Por Joselo Rangel
Wednesday, March 4, 2015
Mamá y Papá no estaban seguros de si debían estar contentos o preocuparse por Norberto. Quizá era mejor tener un hijo que fuera como todos los jóvenes de 18 años, pero al verlo leer tanto (¡hasta en inglés!) le perdonaban todo. Tal vez debería salir un poco más y no quedarse encerrado en su cuarto, decía Papá, debería tener una novia, salir con chamaconas, pero eso no pasaba, así que un día decidió que debía tener con él una plática de hombre a hombre. Tocó en la puerta de la habitación, que antes estaba siempre abierta de par en par, y que ahora estaba cerrada a cal y canto. Norberto lo dejó pasar, y entonces su padre pudo ver los cambios operados en su habitación: posters y recortes deThe Smiths y Morrisey tapizaban las paredes antes desnudas. A papá le hubiera gustado más ver féminas sin ropa, calendarios tipo taller mecánico, cualquier cosa era mejor a lo que ahora estaba viendo: cuatro tipos repetidos al infinito que lo miraban fijamente desde las paredes.
— ¿Y ese de las flores? ¿Es marica? — preguntó casualmente Papá.
— Es célibe, se llama Morrisey.
Papá tuvo que revisar en el Pequeño Larousse Ilustrado que se empolvaba en un rincón de la sala, en el librero donde también estaba laEnciclopedia Salvat, para checar la palabra que, sí, claro que sabía su significado, pero ahora no lo recordaba bien. Suspiró aliviado, al menos su hijo no admiraba a un puto.
Al otro día Mamá lo obligó a salir de su cuarto, no podía pasarse todo el verano encerrado, tenía que ventilarse. Norberto dijo que sí, pero exigió que le compraran una bicicleta.
Para 1990 el grupo The Smiths ya llevaba tres años separado, pero eso no evitó que Norberto se obsesionara con ellos. En un viaje a USA, viendo 120 minutes en MTV, el video de la canción "Stop me if you think you've heard this one before" lo impactó. En él, Morrisey y unos cuantos seguidores de los Smiths, ataviados con suéteres de punto, jeans y lentes de nerd, dan vueltas en bicicleta por lugares y calles de las cuales Norberto no tenía la más remota idea de su existencia. Por primera vez en su vida sintió un impulso irrefrenable: quería ser uno de ellos.
Trajo a México todos los LP's y casetes que había en una tienda de discos usados que encontró. La verdad es que fueron muy baratos porque el Compact Disc los estaba desplazando. Además trajo posters, camisetas y revistas atrasadas con reportajes de la banda.
Los pantalones de mezclilla ya los tenía, pero ahora se fijó en si estaban lo suficientemente entubados. Los suéteres los consiguió del armario de su papá, había algunos que tenían gamuza, otros llevaban rombos a través del pecho. La t-shirt de los Smiths, una con la portada del Meat is murder, la trajo de su viaje. Fue a hacerse un examen de la vista gratis a la óptica de la esquina, y de manera providencial le dijeron que necesitaba lentes, una graduación mínima solamente para poder ver por las tardes, a esa hora indefinible que no es de día ni de noche y que es cuando hay tantos accidentes de tráfico. Mamá no se pudo negar a comprárselos, aunque cuando escogió una armazón de pasta, pesada y anticuado, el optometrista y Mamá lo trataron de convencer de que se comprara una más moderna. Pareces ratón de biblioteca, le dijo Mamá pensando que eso lo haría inclinarse por otros, pero él recordó aquello que cantaba Morrisey en una canción: there's more to life than books, you know, but not much more.
De haber leído sólo El Principito (y no completo) de repente se sumergió en las obras completas de Oscar Wilde. También en la poesía de Keats y Yeats. A estos dos últimos no les entendía, pero ¿qué importaba? paladear cada palabra era suficiente para que se sintiera transportado a Londres, y si lo hacía con un té negro bien cargado, mejor. Lo malo es que los tés La Pastora sabían a agua de calcetín remojado. Por más que intentó nunca logró encontrar, en el Aurrerá de la esquina, la marcaCeylon (sic) que tomaba Morrisey.