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Apenas Link estuvo, bajo la percepción de Illyria, curado y listo para continuar, prosiguieron con su viaje. La arenisca, las minas de halita que se dejaban ver por aquí y por allá hacían cada vez más obvia su cercanía al destino que habían planeado. Y tal vez esa fuera, en el fondo, la razón justa por la que Link había permitido a Illyria jugar un poco más con la tableta y explotar algunos bokoblins desde las alturas de la montaña. Habían aprovechado también para tomar muchas fotos. Fotos del paraje. Fotos a las minas. Fotos de los bokoblins antes y después de ser explotados. Fotos de ellos explotando bokoblins. Fotos solo de ellos...

Link sentía que, incluso si su plan no funcionaba y no podía hacerla recordar, pasar esos momentos con ella hacían valer todo sacrificio.

Al final, las horas habían pasado. El viento que soplaba del norte venía frío y salino. Al subir un poco más por la ladera en la que viajaban, vista abajo, ya podía alcanzarse a ver la costa; con su mar de un azul profundo y una reducida porción de arena que fungía como playa. Enormes rocas negras la rodeaban como una cerca de picos, pero aún así, los ojos verdes de Illyria centellearon al avistarla.

—¡Mira allá! ¿¡Es ese el mar!?

—Sí —asintió Link con una sonrisa, cuando ella giró su rostro hacia él. Sus cabellos rubios del color de las cerezas por el aire, o podía ser también, por la emoción—, estamos muy cerca.

—¿¡Podemos ir ya!? ¿Podemos bajar?

Link pareció distender un poco la sonrisa en su semblante, entonces.

—Bueno... podríamos, pero esas playas son más rocas que nada y algunas están plagadas de lizalfos —explicó, apenado—, pensaba llevarte a una mejor...

—¿A qué playa vamos exactamente? —preguntó ella, entonces, luego de asentir ante la idea y prefiriendo retomar el camino. Aunque no podía alejar la vista del añorado horizonte.

Link pareció reír ante eso. Pero justo cuando abrió la boca para explicar, sintió caer una gotita de agua en su nariz. Miró al cielo, no había notado lo nublado que se había puesto hasta el momento. Sus párpados cayeron con ironía, mientras la lluvia se empezaba a soltar en más y más en gotas dispersas.

—Oh, está lloviendo, qué inesperado —mencionó Illyria, alzando sus manos. La lluvia humedeció sus dedos, que quedaban al descubierto por sus medios guantes.

—Sí y se pondrá peor... aquí en la Necluda, llueve y deja de llover siempre sin aviso. —dijo él, sacando la tableta Sheikah para observar el mapa—. Hay un rancho aquí cerca, podemos pasar ahí hasta esperar que la lluvia cese... Escalar con las montañas mojadas no es nada recomendable... Lo sé por experiencia —murmuró eso último.

Aunque ella se tomó un segundo más para observar las lejanías, haciendo un puchero, no lo pensó más. De todas maneras, la imagen de la playa había dejado de emitir ese destello brillante en el mar, con la neblina que se había arremolinado de repente. Y en unas pocas horas, el sol se iría. Por lo que lo más recomendable sería hallar un lugar digno para dormir.

—Está bien —asintió, permitiendo que Link le ayudara a descender por el terreno escarpado.

No muy lejos del camino, en un cañón redondo y casi desolado, muy por debajo del nivel del mar, hallaron un pequeño rancho de caballos. Incluso Illyria pudo distinguirlo por su característica carpa circular y la emblemática cabeza de caballo hecha a madera que sobresalía del techo; aunque nunca había estado en un rancho antes en persona.

El último vestigio del horizonte que pudo ver antes de descender al nivel del rancho le reveló los altos picos que formaban la fachada del castillo de Hyrule. Luego, solo roca, mientras descendía. Esta vez no atrapó a Link mirándolo, pero recordar su mirada enajenada hizo despertar su curiosidad de vuelta. Le miró desde atrás; su cabellera rubia ondeando. Sus manos aún entrelazadas.

Pertenecientes || BotW LinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora