Algunos dicen que el trayecto hace al héroe. Uno creería que después de haber cruzado una travesía que involucró una siesta de 100 años, un viaje en búsqueda de la recuperación de unas memorias perdidas, enfrentamientos victoriosos contra bestias divinas y mil y un enemigos de todas fuerzas y tamaños derrotados, uno estaría listo para ser coronado con un título como ese. Uno sería digno de ser nombrado «el héroe elegido», de ser reconocido allá a donde fuera.
Pero Link, el héroe elegido, no creía que pudiera sentirse como tal sino hasta completar aquella tarea para la que, precisamente, había sido elegido; esa para la que había nacido: vencer a Ganon, la encarnación del mal. Traer de vuelta la paz perpetua a Hyrule.
Luego de un viaje largo, reflexivo, casi aplazado, el joven héroe estaba finalmente en la entrada de los Bosques Perdidos, donde encontraría la Espada Maestra; antigua compañera suya, reliquia conferida a los héroes de antaño.
—La necesitas para poder vencer a Ganon de una vez por todas —Le había recordado Impa, la anciana líder de los Sheikah. Una tribu ancestral que estaba estrechamente relacionada con la familia real del reino de Hyrule, y con los héroes de las leyendas—. Es la única arma con la facultad de repeler y disipar la más profunda maldad. ¿Pensabas irte sin ella?
Había negado en el momento, cuando tuvo la conversación, el día anterior a ese. Cuando había llegado a la aldea de Kakariko con toda la intención de prepararse e ir en pos de su destino, buscando últimas direcciones en la anciana. Y esta había evidenciado la clara ausencia del arma sagrada, haciéndole sonrojar de la vergüenza.
No. No era que la había olvidado.
Respiró profundo luego de bajarse de los lomos castaños de su montura, frente a los dos árboles torcidos que marcaban la entrada en la arboleda. La brisa helada. El cielo estaba tapizado en gruesos nubarrones grises, que aunque se desmoronaban en una lluvia tranquila, aún pintaban el ambiente un tanto sombrío.
A pesar que desde lejos, en su viaje rumbo a la zona, había podido notar que los Bosques Perdidos parecían ser una región no muy amigable, había subestimado un poco las advertencias que había recibido al respecto.
Pero una vez pisó el suelo terroso del bosque y su ambiente tétrico le cubrió por completo, pensó en reconsiderar. Por donde quiera que se mirara, sólo le rodeaban los robustos árboles de madera oscura. No eran especialmente altos, ni especialmente frondosos. Y aún con sus hojas angulares y quebradizas, al mirar hacia arriba, ni el cielo ni la luz del sol se discernían. La lluvia de fuera había desaparecido. La niebla lo cubría todo. Las únicas fuentes de luz eran unas pequeñas partículas translúcidas que iban de acá para allá. Tranquilas, aparecían y desaparecían, pero no eran luciérnagas.
Link las observó con curiosidad, tratando de atrapar alguna con sus manos, pero descubrió que estas se deshacían al tacto. Se obligó a retomar el enfoque.
No había ningún intento de camino en el suelo. Ni carteles, ni direcciones. Con la niebla, apenas era posible ver más allá de las propias narices. Supo ahí porqué les llamaban Bosques Perdidos.
Impa misma se lo había advertido antes de dejarlo partir; había un solo camino correcto dentro de los numerosos senderos de ese milenario bosque. Un solo paso en falso y estaría de vuelta al inicio, en el mejor de los casos. En el peor, acabaría perdido y atrapado por siempre ahí dentro. Su alma se resentiría, su mente enloquecería, se convertiría por siempre en un alma en pena.
Pero a pesar de esa amenaza, su instinto de valentía, que refulgía siempre, le impidió acobardarse. Igual podía ser su corazón ya curtido luego de tantas dificultades. Pensó en buscar soluciones y observando a su alrededor, pareció notar una hilera de antorchas encendidas, que comenzaba no muy lejos suyo.

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Pertenecientes || BotW Link
Fiksi PenggemarLuego de un año entero de preparación, tomando su tiempo, fortaleciéndose y con la intención de poner su destino sobre sus hombros, Link está listo para recoger la llave fundamental que le guiará en pos de sus metas: la Espada Maestra. Aquella que r...