Link contempló la ancestral Espada Maestra; su mango azul ultramar y su hoja, que a pesar de no haber sido pulida en décadas reflejaba aún nítidamente su rostro, mientras ascendía los escaloncillos hasta ella. Sintió una estática extraña en la mente, durante la mísera fracción de segundo que sus ojos azules se reflectaron, más cerúleos de lo normal.
Ligera sensación de remembranza le llegó. Chispazos de recuerdos y emociones del pasado. Cuando puso una de sus manos sobre el largo mango con motivos en azul y verde, incluso sintió escuchar la voz de la misma princesa Zelda, hablándole:
«Link, eres nuestra última esperanza. El destino de Hyrule... depende de ti». Un murmullo en el fondo de su cabeza, como esos que de vez en cuando creía oír. Luego, imágenes, sonidos; desastre. Y un sentido de responsabilidad pesándole sobre los hombros. Retiró su mano en el momento, pasó saliva con dificultad.
Esa espada, era una de las cosas que más se le habían mencionado desde que había despertado en el santuario de la vida, en torno a un año. Su existencia y el sentido de pertenencia que Link tenía hacia ella no había sido más que un recuerdo poco concreto hasta ese momento. Pero teniéndola en frente, de repente todo se volvía más real. La espada le traía recuerdos y sensaciones que apenas podía procesar. La espada simbolizaba poder, valentía, fuerza, destino..., responsabilidad.
—No debes confiarte... —medió el árbol cuando le vió poner las manos una vez más sobre la empuñadura. Aunque dudoso, aparentemente dispuesto a intentar sacarla—, la espada pone a prueba a todo aquel que trata de sacarla del pedestal; razón, en parte, por la que esos ninjas no pudieron tenerla.
Link sintió el poder acumularse en sus manos. Tan solo el contacto con aquella espada que había sido, antaño, su más leal aliada, ya le transmitía una corriente de sensaciones ambigua y poderosa. Magnética. Casi como lo que había sentido allá en el bosque.
Con las palabras del gran árbol, se tomó unos segundos para reflexionar en si sería capaz de sacarla, a pesar de haberlo logrado alguna vez en el pasado. Alzó la mirada hacia el Árbol Deku, evidenciando que le escuchaba.
—En tu condición actual, soy incapaz de vislumbrar si eres digno de ella —anotó la criatura, observándole de pies a cabeza. Todos podían coincidir en que Link era especialmente engañoso en cuanto a su exterior. Pero alguna vez ese menudo y bajo muchacho había sido un caballero en la guardia real de Hyrule, había servido a la mismísima princesa Zelda y había portado la Espada Maestra—. Si decidieras tentar a la suerte sin reunir fuerzas suficientes, temo que no vivirías para contarlo.
Link no pudo evitar tensar su expresión por la advertencia. No recordaba que en el pasado, obtener la espada hubiera sido un trabajo tan difícil. De los pocos recuerdos que había llegado a recuperar de sus tiempos antes de ser un soldado en el castillo de Hyrule, la espada había llegado a sus manos por mera casualidad, aún siendo él un joven niño que apenas podía sostenerla adecuadamente en brazos. Pero la facilidad de la coincidencia había terminado ya para él y era claro que esa etapa de su vida era una donde él tenía que demostrar su verdadera fuerza y poder; vitales para poder devolverle la paz a Hyrule.
El Árbol Deku no evitó reír por su cara conflictuada. Esa expresividad era algo que sentía nuevo en Link, un aire fresco e inusual de aquel joven del que antaño solo se podía ver una expresión seria e inquebrantable. Pero era ese mismo aire de libertad y expresividad lo que en el fondo le hacían dudar sobre su madurez actual y su capacidad para llevar a cabo tareas tan cruciales como eran las suyas.
—Mucho cuidado, joven. —Fue lo último que advirtió el árbol, antes de dejarlo intentar su cometido.
Link asintió sin demasiada vehemencia, como agradeciendo sus palabras y advertencias.
Volvió a poner su enfoque en la espada bajo de él; reuniendo la valentía dentro; sintiendo esa punzada de coraje que le invadía recurrentemente, afianzó sus dos manos alrededor de la empuñadura. Se llenó de ese coraje propio del portador de la espada, se llenó de poder. Incluso el dorso de su mano derecha se iluminó lentamente; prueba fehaciente de su estatus como elegido. Y entonces jaló.
Su mano brilló con mucha más fuerza. Hizo esfuerzos, sintió la rígida y de repente pesadísima espada moverse apenas un poco dentro de su profundo pedestal. Entre su esfuerzo, su frente que empezó a sudar y sus mejillas enrojecidas, abrió los ojos por un ínfimo segundo. La espada debía estar a un cuarto de camino, él podía, debía seguir. En su mano, la forma de la trifuerza dibujada. Tres partes, solo una iluminada; la del valor. Aquel fragmento del que su espíritu, según las leyendas más antiguas, nacía siempre siendo merecedor.
Sin embargo, del pequeño triángulo brillaba solo una mitad. La otra apenas resplandecía tenuemente, ausente. ¿Por qué...? ¿Había sido siempre así?
Su memoria flaqueó mientras jalaba. No podía concentrarse en nada más que no fuera su esfuerzo físico. Miró abajo, la espada estaba más allá de la mitad fuera del pedestal. Sus manos y su rostro rojos, casi se sentía desfallecer. Pero debía seguir.
Un poco más... Respiraba difícilmente.
Sólo un poco más... Las fuerzas se le iban.
Sólo un poco...
—¡Basta!
El bramido del Árbol Deku lo desestabilizó por completo. Link soltó la espada, que cayó de vuelta a su pedestal y se acomodó dentro como si nada hubiera pasado. Retrocedió por inercia. Pronto, sorprendido y recuperando su aliento, alzó la vista hacia el gran Árbol, que le observaba severo.
—Mírate cómo estás... rojo del esfuerzo, apenas puedes mantenerte en pie.
—Estuvo a punto de salir, sólo faltaba... un poco más —puntualizó Link, irguiéndose, aunque su cuerpo aún punzaba del cansancio. Trató de regular su respiración y su rostro reflejó la mirada de la necia determinación.
—De no haber soltado la espada, podrías haber perdido la vida. —rebatió el Árbol Deku, pero al ver el gesto necio en el rostro de Link, advirtió—: La próxima vez, no detendré en tu intento. Prepárate bien antes de ponerte a prueba de nuevo, joven.
Link frunció el entrecejo, leve, sin darse cuenta. Él mismo había visto la espada a punto de salir del pedestal, brillaba incluso aún en una luz azul divina... Si tan solo hubiera soportado un poco más, habría salido a la perfección...
—Viéndote así, es difícil pensar que antaño fuiste tú quien portó la espada... quién hubiera esperado que los cien años que pasaste durmiendo realmente mermarían tanto tu fuerza. Solías ser un soldado fiero y hábil. ¿A dónde habría ido ese guerrero en ti...? —rememoró el árbol en voz baja, a la par que la mirada de Link se perdía en el pedestal ocupado.
Unos cuchicheos de alrededor llegaron hasta sus oídos. Los curiosos Kolog, que se habían asomado a ver lo que sucedía, murmuraban. «Una vez oí que era capaz de enfrentar un cuartel entero de bokoblins él solo...». «Yo oí que era súper alto y súper fuerte...», «¡Yo oí que volaba!». Apretó la mandíbula ligeramente. Los puños también se le cerraron.
Con un suspiro final, profundo y largo, alzó la mirada al expectante árbol Deku. Su ceño fruncido con determinación. Su semblante serio, intacto.
—Estaré de vuelta pronto.
Acto seguido, se retiró, apenas escuchando el eco de esos murmullos en el fondo de su cabeza.
ESTÁS LEYENDO
Pertenecientes || BotW Link
FanfictionLuego de un año entero de preparación, tomando su tiempo, fortaleciéndose y con la intención de poner su destino sobre sus hombros, Link está listo para recoger la llave fundamental que le guiará en pos de sus metas: la Espada Maestra. Aquella que r...