Por Joselo Rangel
Wednesday, May 7, 2014
La banda está lista, o casi. Han trabajado duro para sonar como ningún otro grupo, nacional o extranjero. Durante estos largos años cada uno ha perfeccionado su ejecución en el instrumento que ha elegido: guitarra, bajo, teclado, batería. El cantante en su voz y en su performance, el cual nadie ha visto más que sus compañeros, pues mantienen todo en secreto, ensayan a puerta cerrada.
Sólo las novias celosas han ido a comprobar que en realidad estén ahí enclaustrados tantas horas a la semana haciendo música, pues nadie ve resultados. Estas parejas salen deslumbradas. Jamás han visto una banda tan buena, tan poderosa. ¿Qué esperan? dicen, ¡Salgan a tocar ya! Las novias ya no son novias, son fans, son grupis.
No, dice el vocalista, todavía hay que mejorar. Como el tiempo pasa la novia-fan-grupi se aburre, se frustra de escuchar a su pareja ensayar y ensayar sin ver nada claro. Se va. Truena al novio tan talentoso malgastado en ensayos. Tal vez a otra le tocará la fama pero a mí no, piensa. Ni modo. Le desea suerte. A su novio, a la banda. Ella tiene que continuar.
Se termina la década de los ochenta, y en los noventa el grupo ya está listo pero les falta un nombre que sea EL MEJOR NOMBRE DE BANDA DE ROCK DE TODOS LOS TIEMPOS. Todos los días se llaman distinto. Ninguno les satisface del todo. Para probar el nombre hacen flyers para ver si funciona; lo ponen en el cartel del primer Lollapalooza, por ejemplo, pues esperan la internacionalización. Hacen grabaciones de audio: "and the Grammy goes to..." "Y el MTV latino para mejor banda nueva va para..." Y ahí ponen el nombre elegido ese día, pero lo desechan por ñoño, por absurdo, por ser demasiado sexista, por resultar extremadamente aventurado, por aburrido. Escriben reseñas ficticias con el estilo de la SPIN, criticando muy bien su primer disco para ver qué tal se ve el nombre. Crean portadas para ese álbum que algún día tendrán, probando nombre tras nombre tras nombre. Pero no se deciden, pues ninguno es EL NOMBRE.
La banda esta lista, o casi, pues aún no han grabado el demo que entregarán a la disquera que los firmará. Trabajan en él con ahínco, pero cuando lo terminan no están a gusto. Así que lo graban una y otra vez, para que suene como ellos quieren.
Cuando por fin terminan de grabar, un año después, pasan a la mezcla. Es la primera discusión de la banda. No se pueden poner de acuerdo en el volumen de la voz, el vocalista la quiere menos in your face; el guitarrista quiere su guitarra más alta, pero el tecladista también su teclado; el bajo no se siente (claro, en donde hacen la mezcla no haysubbuffers); y al baterista, que podría solucionarlo todo pues tiene un oído privilegiado, todos lo consideran un pendejo, así que cualquier comentario que hace lo toman como si no hubiese dicho nada.
Están tan cerca del truene que dicen: dejémoslo descansar un poco, regresemos a ello en unos meses. Pero los meses se convierten en un año, en dos, porque un par de ellos se casa y tiene hijos, otros dos no se casan pero tienen hijos de todos modos, uno se queda soltero y escala hasta el peldaño más alto de la agencia de publicidad en donde trabaja y, cómo creen que va a renunciar. Cuando por fin se juntan y escuchan la grabación se dan cuenta que la última mezcla era la correcta pero lo que ahora no les gusta es la música. Suena muy vieja, caduca.
Tienen que hacer nuevas canciones, que reflejen el momento presente. Se ponen a darle, tienen nuevos bríos. Suenan más salvajes que nunca, madurar les ha hecho bien. Graban un demo que parece un disco, encuentran el nombre correcto por fin. Ya no existen las disqueras, así que preparan todo para lanzarlo por internet. Se toman fotos. Escogen su mejor vestuario. Cada uno reflejando su personalidad. Cada prenda es una oportunidad de decir algo al observador, al posible fan.
La sesión de fotos es un éxito. La fotógrafa, una hípster total, está feliz. Los cita a la semana siguiente para ver las fotos, pues lo ha hecho todo a la vieja usanza, old school, nada de digital, ha usado un rollo que tiene que revelar en su cuarto oscuro. La fotógrafa les muestra sus favoritas, que ha ampliado, pero aun así les da una hoja de contactos para que ellos escojan. El guitarrista es el primero en notarlo. Le cuesta trabajo decirlo pero lo dice al fin: estoy gordo y calvo, no me había dado cuenta que ya estaba tan viejo. La música no checa con nuestra edad, con nuestra imagen. Nos veríamos ridículos saliendo así.
El guitarrista deja el estudio de la fotógrafa, que se siente ofendida creyendo que el músico la culpa a ella de su panza y su peinado de queso Oaxaca.
—Pues está viejo, no puedo hacer más —dice con rabia. —Además de eso se trata, de que son una banda de rucos haciendo música de jóvenes, es lo más cool que he escuchado nunca. La decadencia que reflejan en las fotos, la ñoñez, se me hace de huevos. La ironía que tienen sus canciones es muy sutil, parece que lo hacen todo en serio pero es un gran chiste ¿o no? No mames wey ¡yo creo que les va a ir CABRÓN!
La banda ya no está tan lista, pues se dan cuenta que su música no será comprendida, o lo que es mucho peor, podría ser mal interpretada por la posible audiencia. Deciden tronar el grupo y no mostrarlo jamás.
A veces, cada uno por su lado, escuchan los demos, ven las fotos y creen que hubieran sido un éxito. Pero luego piensan que no, que lo mejor fue no haber salido. Algunos se deprimen y piensan que tiraron su vida entera a la basura. Todos menos el baterista, pues gracias a la última sesión de fotos conoció a la fotógrafa hípster y se casó con ella. Tienen un hijo que acaba de cumplir trece años. El chamaco ya está empezando a tocar la bataca y la verdad es que toca de huevos.
Pronto, muy pronto, va a armar su banda y estará listo para conquistar al mundo.
Ya lo verán.