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El camino dejó de sentirse insufrible y largo. Pronto, apenas las grandes rocas playeras cubrieron de su mirada el panorama de la costa. Los ojos de Illyria se abrieron de par en par. Sin poder esperar, sin siquiera pensar en las esposas que los unían, Illyria corrió en dirección a la playa, dándose cuenta cómo con cada paso la superficie arenosa hacía más difícil su avance. Link le siguió con rapidez, antes de que se separaran demasiado.

Cuando pareció llegar a la bahía abierta, un horizonte peninsular se abrió ante ella. Miró las arenas amarillentas y pedregosas, se inclinó un poco para tocarlas, como quien acaricia lo más preciado. El aire le trajo la brisa del mar, que tenía un regusto mucho más salado del que esperaba. El viento paseaba las nubes del cielo de la necluda.

Link sonreía, viendo cómo la chica observaba todo sin poder llenarse. La vió oler la arena, incluso lamerla. Cuando una risa se le escapó, ella giró la vista hacia él con una sonrisa inmensa.

—Link, es.... es... ¡Increíble! ¡La arena sabe salada!

—¿Te gusta? —llegó a su lado, observó cómo se quitaba las botas con necesidad frenética.

—¡Me encanta! ¡Es maravilloso!

Sintió su corazón llenarse de calidez.

—Me alegra... —murmuró. Las hojas de las altas palmeras que se alzaban por encima de ellos se mecían, produciendo un sonido que le acariciaba los oídos. Esa playa casi siempre estaba sola, por el flujo de monstruos y la nula cantidad de peces que podían encontrarse ahí a comparación de otras playas de Hyrule—. Pensaba en llevarte a la bahía de Onaiso... La arena ahí es blanca y fina como la caliza. El mar es poco profundo y de un azul turquesa brillante... Pero... esta playa tiene cierto valor sentimental para mí, a pesar de que hay mejores.

—¡Para mí es perfecta! —exclamó ella, aventando su botas contra una piedra. Extendió los dedos de sus pies sobre la arena, sintiéndola. Pronto el calor del sol le caló—, aunque es verdad que la arena es molesta... ¡Y quema!

El bailotear de sus pies, que evitaban el calor de la arena de la mañana la llevaron hasta la orilla del mar, donde hundiéndolos en la arena mojada, por fin pudieron descansar. La arena húmeda era mucho más suave. Al voltear la vista hacia abajo, descubrió enterradas un par de bolas café. Las tomó en sus manos y las alzó un poco, dejando que el vaivén espumoso de la marea, que justo se devolvía, las limpiara. Enarcó bien y bien una ceja.

—¿Bellotas? —movió una de ellas entre sus dedos, los granitos de arena que aún le quedaban, se le despegaron de a poco. Sintió algo de repente. Una desestabilización rara en el cuerpo, en la mente. igual que el día anterior. Esta se intensificó cuando alzó la vista de nuevo al rubio, quien se había acercado.

—¿Encontraste bellotas? —tuvo la sensación de que Link estaba muy cerca, pero al mirarle bien, notaba que estaba aún a una distancia segura del límite personal. Ella mordió su labio, confundida. En el rostro del chico vió sorpresa, enajenamiento. Melancolía.

—¿Cómo llegaron aquí? —murmuró ella, con una sonrisa vaga. en los alrededores, no había árboles. Lo más cercano que se alcanzaba a ver eran las coronas de algunos de ellos, pero solo hasta la cima del acantilado que delimitaba la playa.

El rostro de Link se había descolocado. O tal vez, así lo había sentido ella. Tenía un gesto ambiguo, difícil de descifrar. De pronto sintió que lo vió sonreír con infantilidad, pero no estaba segura. El viento del mar volvió a pegar contra ella, enfriándole la espalda.

—Tal vez... las trajo el viento.

A pesar de que lo había dicho en ese momento, justo frente a ella, su voz había sonado como un eco lejano y más tierno. ¿Qué era eso que sentía? Vértigo... Confusión. El tacto de la bellota le era tan familiar de repente; el viento, las olas contra sus tobillos, el sol sobre su piel. Incluso el vestido que portaba. Miró a Link y en sus ojos expectantes, abiertos, halló un brillo. ¿Qué era esa sensación?

Pertenecientes || BotW LinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora