Asco Infinito

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Por Joselo Rangel

Wednesday, February 19, 2014




Soy muy asquerosa, decía Perla cada vez que veía algo que le disgustaba mucho. Lo mismo mencionaba cuando, por ejemplo, alguno de sus novios le proponía que hiciera algo estando en la cama de un hotel de paso, desnudos. ¿Cómo que eres muy asquerosa? Y Perla hacía una mueca, frunciendo la boca de lado (se veía hermosa cuando hacía este gesto) y decía: es que me da asco.

Así que su vida sexual no tuvo muchas aventuras debido a esta característica tan simple. El acto sexual se reducía a la posición mas común de todas y no había tanto escarceo, ni preliminares juguetones con lenguas lamiendo aquí y allá. Perla no sólo no hacía nada de esto, tampoco dejaba que se lo hicieran.

Algunos novios se lo perdonaban, pues era tan bella que muchos podrían haber estado a su lado sin que Perla moviera un dedo. Era hermosísima. Y aunque no era una mujer ardiente, en todos despertaba un instinto sexual desmesurado. De la cintura para arriba era como una muñeca de porcelana, cara angelical, brazos muy delgados, talle esbelto, con el pecho muy plano. Generaba cualquier sentimiento menos deseo carnal. Pero de la cintura para abajo las cosas eran distintas. El ancho de sus caderas y sus nalgas perfectas hacía que los hombres se volvieran locos. Era imposible verla y no pensar inmediatamente en escenas de sexo, y lamento decirlo, a todos se les ocurrían las cosas más marranas posibles.

La mayoría de los amantes que tuvo pensaban que Perla sería recatada sólo al principio. Todos esperaban que pasadas unas semanas, unos meses, después de varias sesiones de sexo las cosas irían cambiando. Es lo normal. Ninguna mujer quiere que piensen que es una puta por hacer cosas demasiado aventuradas la primera vez que se acuesta con alguien. Pero con Perla ése no era el caso. Los meses pasaban y pasaban y todo seguía como la primera vez. La realidad era que todo le daba asco.

Así era desde chiquita. Un día vio como una compañerita del kinder se metía un dedo a la nariz y sacaba un moco descomunal, verde oscuro en donde estaba más duro y verde claro en la parte más suave. La compañerita lo vio detenidamente y se lo comió saboreándolo. Perla se vomitó en el acto. Parecía que eso la había aliviado, pero cuando vio su propio vómito en el suelo, los pedazos del desayuno sin digerir, huevito revuelto con salchicha, volvió a vomitar. Desde entonces el huevo también le daba un asco infinito. Así decía ella: asco infinito.

En secundaria evitaba ir al baño, se aguantaba todo lo posible hasta lastimarse, pues desde que vio una caca descomunal en uno de los retretes no podía pararse ahí. No creía posible que alguna de sus compañeras hubiera hecho semejante mojón.

Cuando jugaba botella en una fiesta en ese mismo año, se moría del asco cuando un chico muy guapo que le gustaba la besó en la boca. Fue una situación extraña pues en un principio le entusiasmaba la idea de besarlo, pero en el momento que este jovencito metió la lengua llena de saliva en su boca, las cosas cambiaron radicalmente.

Cuando sus amigas en prepa hablaban en secreto de blow jobs, (así, en inglés, pues la palabra "mamada" les parecía muy grotesca) no quiso saber nada del asunto.

Cualquier secreción la ponía mal. Sangre, sudor, lágrimas ajenas, semen. Mocos, flemas, gargajos, cerumen, mugrita en las uñas de los pies. No veía jamás sus heces fecales. Hacía como si todo eso no existiera. Lo mismo pasaba con su menstruación. Bloqueaba cualquier pensamiento sobre el tema. Hubiera deseado ser un espíritu, un ángel, para no tener que lidiar con un cuerpo propio que secretaba tantas cosas que aborrecía y que le daban un inmenso asco.

Aunque tenía muchos novios nunca se había enamorado. Eran tantos sus pretendientes y los aceptaba a todos, uno tras otro, que nunca tuvo tiempo de detenerse a pensar si le gustaban.

Hasta que llegó Caetano. Se amaban con locura, pero para Caetano el amor no podía ser santo y puro. Era importante que hubiera sexo. Y no sexo común y corriente. Quería buen sexo, con todas las posibilidades que un cuerpo humano puede dar.

Perla lo intentó pero no pudo. No estaba en su naturaleza hacer las cosas que se esperaban de ella. Así qué un día Caetano la dejó por otra mujer.  Cuando Perla vio por quien la habían cambiado no pudo creerlo. La mujer con la que estaba Caetano era un adefesio comparada con ella. No tenía su cuerpo, su porte, su piel, su cara, su hermosura. "¿Por qué, por qué?", le preguntaba Perla a Caetano, muy borracha, en un bar en el que se lo encontró bebiendo con sus amigos. Caetano le decía que parara, que dejara de beber, que se fuera a su casa, pero ella insistía "¿por qué, por qué?". Caetano, harto, se lo dijo: "A ella no le da asco chupármela".

Perla se subió al piso más alto y se aventó al vacío.

Su cuerpo se estrelló en el pavimento de la calle. Dejó de ser hermosa. Perla por fin era etérea. Se elevó por encima de su cuerpo, esos órganos, huesos y piel que tantos problemas le habían dado. Ahora se dirigía hacia un resplandor que la guiaba hacia otro lugar. La luz era espectacular, no podía dejar de verla y dirigirse a ella, pero algo la hizo voltear a ver ese cuerpo desparramado en la acera, su cuerpo.

El cráneo de Perla estaba destrozado. De entre sus cabellos color miel se veía algo que bien podría ser masa encefálica, pero había tanta sangre y otra clase de líquidos que era imposible saberlo. Sus brazos y sus piernas estaban doblados en ángulos imposibles.

La luz llamaba a Perla, pero el espectáculo de su cuerpo destrozado comenzó a llamarle más la atención. Se descubrió encontrando belleza ahí donde antes sentía aversión.

La luz comenzó a extinguirse, la entrada a otra dimensión se cerró y el alma de Perla no pudo ir al lugar que ahora le tocaba estando muerta. Perla se convirtió en un fantasma atrapado en el mundo, pero ésto no la preocupó. Desde entonces puede espiar con deleite todas esas situaciones que antes le daban un asco infinito desde ángulos privilegiados. ¿Cómo no se había dado cuenta de lo maravilloso que es tener un cuerpo?

Al poco tiempo de observar a la humanidad en toda su carnalidad descubrió una cosa: con qué poco se estaba conformando Caetano, su antiguo novio. De tener cuerpo todavía, Perla se la hubiera chupado mejor.

Textos Mutantes (Cuentos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora