En sueños

86 2 0
                                    

Por Joselo Rangel

Wednesday, July 2, 2014




—Qué extraño, siento como si en otra vida hubiéramos sido novios. —me dijo Ariadna, la secretaria de mi amigo Benito, cuando ya me estaba despidiendo.

— ¿En otra vida? ¿En serio? Qué raro —fue lo único que se me ocurrió contestar, y salí de la casa productora pensando en qué significaba eso ¿Me está tirando la onda? Claro, qué pendejo. Estaba tan desacostumbrado que ni siquiera me di cuenta del flirteo. Así que regresé, aunque ya llevaba varias cuadras de camino al metro (en esa época no llegaba a coche), y la invité a tomar algo cuando saliera de trabajar.

— ¿Cómo? Ah, ¿es por lo que te dije? ¡Uy! No me malinterpretes, pero solo sentí eso ¿estuvo mal que te lo dijera? ¡Perdón!

Me sentí más pendejo todavía que antes, y corroboré que a las pinches viejas no las entiendo. De todos modos al pasar la semana me di cuenta que no dejaba de pensar en ella, así que en cuanto tuve oportunidad le pregunté a Benito por su secretaria y se carcajeó.

—Jajaja. No mames, pinche Arturo, siempre tuviste gustos raros.

—No está tan mal ¿o la vez muy de a tiro?

—A mí no me gusta nada. Ni cachonda la veo. Además tiene un novio que no te quieres encontrar.

— ¿Ah sí?

—Un tipo mamadísimo, como dueño de gimnasio, ya sabes. No tiene nada que ver con ella, aunque igual y sí, la verdad es que no la ubico. Lleva más de un año aquí y no le agarro la onda.

—Pues si tiene novio ni hablar.

— ¿A poco la ibas a invitar a salir? No mames ¿te cae?

— Se me antoja.

— Ah, bueno, eso ya es otra cosa.

La verdad es que no se me antojaba, o no nada más eso. Sentía interés por ella. Estoy seguro que mucha gente no sabría decir si era guapa o solo chistosa. Mis gustos son raros, así que no soy una persona de fiar en estos casos. Pero con todo y que me gustan raritas, no me gustó inmediatamente. Fue con el tiempo, con las visitas mes con mes para pagarle la renta a mi amigo, que adquirí un gusto por ella. Era de esas bellezas "de salón de clases". Al principio del curso te llama la atención pero no mucho, y conforme pasan los días, las semanas, los meses te va gustando más y más y al final, en el último día, cuando sabes que ya no la volverás a ver jamás, eres capaz de hincarte y declararle tu amor, pues te fuiste enganchando sin notarlo.

No tenía ningún pretexto para verla, más que cuando me tocara pagar la renta. Desde el principio Benito y yo decidimos que fuera cada mes a la casa productora en donde él era uno de los meros meros y le pagara a su secretaria. Ella llevaría un registro de mis rentas pagadas en un cuaderno y me daría un recibo, un papel que avalara que yo había cumplido con mi parte.

Ariadna era muy amable conmigo. No recuerdo de qué platicamos la primera y segunda vez que nos vimos pero en cada encuentro era un poco más. Small talk como dicen los gringos, pero me invitaba a sentarme un rato y me ofrecía café. Esto me ponía feliz. Supongo que era por mi soledad, hacía meses que no salía con nadie, y no porque no quisiera. La racha no había estado buena, así que de repente me descubría viendo y pensando en mujeres que en otro momento no voltearía a ver. Esto de "novios en la otra vida" fue lo más cercano que estuve de ligármela, y ni siquiera se me ocurrió a mí.

El siguiente mes me presenté a pagar, y la verdad es que desde días antes tenía ganas de ver a la secretaria. No se me quitaba de la mente el hueco que tenía en medio de sus dientes frontales, seguramente una de las razones por las que a mi amigo Benito le resultaba espantosa. Por esos días vi una top model en una revista que tenía esos mismos dientes. Que extraño que esa dentadura, fea en otra época, resultara ahora atractiva en el mundo de la moda.

Textos Mutantes (Cuentos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora