se apoderaba de mí. Abrí los ojos lentamente, pero todo a mi alrededor estaba sumido en la oscuridad. Pude distinguir la silueta de Jack durmiendo plácidamente sin camiseta y roncando con la boca abierta. Pero la cama de William... estaba vacía. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando escuché un sonido sutil, como el tintineo de llaves chocando entre sí. ¿Quién podía estar moviéndose a estas horas de la madrugada?

A través de la penumbra, distinguí la silueta de William, quien parecía estar recogiendo un libro y una mochila. Mi curiosidad despertó al instante. ¿Hacia dónde se dirigía en medio de la noche?La oscuridad total que se filtraba por la ventana indicaba que debían tratarse de las tres o las cuatro de la madrugada.

Con cautela, William se acercó al sofá donde yo estaba dormida. Sin querer que me viera despierta, cerré los ojos, esperando que pasara de largo. No tenía ganas de lidiar con William en ese momento, ni de lidiar con sus comentarios punzantes. Estaba agotada y solo quería volver a dormir, nada de conversaciones increpantes con el capullo de mi compañero de habitación.

Sentí su mirada fija sobre mí y un bufido escapó de sus labios. ¿Qué demonios estaba pasando? Al cabo de unos segundos, sentí cómo William ponía una manta encima de mí para protegerme del frío de la noche. Luego, suavemente, sentí su mano en mi mejilla. Tuve que reprimir un escalofrío. Su piel era suave y su tacto tentativo.

-Eres todo un enigma, cariño -sentí que decía en un murmuro.

Pude sentir su aliento contra mi piel antes de que finalmente resoplara y se alejara. La puerta se cerró con un silencioso crujido.

Abrí los ojos. Mis pensamientos se agolparon en mi mente mientras observaba su silueta desvanecerse en la oscuridad. ¿A dónde iba en plena noche? ¿Por qué William nunca parecía querer dormir en la habitación? Y lo más importante de todo, ¿por qué se había preocupado lo suficiente como para cubrirme con una manta y acariciar mi mejilla si, supuestamente, me odiaba?

Estuve un par de minutos intentando encontrar respuesta a las preguntas, inútilmente. Mi cansancio era más fuerte que mi curiosidad. Me acomodé nuevamente en el sofá y, con la mente llena de interrogantes, me dejé arrastrar por el sueño una vez más.

El misterio que rodeaba los actos de William se mezclaba con la inquietud que había sentido momentos antes. ¿Qué secretos guardaba en las sombras de la noche? No podía evitar preguntarme qué podría llevarlo a salir de la habitación a esas horas intempestivas.

A medida que me adormecía, prometí a mí misma que descubriría la verdad. El misterio y la intriga se entrelazaron en mis sueños, prometiéndome que pronto descubriría la respuesta a todas mis preguntas.

-Noah.

Me desperté repentinamente con un susurro. Estiré el cuello y bostecé, abriendo los ojos lentamente. Me encontraba en el sofá y en una postura un tanto incómoda. ¿Cómo era posible que me hubiera quedado dormida con el cuello casi colgando del sofá?

Negué con la cabeza y me di la vuelta. Agarré el móvil y miré la hora: solo eran las diez de la mañana. De un sábado. Para mí, aquello era una señal de: "vete a dormir durante cuatro horas más". Así que seguí mi instinto, coloqué bien mi cabeza encima de la almohada y me acurruque.

Mi plan para dormir plácidamente el resto del día se vio totalmente fastidiado cuando volví a escuchar mi nombre.

-Noah.

Fruncí el ceño y me planteé mentalmente la posibilidad de tener un fantasma en la habitación. Incluso me planteé la posibilidad de que William hubiera hecho la ouija y hubiera invocado a un alma en pena para hacerme la vida imposible.

An Endless Summer Love | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora