10

100 16 6
                                        

—En verdad, Link, no puedo creerlo. Solo a ti se te ocurre enfrentarte a un monstruo como si estuvieras hecho de metal —reprochaba la chica, mojando una bolita de algodón en un pequeño cuenco con agua. Lo pasó después por un arañazo medianamente profundo y muy reciente en el hombro del chico, quien se retorció por el ardor.

—Alguien tenía que hacerlo —alzó los hombros, arrepintiéndose al momento en que eso logró que ella encajara más el algodón en la herida. Se quejó. Illyria rodó los ojos.

—¿Qué harás cuando te vayas al entrenamiento de la guardia? ¿Cómo sobrevivirás con todas las heridas que te haces y, que de no ser por mí, no limpiarías? —replicó ella, volviendo a limpiar el algodón para pasarlo por la última herida con sangre seca, mucho más pequeña, en la mejilla bronceada del chico—, quédate quieto... —pidió, poniendo una mano en su otro carrillo, acercándose para limpiar con cuidado. Link hizo lo que pudo por no estremecerse. Se enfocó en los ojos verdes de Illyria, que dada su cercanía, reflectaban su imagen con una nitidez cristalina.

Especialmente su media sonrisa.

—Bueno, no lo sé. Dime, ¿qué harás tú cuando yo me vaya al entrenamiento y ya no esté? —preguntó él, señalando el pie luxado de la chica, cuyo talón ya se iba poniendo rojo. Se puso colorada, pero solo encajó el algodón con saña en respuesta, haciéndolo gemir.

Finalmente tiró el agua ensangrentada sobre unos brezos que quedaban cerca de ellos. El algodón lo guardó en su pequeña alforja, pensando en tirarlo luego. Era una suerte que siempre llevara consigo un pequeño kit de preparación por las heridas que Link, sin falta ni duda, se hacía siempre que iban a dar una exploración cómo la de aquel día.

Nunca podían alejarse demasiado, pero era como si los lugares para explorar y jugar nunca se terminaran para ellos. Llevaban años haciéndolo, era una costumbre. Esa mañana habían salido en dirección a la costa, alejándose un poco más de los confines de la aldea, tonteando cómo solían hacer. Saltando sobre piedras tapizadas en verdín, cruzando marismas en busca de peces y cangrejos inquietos. Fue en una de esas piedras donde la pelirroja se había torcido el pie, terminando a medio caer sobre una de esas pequeñas lagunas salinas, de no haber sido por la ayuda de Link. Al final, terminó siendo cargada por él para emprender el sendero colina arriba, de vuelta a casa.

No obstante, había sido en el camino en donde se habían encontrado con una criatura terriblemente fea y errática, de largas orejas troceadas, piel roja y un garrote en mano; un bokoblin.

—Link, no... No te metas en problemas —le había dicho ella, pero el chico pareció no escucharla. O quizás, sólo la había ignorado.

Siempre que se encontraban con alguna criatura hostil, era como si su mente se nublara y sus oídos se taparan. No oía razones, de repente le poseía un coraje que Illyria percibía como molesto, socarrón y preocupante. Demasiado arriesgado para no tener ningún tipo de experiencia real en combate más que las esporádicas lecciones que recibía de su padre, cuando este estaba en la aldea.

—Quédate aquí —le había dicho él, mientras la bajaba en un árbol del camino. Le vió sacar lo que reconoció como una daga de mediano tamaño, de esas que su padre coleccionaba en la mini armería que tenían en casa. De esas que, se suponía, Link tenía prohibido tomar.

Al final, el chico se había terminado enfrentando a aquel monstruo sin escuchar a Illyria en ningún momento. Claramente, había terminado con golpes y arañazos propinados por las sucias y filosas garras de la bestia. Pero sorprendentemente, había logrado vencer; el monstruo se había desaparecido en bruma malva.

Cuando la batalla se había terminado, Link, que tenía los ojos bien abiertos y el cuerpo bien arañado, le había sonreído como si nada hubiera pasado. Como si sus ojos azules no se hubieran transformado en el combate, como si no hubiera vencido a un enemigo sin tener el menor entrenamiento para hacerlo. Podía haber jurado que por la tensión que adquirió su cuerpo, casi parecía que Link se hubiese convertido en otra persona por un momento; sin miedo, sin dobles pensamientos. Era como si supiera hacerlo todo de forma innata, como si hubiera nacido para combatir.

Pertenecientes || BotW LinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora