Por Joselo Rangel
Wednesday, September 3, 2014
A Fabiola nunca le pasó por la cabeza faltar a la obra en donde su único hijo actuaría uno de los papeles principales. Aun cuando sabía que iba a coincidir con su ex marido, Octavio, llegó puntualmente al teatro. Era hijo de los dos, ok, así que entendía si su padre quería verlo brillar en el escenario. Pero aunque se vieran, no pensaba saludarlo. Ella había quedado más dolida con la separación, y sabía que a él tampoco le hacía mucha gracia tener que encontrársela. Durante todos estos años se habían visto lo mínimo, solo para resolver asuntos del tema que más les interesaba: su hijo. Además, cuando se habían topado por casualidad, no se miraban ni siquiera a los ojos, y dos personas que no hacen contacto visual es muy difícil que se saluden.
A Fabiola le había sorprendido que su hijo tuviera tan buen papel en la obra, pues no sabía lo bueno que era. Los papás suelen ser los últimos en advertir el verdadero talento de sus retoños, y más cuando esperan que se dediquen a otra cosa. Le había molestado mucho que estudiara actuación. ¿Actor? siempre pronunciaba la palabra con un asomo de duda. Pero su hijo se había salido con la suya, y ahora se graduaría con honores, haciendo uno de los mejores papeles en la obra que era su examen final.
Fabiola fue acompañada al teatro por su novio, con el que llevaba más de cinco años, pero cuya relación no avanzaba desde hacía dos. En el lobby se iba juntando gente, casi todos familiares de los que ese día se graduaban —era fácil distinguirlos por el tamaño de los ramos de flores— pero también había actores, algunos muy conocidos, y uno que otro director en busca de nuevos talentos.
—Esa niña debe tener aire en el cerebro para andar con semejante adefesio —dijo Fabiola como si estuviera hablando del clima.
— ¿Qué? —su novio no sabía a quién se refería.
—La pareja de Octavio —señaló Fabiola hacía la otra esquina del lobby como si espantara una mosca. Su ex esposo iba con una joven a la que le llevaba más de dos décadas —tenía cincuenta—, pero que por el modo en que ella iba vestida y se desenvolvía, daba la impresión de que buscaba acortar esa diferencia de edad tan notoria.
Abrieron las puertas y entraron todos al teatro a tomar sus lugares. Fabiola agradeció la delicadeza de su hijo de no sentar a su ex marido junto a ella. Aunque estaban en la misma fila, había más de veinte butacas que los separaban.
Aun así no podía dejar de percibirlo por el rabillo del ojo. Le daba la impresión de que este hacía todo lo posible por llamar su atención: la forma en que se quitó el saco aunque no hiciera calor, el modo en que tomó de la mano a su pareja y le susurró algo al oído. No sabía si iba poder concentrarse en la obra, teniendo a esos dos ahí sentados. Probó con el programa de mano: se lo puso a un lado de la cara para no verlos. Pero era demasiado rudo, así que le pidió a su novio, que era muy gordo, que intercambiaran lugares, así le serviría de barrera.
Seguramente su ex esposo se dio cuenta porque besó a su novia en la boca sin venir a cuento. Qué ridículo, ¿no sabía que la gente se reía de la diferencia de edad que tenía con su pareja? ¿Para qué exhibirse en un teatro, enfrente de toda la gente? refunfuñó ¿Creía que sólo él podía hacerlo? Así que le dio un beso a su novio, también en la boca. Fue un poco exagerado, demasiado pasional, un tipo de beso que solo le había dado en algún momento de arrebato. Su ex fingió no haberla visto, pero seguro se había dado cuenta de todo. Eso la hizo sentirse peor, lo que quería era que no estuviera ahí, estorbándole la vida. Qué ganas de borrarlo, de desaparecerlo para siempre.
—Soy una estúpida —dijo cuando el programa se le resbaló de las manos y cayó al suelo.
— ¿Qué pasa? —preguntó él, extrañado de que ella se enojara de algo tan simple.
—Nada, no me hagas caso. —dijo, pero el tono de su voz parecía decir todo lo contrario.
Fabiola recordó el infierno en el que vivió mientras estuvo casada. Sobre todo al final de su relación. Mientras daban la primera y segunda llamada, no escuchó bien lo que su pareja le había comenzado a platicar. Algo sobre actores y películas. Su mente vagaba en el pasado. No había sido buena idea venir, sabiendo que se encontraría a su ex. Quizás ni siquiera podría ver bien la obra, ver la actuación de su hijo como éste se merecía. Pero cuando dieron la tercera llamada y apagaron las luces, la obra la empezó a absorber.
Por algo había directores y actores conocidos viendo la puesta en escena, el nivel de actuaciones era magnífico. O esa fue la conclusión de Fabiola cuando su pareja, quien sí sabía de teatro, le dijo al oído varias veces "tu hijo es un excelente actor", y una fila más adelante, escuchó a un anciano decir: "es el mejor Kowalski que he visto nunca".
Al terminar la función el público se puso de pie para ovacionar a los actores, gritar su nombre a voz en cuello, y llevarles ramos al escenario. Fabiola se sintió mal de no conocer antes esta tradición de las flores, y por eso llegar al estreno de la obra de su hijo con las manos vacías. No sabía que se emocionaría tanto, al punto de llegar a las lágrimas. La gente aplaudía a rabiar y ella sabía que quien se llevaba las palmas era ese chico que había actuado de Kowalski, su hijo.
Y entonces, no supo muy bien por qué lo hizo, pero mientras el público ovacionaba a los actores, Fabiola volteó a ver a Octavio, su ex, para descubrir que él también la miraba. Fueron unos cuantos segundos nada más, no había odio en sus ojos, pero tampoco amor, era otra cosa. Y como si fuera el gesto más natural entre los dos, se sonrieron.
La joven pareja de Octavio se dio cuenta y decidió que esa noche, cuando hicieran el amor, se embarazaría. Nunca había sentido tantos celos, lo que significaba que estaba perdidamente enamorada de este hombre, al punto de compartir la vida con él.
El novio de Fabiola también notó la sonrisa, y se dio cuenta de que llevaba mucho tiempo molesto. Esta era la señal que estaba esperando desde hacía meses. Supo que la relación no los estaba llevando a ninguna parte, y decidió que más tarde, durante la cena, rompería el noviazgo de cinco años con Fabiola.