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—¿No estás tenso, verdad?

Se adelantó un poco, asomando la cabeza para poder ver mejor su expresión. Link permaneció impasible, apenas un atisbo de sonrisa en las comisuras de sus labios, su mirada parecía tranquila. Él negó con la cabeza, silente.

—Recuerda que son tus vacaciones, tienes que estar relajado —sonrió la princesa, dedicándole una mirada divertida.

Link volvió su vista al camino, en silencio. Su rostro estaba perfectamente relajado; no se evidenciaba ninguna flexión en su semblante adusto de siempre. Aunque por dentro, sí que estaba tenso. Pero jamás lo diría. No podía dejar de estar alerta teniendo a la princesa Zelda cerca suyo, su instinto de protección no entendía de vacaciones. Pero tener a dos guardias reales caminando a una distancia considerable detrás de ellos, encargados de cuidar a la princesa en «ausencia» de Link, ayudaba bastante a mantenerse un poco menos intranquilo.

Hacía solo un día que las cortas vacaciones como escolta de la princesa habían comenzado y Link había decidido darse un paseo por Hatelia, luego de casi un año de haberla dejado de lado. Dado que la princesa le había hecho prometer que le dejaría acompañarlo cuando eso sucediera, habían llegado a un acuerdo.

—Seguirán siendo vacaciones para ti, no tendrás que cuidarme —Le había dicho ella, aunque Link esbozó una expresión que denotaba que no estaba nada seguro de eso—, no te preocupes. Llevaré guardias extra para que no tengas que preocuparte en lo más mínimo. Tan sólo quiero conocer el lugar de donde vienes.

Esa curiosidad se le había antojado extraña proviniendo de la mismísima princesa Zelda. Tal vez, un poco invasiva. Pero ni la cuestionaba, ni lo resentía. A pesar de lo profesional que debían mantenerse sus lazos y sus sentimientos hacia ella, la apreciaba. De no ser ella la princesa, podría aventurarse a llamarla su amiga. Pero debía mantener la cordialidad y el respeto.

Zelda se paseaba con especial soltura, paseando por el camino de tierra que llevaban horas recorriendo, con las manos en la espalda, admirando el paisaje como si no pasara sus días, de por sí, yendo de un lado a otro por el reino.

Link la miró de manera discreta. Se veía muy contenta. Especialmente suelta. Seguramente era un respiro también para ella poder alejarse de la cuestión del despertar infructuoso de sus poderes; especialmente considerando que el despertar del mal se sentía tan cercano.

Pocos metros más adelante, se comenzaron a pintar las casas que daban aviso de la entrada a Hatelia. Los ojos verdes de la princesa se iluminaron con impresión.

—¿Ya llegamos? ¿En dónde vives tú? —preguntó ella, muy interesada.

—Es por aquí —señaló Link.

Las caras conocidas del pueblo saludaron al joven con efusividad, y algunas, reconociendo los emblemas reales no solo de la ropa de la princesa, sino de los propios guardias, se quedaron boquiabiertos a ver a una celebridad como la propia princesa pasearse por las humildes calles de Hatelia. Zelda saludaba a todos con la misma gracilidad y amabilidad.

No sin algunos contratiempos —niños que se acercaban o adultos que saludaban con más alevosía de la debida—, llegaron finalmente a casa de Link. Una morada humilde que se refugiaba a las esquinas de la aldea; con un patio muy amplio y árboles torcidos decorando su entrada. Por la chimenea salía humo que olía como a arroz frito.

Cuando se acercaron lo suficiente, la madre de Link les recibió con ojos impresionados, pero una sonrisa grande en los labios. Saludó a la princesa con mucha hospitalidad y les invitó a pasar dentro de la casa, pero cuando estaban acercándose al umbral, algo llamó la atención de la princesa en la periferia. Un punto rojo que apenas vió venir.

Pertenecientes || BotW LinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora