A causa de la acción más ofensiva, que para 𝗜𝗺 𝗕𝗼𝗿𝗮 resultó siendo graciosa, solo fue la fuente para qué la intriga, y el deseo de pecar, se apoderara de ella.
Ni mucho menos para la pobre víctima, el famoso boxeador 𝗝𝗲𝗼𝗻 𝗝𝘂𝗻𝗴𝗸𝗼𝗼𝗸...
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Jeon Jungkook
Verla sonreír, era alegría para mí. Pero ver como sus ojos brillaban, hacía que me aferrara más a la idea del amor que conseguí.
Todas las cosas que hacía, era por y para ella, porque su andar, su hablar y su mirar, eran el motor que me motivó esa noche a levantarme y ganar el combate, que me dio la victoria.
Escuchar su grito en la discusión, me hizo perder el control y le respondí de la misma manera. Vaya que me arrepiento de muchas cosas. Tratar de comprender una historia que no es la tuya, en muchos casos es difícil. Yo solo quería olvidar todo, concentrarme por ahora en lo que importaba, nosotros, por qué desde que toqué sus labios por primera vez, me volví vulnerable, con ganas de ser amado en realidad.
Llegamos a la carpa, y esta se dedicó a indagar meticulosamente.
En estas villas, existen los clubs privados, que contaban con su respectiva casa, junto a una pequeña carpa u otra cosa. Por eso, cada propiedad, tenían una distancia respectiva, para la persona que quisiera alquilar y pasar un momento.
Por mi parte, indiqué que quería que fuese lo más romántico posible. Dejaron la cena lista en la mesa que había a un lado, mientras estaba lleno de flores, velas y esa cama a su costado, junto a frutas.
—Quedó hermoso.
Susurró, mientras esbozó la sonrisa que me hizo temblar. Im Bora, tan bonita que rompía todo dentro de mí. Su cabello lucía más rosa, igual que sus labios y mejillas, olía tan bien desde aquí, me iba a desmayar.
Esquivé avergonzado su mirada, viendo a las luces que daban un aura mágico, para luego la combinación de platos tradicionales, postres y cocteles que habían sobre la mesa.
Volví a respirar, cuándo se centró en ver a través de las cortinas el mar y la luna. Quité mi chaqueta y la dejé sobre una silla, tomando la fuerza necesaria para ir donde ella, quedando a su espalda, sintiendo su aroma. Traté de quitarle su chaqueta, y al darse cuenta, me ayudó. Al igual que la mía, la dejé sobre la otra silla, colocando un poco de música con uqn reproductor que nos dejaron.
—Nunca pensé que iba a vivir un momento como este.
Volví a quedar detrás de ella, sintiéndola tan cerca. Suspiré con fuerza, nervioso, por la calidez abrumante en la que había entrado mi cuerpo. Acaricié sus brazos, sintiendo que tenía escalofríos.
—Pero estando contigo, es tan especial.
Confesé. Hice que se girara, necesitaba ver su rostro.
Y es que, no dijimos nada, solo estábamos ahí, mirando nuestros ojos, deseando probarnos después de un tiempo, que la música nos hundiera más.
Tomé su rostro, entre mi mano, y empecé a besarla, porque la necesitaba, porque si no lo hacía, sufriría un ataque en el corazón. Tan suaves, naturales, los conocía, los amaba. Guíe a mi alma a estar en paz, porque la fragancia que su cuerpo tenía, alimentaba más el placer que desbordaba la situación.