37. ¿Otra vez?

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Gracias a todos los santos volví a Clevver Teve sin problema alguno. Me reincorpore con mi mismo lugar de antes.

Dylan había pedido vacaciones dos semanas, así que el no sabia que estaba de vuelta, había un "nuevo director" pero al parecer era aprendiz de Dylan Karen le dio una oportunidad, pero el pobre chico metió la pata hasta el fondo, y cuando digo hasta el fondo es ¡hasta el fondo!

—¡No, no!—los gritos de Karen se escuchaban hasta el set.

—Vaya, si que es una sorpresa tu regreso—Alice apareció con un café en la mano y sus lentes de sol, pareciera que acabara de salir de una fiesta.

—Lo mismo digo, Alice, es bueno verte—respondí en forma de burla.

Asintió con la cabeza y entro a su camerino, seguí caminando hasta mi oficina, iba distraída revisando todas las notas que Dylan había dejado en caso de que su aprendiz hubiera metido la pata, —creo que ya sabía—hablé para mis interiores.

Mi oficina seguía intacta, lo único que cambiaba era que tenía a reventar de correspondencia, revise todo lo que estaba y separe los simples comerciales que me enviaban. —¿Vas a pedir de comer?, o ¿vas a salir?—Karen asomo la cabeza por la puerta de la oficina.

—¿Qué vas a hacer tú?

—Mmm, yo creo que vamos a pedir.

—¡Ah!, pues yo creo que lo mismo—respondí. —¡Karen!—grite, —¿Dónde te dejo los documentos?

—En mi oficina y ahorita los checo.

Fui y los dejé sobre su escritorio, y como bienvenida a la televisora me di de bruces contra el piso.

—¿Enserio?—pregunte.

—¿Otra vez?—aquella voz helo mi sangre, mi mirada se clavo en el suelo con el miedo de que cuando la levantara aquel personaje estuviera parado frente a mí.

La sangre de cristo tiene poder...

Empecé a rezar como si estuviera en el cementerio viendo a un fantasma. Lo cual es ilógico porque todos sabemos que cuando vez a un fantasma es mejor mentarles la madre, como decía mi abuela.

—Lo siento, te ayudo—su mano apareció frente a mí. La tome con miedo y me levante, su cabello era café ahora si no quedaba nada del Austin de hace tiempo, llevaba un saco de vestir color rosa, camisa blanca y pantalón del mismo color que su pantalón, llevaba dos anillos en cada mano. Pero un anillo llamo mi atención, en el dedo anular lo llevaba, mi anillo. —¿Estas bien?—pregunto.

El dedo del corazón.

—Si, gracias—respondí.

Sonrío y se acomodó su saco. —¿Eres nueva en la televisora?—pregunto, quisiera decir que me saco de anda pero esas palabras no podrían describir lo que estaba sintiendo. —Nunca te había visto por aquí.

Ay dios, ¡bueno, a seguirle la corriente!

—Si, acabo de llegar hace una semana.

—¡Genial!—sonrío, —estoy buscando a Karen, ¿la has visto?

Asentí y respondí. —Salió a comer, quizás en dos horas vuelva—mordí mi labio inferior, —bueno, un gusto conocer al nominado al Oscar, hasta luego—me gire sobre mis talones y camine a los camerinos, me escondí en el mío y como si mis piernas hubieran fallado me recargue en la puerta y me deje resbalar de espaldas a la puerta. Lo vi de nuevo, pero mostro una indiferencia completamente que nunca había visto. Era como si todo ese amor que el había jurado, se esfumara para dejar en su lugar a la estrella y su ego hasta las nubes.

Mi novio es el ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora