Capitulo 40

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Jungkook volvió en sí farfullando, tosiendo, incapaz de ver nada durante un instante. Cuando se movió el dolor le recorrió la nuca y le recordó la explosión de dolor que lo había dejado sin sentido. Comprendió que me habían echado agua para reanimarlo cuando vio a Leroy junto a él de pie con un cubo vacío en la mano.

—¿Es así como te cobras las deudas? — gruñó Jungkook—. ¿Acercándote a hurtadillas por detrás de un hombre y... ?

—Te encontré tumbado, no te tumbe— soltó Leroy, que parecía algo ofendido.

—Perdona— mascullo Jungkook mientras se incorporaba y se frotaba la nuca.

—Ademas— añadió Leroy—. Antes solo bromeaba. Aquel día podrías haberme dejado tirado para que me pudriera, pero no lo hiciste. Supongo que estamos en paz.

—¿Viste quién me partió el revolver en la cabeza?

—No, pero yo que tú me dejaría de tanto palique y ensillaría. Hay huellas frescas de cuatro monturas, y uno de los caballos lleva a dos personas.

—Eso les reducirá velocidad.

—No creo— dijo Leroy, y se quitó algo entre los dientes—. He visto a tu amigo venir había acá poco antes que tú y ahora no está. Debe de pesar como una pluma.

Jungkook palideció, se puso de pie y se tragó un gemido mientras corría a buscar su cabello a la parte trasera de la cuadra. Agarró la primera silla que encontró. No era la suya.

—¿Quieres que te acompañe? —le preguntó Leroy.

—Si estás listo para cuando mi padre sepa que han secuestrado a Seokjin. ¿Viste en que dirección se fueron?

—Todavia no han intentado ocultar su rastro. Como se libraron con facilidad de ti, supongo que habrán pensado que tendrían un par de horas de ventaja sobre cualquiera que pudiera seguirlos.

Jungkook hizo una mueca al pensar con que facilidad lo habían tomado por sorpresa.

—¿Es así? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?— preguntó.

—Diria que cerca de una hora. Me imaginé que el chico y tu os estabais divirtiendo, así que no que no quise importunar demasiado pronto. Pero sentí curiosidad al ver que tardabais tento en volver a aparecer— contestó Leroy.

Jungkook deseo que Leroy hubiese sentido curiosidad antes, bueno, le hubiese gustado tenerla él también, porque así habría alcanzado a Seokjin antes de que llegara a la cuadra. No podía imaginar por qué se lo habrían llevado. Si hubiera sido un solo hombre, no habria tenido implicaciones nefandas, ¿pero cuatro? Que lo dejaran fuera de combate significaba que no querian que nadie lo supiera.

—¿Tienes un revolver extra? —preguntó Jungkook—. Los míos están en la casa y no quiero perder más tiempo aquí del que sea necesario.

—¿Bromeas?—rió Leroy y se abrió el abrigo de piel de oso.

Cabalgaban deprisa, pero también los hombres que estaban persiguiendo, así que no estaban acortando demasiado la distancia que los separaba. A medida que avanzaba el día a Jungkook se le fue formando un nudo en el estómago. Cuanto más tardarán en rescatar a Seokjin, más tiempo había para que le sucedieran cosas malas. Y después oscureció,  lo que todavía los demoraba más.

Leroy había querido acampar para pasar la noche y seguir el rastro por la mañana,  pero Jungkook no iba a detenerse hasta encontrar a Seokjin y saber que estaba bien. Era conciente de cometer una tontería, pues no podían seguir bien el rastro en la penumbra, Incluso podían terminar perdiendolo por completo. Pero habían llegado a campo abierto antes del anochecer, y esperaba que una hoguera delatara a los bandidos.

No fue así. Pero sí la luz de una ventana. El rastro les condujo directos hasta una granja situada en medio de la nada a kilómetros de cualquier pueblo. Aparte de la luz de la casa, el lugar parecía abandonado, con las puertas del granero rotas, un porche combado  y campos yermos. No era seguro que nadie viviera allí de forma permanente, pero si que su presa estaba ahí entonces.

Encontraron en el granero los cuatro caballos que habían seguido, desensillados  y atados a un palo cerca de un viejo almiar de heno. Dejaron los caballos allí para avanzar hacia la casa sin ser vistos. Guardaban silencio. Los dos sabían que hacer.

—Este sitio no esta abandonado— dijo Leroy en vos baja al ver otro caballo—. Alguien vive aquí.

En cuanto terminó de hablar, el almiar de heno empezó a moverse. Los dos hombres lo miraron solo un momento, pensaron que algún animal había encontrado cobijo debajo, aunque no sería salvaje porque los caballos, que estaban cerca, no se habían asustado. Se volvieron y empezaron a salir del granero. Un gemido apagado captó de nuevo la atención de Jungkook hacia el almiar, a tiempo de ver como una forma emergia del centro. La luz del granero era demasiado tenue para distinguir al principio que era, hasta que vio la cabellera dorada. Maldijo entre dientes.

—Parece que lo dejaron mientras iban a comer—observó Leroy en tono familiar—. ¿Por qué lo harían?

Jungkook corrió hacia Seokjin, que habia conseguido de debajo del heno.

—¿Estas bien? —susurró—. ¡Contéstame!

Pero Seokjin no podía responder porque aún no le había quitado la mordaza.

—Estoy bien— pudo decir por fin—. Creo.

—¿Cómo que crees? —preguntó Jungkook, que empezó a zarandearlo.

—No me noto las manos. Las he tenido atadas mucho rato.

Parte del nerviosismo de Jungkook desapareció. Le desató las manos y, luego  los pies. Era increíble que hubiera podido ponerse de rodillas para que supieran que estaba allí.

—¿Sabes quiénes son?— le preguntó Jungkook cuando por fin él estuvo de pie.

—Los hombres que asaltaron el tren en el viajé. Se enteraron de que había pintado el retrato de uno de ellos. Querian asegurarse de que no haría ningún otro —contestó.

—¿Pero no te hicieron daño?

—No, todavía no. Bilks quería. Creo que los demás también. Pero hablaron de cortarme la mano. —Se estremecio al decirlo.

—Y estás a salvo— afirmó Jungkook antes de abrazarlo un momento.

—Ya lo sé —dijo Seokjin con un suspiro.

—¿Por qué lo dejaron aquí? —intervino Leroy.

—El propietario de la granja no quería inquietar a su mujer con lo que acabarán haciendome. Decidieron esperar hasta que ella se acostara para tomar la decisión final y me escondieron aqui con la advertencia de que no hiciera ningún ruido.

—Te sacaré de aquí en cuanto haya matado a esos cabrones— dijo Jungkook —. Espera aquí.

—¡No!— Seokjin lo agarro y empezó a temblar—. No me dejes aquí solo. Permíteme que vaya contigo.

—No tardaré nada, Jin...

—¡No! No tienes idea de lo que he pasado al escuchar cómo esos hombres hablaban de matarme. Si no te quedas conmigo, me iré. ¡No voy a quedarme aquí solo ni un minuto más!

—Ya ha recuperado las agallas —Leroy rió por lo bajo—. Ya me encargo yo de esos bandidos. Llévalo a casa.

—Son cuatro, Leroy— le recordó Jungkook.

—Un juego de niños, —Leroy sonrió—. Tengo ganas de romper unas cuantas crismas—. ¿Crees que den recompensa por ellos?

—Es mas que probable. El ferrocarril suele ofrecer una recompensa por cualquiera que haya perturbado el recorrido de unos de sus trenes, para asi, disuadir a otros  de actividades semejantes en el futuro.

—Pues déjame a mí esos tipos. Asi me compensarías por los quinientos que me costaste.

—Son todos tuyos —concedió Jungkook con los ojos en blanco.

Un Hombre Para Mi (KookJin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora