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Una vez más, pronto estuvo frente de la puerta tras la que mantenían encerrada. Alzó la mano con la intención de volver a tocar, pero aunque estuvo a punto, pronto se detuvo y abrió sin más.

Ella seguía ahí, en el mismo lugar al centro de la habitación y pegó un respingo cuando le vió entrar con su rostro sepulcral. Los ojos de ella enrojecidos, bien abiertos y de repente alerta. Había estado dormitando de nuevo.

Se miraron por algunos segundos en un silencio incómodo. Illyria sintió la incomodidad de haber sido encontrada a medio dormir. Él, porque los recuerdos del otro día seguían frescos y humillantes. Instó su gesto a volverse más duro en seriedad para acallar esos pensamientos sobre todo, para no dejarse flaquear y revelarlos. Ella solo desvió la mirada, prefiriendo ignorarlo.

Link hizo un asentimiento de cabeza hacia los dos guardias que cuidaban a la chica como un saludo y finalmente cerró la puerta para avanzar, en silencio.

—Hola... —Se sentó frente a la chica—. ¿Cómo estás?

Ella frunció un poco el ceño, apretando el gesto. No respondió, se mordió la lengua para no hacerlo. Cualquier cosa, la diría con mordacidad.

El rubio sabía que no iba a cooperar. Por lo que se tuvo que tragar un suspiro.

—Te traje esto —dijo, sacando de su alforja lo que parecía ser una bellota. Ella volteó como quien no quiere la cosa y al ver la pequeña semilla, arqueó la ceja.

—¿Una bellota?

—Solían gustarte —explicó él, rememorando vagamente, pero con convicción—. Más tostadas.

Ella siguió con la ceja flexionada. Eso sonaba tan rebuscado... No recordaba haberse interesado por las bellotas en su vida... pero viéndolo a los ojos finalmente, estos mostraban tanta convicción mientras le extendía aún la pequeña semilla, que hasta le hacía dudar.

Link, por su parte, luego de haber anotado las vagas ideas que había conseguido reunir en su diario de viaje, había llegado a la conclusión de que la mejor forma de traerle recuerdos era mostrándole pruebas tangibles. Cosas que pudieran hacerla recordar.

Cómo había llegado a la conclusión de que una bellota podía servir, cuando la vió tirada de camino a casa de Impa era aún un misterio. Pero había hecho caso a su corazonada.

—¿Y qué? ¿Qué se supone que haga con ella?

—Se come...

—¿Con las manos atadas?

Link se quedó unos momentos en silencio. Miró su cuerpo amarrado y luego a ella, luego a su cuerpo de nuevo. Su gesto antipático, una expresión de obviedad en su cara:

—No puedo soltarte.

—Entonces no puedo comer tu ridícula bellota... —rezongó ella, aunque pronto él carraspeo agudo de una garganta la detuvo. Ella miró rápidamente hacia donde había venido, el punto detrás del héroe, dónde uno de los vigilantes «sheikah» le miraba con reproche. En loa ojos amarillos de uno, el recordatorio de su misión: generar confianza en el palurdo. Se mordió la lengua y volvió la mirada hacia el chico frente a ella, quien la miraba confundido por su tensión repentina y había girado su cabeza hacia atrás por igual, sin ver nada extraño—. Quiero decir... no puedo comerla, si no me la das... tú —se corrigió, mascullando.

Link le miró, enarcando una ceja sin comprender del todo el cambio tan repentino del discurso. Pero llevó la bellota en su mano derecha, en silencio, aunque dudoso, a la boca de ella. Fue retrayendo su cuerpo entre la expectativa y el miedo a que le escupiera de nuevo la comida.

Pertenecientes || BotW LinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora