Por Joselo Rangel
Wednesday, January 8, 2014
Primero escuchó el nombre de su amigo. Lo vocearon varias veces en el sistema de sonido del aeropuerto. Jonás no dudó que fuera él, pues no mucha gente se llamaba Genaro Culebro.
Le dieron ganas de ir corriendo a la puerta donde lo estaban llamando, pero estaba en la puerta 01 esperando abordar su vuelo aGuadalajara y la puerta en la que llamaban a su amigo (estaba seguro que era él) era la número 13. No quería subir tarde al avión pues traía una maleta con toda su ropa y utensilios para baño en ella. No quería que le ganaran lugar en los compartimientos de arriba de los asientos. Ya le habían robado varias lociones por mandar abajo su maleta de carry on, así que no quería que le volviera a pasar.
¿Qué sería de Genaro? Habían estado juntos en la preparatoria. Al terminar dejó de verlo tan seguido pero se juntaban muy de vez en cuando para ponerse al corriente, tomar unas cervezas y comer, pero hacía ya un año que no lo veía. La última vez fue aquella cena espantosa en la que su entonces esposa le había hecho la velada imposible. Tania se dedicó a criticarlo enfrente de su amigo, al que ella apenas conocía esa noche. Era típico de Tania, ponerlo en ridículo enfrente de otra gente. Al principio era divertido, de un modo sadomasoquista, tenía que aceptarlo. Era un juego al que los dos, Tania y Jonás, les gustaba jugar.
Pero esa noche en especial Jonás no se había sentido bien. Había algo en el modo en que Tania le hablaba que no estaba a gusto enfrente de ese amigo al que tanto apreciaba pero que no veía tan a menudo. Genaro vivía en el extranjero, contratado por empresas gigantes que buscaban su talento.
Jonás estaba recordando todo esto, cuando vocearon a Tania García, el nombre de su exesposa.
Ese nombre era más común, se había encontrado muchas veces con gente que se llamaba igual que ella.
Voceaban a otras tres personas más junto con el nombre de Genaro Culebro y Tania García, pero conforme pasaban los minutos los únicos dos nombres que mencionaban eran los de ellos dos. Si en esta sala se encuentra Genaro Culebro y Tania García por favor pasen urgentemente a la sala trece, su vuelo 538 a Cancún está a punto de cerrarse.
Jonas no pudo resistir y aunque ya habían comenzado a abordar su vuelo, se fue corriendo a la sala 13. No podía ser. Era imposible. Pero de alguna manera, en el fondo de su ser, sabía que era cierto.
Al acercarse a la puerta trece los vio correr tomados de la mano. Eran las once de la mañana pero se veía que estaban completamente borrachos, vestidos como si ya estuvieran en la playa a la que iban, riéndose por llegar tarde, sin asomo de culpa. Jonás se escondió detrás de una columna para que no lo vieran, pero aunque se hubiera puesto enfrente de ellos, es posible que Tania y Genaro no lo hubieran visto. O lo que es peor, no le hubieran hecho caso, tan contentos estaban de que se iban al Caribe mexicano.
Con ese encanto que no perdía aunque estuviera borracha, Tania pedía disculpas a la gente de la aerolínea mientras Genaro, aguantándo la risa, entregaba los pases de abordar.
Se veían bien, Jonás no podía negarlo. Se notaba que estaban contentos, y no sólo era por causa del alcohol.
¿Cuánto llevarían? ¿Cuándo había comenzado todo? ¿En aquella cena? ¿Qué había sucedido? ¿de qué se había perdido en todos estos meses? Las preguntas brotaban a raudales de la mente de Jonás. Al mismo tiempo un sentimiento de odio iba ocupando al de sorpresa y curiosidad.
Espero que su avión se caiga, su pensamiento se le escapó en voz alta y una señora que estaba cerca lo miró con disgusto.
El avión de Tania y Genaro no se cayó. Al contrario, fue un vuelo sin turbulencias y el aterrizaje fue magnífico, tanto, que el piloto lo contó entre uno de los mejores de toda su carrrera.
Quien perdió su vuelo fue Jonás.
A él nadie lo voceó.