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—¡Ryda, eso fue trampa! —exclamó un pequeño Link cubriéndose su enrojecida mejilla con la mano después de haber recibido el cizañoso golpe de una espada fabricada con madera.

Habían estado jugando un duelo espadachín uno a uno, Link iba ganando cuando Ryda, poseído por la frustración y la rabia de estar perdiendo se aprovechó de una pequeña distracción para causarle dolor de verdad. El niño, que le sacaba un par de años al rubio, le dirigió una sonrisa maliciosa, al percatarse de que su plan sí había dado resultado.

—Ya sabes lo que dicen, Link, nunca bajes la guarida —dijo con altanería, como si no hubiera sido la gran cosa.

Link apretó los dientes y sus nudillos se asieron con más fuerza al mango de madera de la espada que sujetaba. El mayor siempre era así. Siempre terminaba hiriéndolo y jamás se arrepentía. Al contrario, parecía feliz de hacerle daño.

—Ya, juguemos a otra cosa —pidió una niña del grupo, intercediendo por el rubio. Tanto a ella como a los demás les incomodaba la rivalidad tan notoria que tenía Ryda contra Link.

—¡A las escondidas! —sugirió otro pequeño que pertenecía a la misma aldea. Los otros no tardaron en unirse en una exclamación a coro.

Ryda se cruzó de brazos y frunció el ceño, siendo el único que desaprobaba la idea. Para él los mejores juegos eran donde podía demostrarle a Link que era mejor. O que en su defecto podía lastimarlo y disfrazarlo de "accidente".

—No, o seguimos jugando a la guerra o yo me voy —amenazó altanero, virando el rostro y asegurándose de tener la barbilla bien alzada para demostrar su posición.

Los niños no hicieron caso a lo que él esperaba fuera una amenaza significativa que los obligara a cumplir con sus caprichos. En seguida todos se habían juntado en un círculo para decidir quienes iban a esconderse y quién iba a ser el desafortunado que tenía que contar y luego buscarlos. Ryda dio un pisotón contra el piso en búsqueda de atención, dando como resultado que todos lo ignoraran. Un gruñido escapó de sus labios, pero ya no quiso seguir ahí. Se cruzó de brazos y enojado se alejó del grupo.

El niño lanzaba improperios mientras pateaba todo lo que se cruzaba por su camino, así fueran pequeñas piedras o ramas. Hasta que el sonido de un par de hojas moviéndose le indicó la presencia de otro ser vivo a unos cuantos metros de él. Asió con fuerza su espada de madera y se lanzó al ataque, llegando de un brinco a un pequeño claro donde una niña estaba buscando bayas en un ligustro.

La pelirroja cayó de espaldas al suelo por el susto que le causó la violenta intromisión de aquel infante. Ryda la miró con el ceño fruncido. Era Illyria, una pordiosera que Link había adoptado como su hermana.

—Ah, solo eres tú, piojosa —dijo Ryda con molestia mientras ponía los ojos en blanco y enderezaba su postura de ataque.

Hasta que una idea cruzó por su mente, iluminando su pecoso rostro como si de una bombilla se tratase. Si no había podido molestar a Link su frustración iba a terminar volcada sobre Illyria. Al final, el blondo no estaba cerca y él estaba muy enojado porque los demás niños habían decidido cambiar de juego.

Illyria, ajena a estos pensamientos, se levantó del suelo, sacudiéndose la tierra y recogió la canasta que se había escapado de sus manos. Trató de volver a su labor, ignorando el insulto que habían lanzado contra ella. Apenas estiraba la mano para recoger otro fruto de brillante color rojo cuando la espada de madera dio contra su palma en un fuerte golpe que pareció resonar por todo el claro. Ryda había atacado a la niña, provocando que las lágrimas se agolparan sus ojos.

Pertenecientes || BotW LinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora