Zorra (1)

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Por Joselo Rangel

Wednesday, March 19, 2014




(Primera de dos partes)

El vocalista de Cometa, la banda nueva que tocaba ese viernes en el Imperial, era buenísimo. Se plantaba ante la audiencia y no había de otra mas que voltear a verlo, observar cada uno de sus movimientos. Era flaco, desgarbado. No era guapo pero atraía mucho a las mujeres. En los hombres causaba algo extraño, pues a veces parecía una niña larguirucha. Lo mejor de todo era que no tenía la más mínima pretensión de caerte bien. Pero Yenia no lo veía a él. Observaba al bajista. Esa era su presa de la noche.

Yenia sabía que los bajistas en el mundo del rock son los menospreciados. Pocas veces se les ha dado el lugar que merecen aunque su papel en una banda es fundamental. Hay gente que nunca en su vida ha logrado escuchar lo que hace el bajista. No oyen la línea melódica, o el golpe repetitivo que lleva la canción hacia adelante. Yenia sabía distinguir un buen bajista de uno malo. Y éste era bueno, bastante bueno.

Además, desde el lugar en el que estaba situada, podía ver claramente que el bajista estaba teniendo una erección mientras ejecutaba su instrumento. Tampoco era muy notoria, no es que estuviera superdotado. Pero algo tenía. Sobre todo era interesante que al tocar su bajo llegara a semejante muestra de virilidad, ¿o estaba viendo a alguien en particular?¿O tal vez la canción que estaba tocando se la había compuesto a alguien especial y ahora se acordaba de ella? Era tal la curiosidad que le causaba a Yenia que no se dio cuenta que el baterista y el guitarrista la miraban fijamente. Ella solo tenía ojos para el bajista y éste no la pelaba, tenía la mirada fija en su instrumento. ¿Sería éso, que amaba tanto a su bajo al punto de causarle una erección? Si esa era la verdad, si de eso se trataba, Yenia estaba dispuesta a llevárselo a la cama esa misma noche. Le gustaban los freaks.

Cuando terminaron de tocar, mientras subían a verlos al camerino, el Chamuco le dijo a Yenia: "Me gustan, tienen todo; tocan bien, muy buen frontman, lo único malo es que les faltan canciones". Yenia, que sabía mucho de música, se quedó pensando que sin canciones ningún grupo lograría nada, pero se quedó callada. No iba a contradecir al Chamuco, el mero mero del Imperial. Cuando llegaron al camerino el Chamuco no hizo mención de su crítica, sólo los felicitó y les dijo que los iba a programar el siguiente mes sin falta. Los Cometa estaban felices.

Yenia jugó su juego impecablemente. No fue directo al bajista, al que apodaban El Topo, sino que primero flirteó con todos los demás del grupo hasta llegar a su verdadera presa. Estuvieron platicando mucho tiempo, y cuando todos se desperdigaron por el antro, Yenia le dijo al Topo que por qué no se iban a otro lugar a estar solos, a su departamento, por ejemplo. Hacía años que Yenia no tenía roomates, así que ahí podían estar tranquilos, escuchando música. Mientras se lo decía le pasó la mano por la entrepierna de una manera tan sutil que daba la impresión de que nada hubiera sucedido. Al Topo hasta le daban ganas de preguntarle "¿me acabas de acariciar el pene?", pero no lo hizo, porque pensó que sólo había sido su imaginación.

Como el bajista no se decidía, Yenia lo tomó de la mano para sacarlo de ahí. En el piso de arriba estaba el Negro de DJ, y cuando vio a Yenia haciendo de las suyas, le puso una canción: Foxy Lady. Era una broma privada. La guitarra de Hendrix comenzó a sonar y Yenia le hizo un ademán al Negro como diciéndole vas a ver. O.k., ella era una zorra, pero no tenía que restregárselo en la cara. Sonrió. Para complacer al D.J. se puso a bailar mientras el Topo trataba de seguir el ritmo sin lograrlo.

—Yo soy la Foxy Lady, ¿se me nota?

—Creo que sí.

Y lo volvió a acariciar de una forma que nadie lo había hecho jamás. ¿Cómo lo hacía? Era un misterio. Parecía que Yenia sabía un arte olvidado o solo reservado para las geishas o las mujeres de un harem. Lo increíble era que nadie notaba cuando lo estaba haciendo. Así que el chofer del taxi en el que iban no veía mas que a dos personas muy quietecitas, mientras Yenia hacía sus trucos: dejaba que su cuerpo se recargara sobre el Topo en cada curva, y aprovechaba para recorrer con sus dedos invisibles su entrepierna. Como también se había quitado los zapatos, con un pie acariciaba la pantorrilla del bajista. El Topo, ya demasiado caliente, quiso besarla en la boca pero Yenia lo rechazó. Era extraño, pero nunca dejaba que la besaran en público, según ella de esa manera no se balconeaba. Hasta ahora nadie la había visto fajonearse en algún antro o en un concierto, ni en una fiesta, ni en un camerino. Podían decir muchas cosas de ella, pero nadie podía esgrimir pruebas contundentes. Así que los chismes terminaban con un ¿tú la viste? —La verdad no, pero...

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