Por Joselo Rangel
Wednesday, November 5, 2014
Lorena era todo lo contrario a Teto: ella se levantaba temprano, Teto, tarde; Lorena hacía yoga todos los días y era vegana, Teto no movía un dedo (bueno, de hecho si, pero sólo para tocar el bajo), y le encantaban los tacos de carnitas, barbacoa, cabrito y pastor; Lorena adoraba la naturaleza y los animales, y los defendía, Teto amaba el Distrito Federal, su caos, su desmadre, además, las ballenas y los pandas le daban igual, incluso los toros de lidia y la fiesta brava. Ni siquiera en las mascotas coincidían, Teto prefería los gatos, a quienes no es necesario hacerles caso. Lorena amaba los perros hasta la locura.
Eran muy distintos pero algo había pasado aquella vez que por azares del destino tuvieron sexo.
A Lorena ningún amante la había tratado con tanta delicadeza como Teto. Tenía un cuerpo que despertaba pasiones desenfrenadas, y la mayoría de los hombres la trataban salvajemente, con rudeza, con desesperación. Todo lo contrario había sucedido con Teto, que fue haciendo las cosas pasito a pasito, sin abalanzarse. Lo hizo todo muy lento y eso volvió loca a Lorena.
La verdad era que Teto estaba tan nervioso de tener sexo con esa beldad, que su cuerpo le hizo una mala pasada: no se le paró. La ansiada erección no llegaba, y para disimular, antes de quitarse la ropa, acarició a Lorena por todos lados, hizo uso de los trucos que se sabía, aprendidos en películas porno y hasta en libros de educación sexual, en donde no tenía que usar su miembro para darle placer a una mujer. Cuando por fin ya estaba listo, se dio cuenta de que estaba demasiado excitado, que si iba muy rápido se iba a venir en dos segundos, quedando como un vil eyaculador precoz ante esa diosa del Olimpo. Decidió irse muy despacito, no fuera a pasar un accidente imprevisto. Retrasó la penetración hasta el último segundo, así que para cuando ocurrió, Lorena ya había llegado al orgasmo varias veces (algo que nunca le había pasado), gracias a los eternos juegos preliminares de Teto. Ahí quedó prendada del ex bajista de Los Desesperados, y él, sin ser un sex symbol ni mucho menos, se quedó disfrutando de ese ser angelical que había bajado a la tierra para su deleite.
Llevaban tres meses cuando Lorena lo invitó a irse a vivir con ella a Tepoztlán. Una amiga le pidió que la supliera en las clases de yoga que daba en un estudio en el Pueblo Mágico mientras ella se iba al extranjero. Hacía ese viaje cada año durante dos meses, así que la oferta tenía la particularidad de que era algo temporal. A Lorena y Teto les daba la oportunidad de ver qué tal se sentían juntos, rodeados de naturaleza y montañas. No tenían que pagar hospedaje porque Artemisa, la amiga de Lorena, les dejaba su casa y sobre todo a los cinco perros de distintas razas que tenía para que los cuidaran en su ausencia.
Teto no estaba tan entusiasmado con la idea, pues le encantaba vivir en el DF, pero aceptó sólo por estar con su novia. Al fin y al cabo ya no tenía grupo, que era lo que lo ataba a la ciudad. Los Desesperados habían sido su vida, aunque seguramente nadie se lo creería, pues nunca hizo nada por la banda. En realidad Teto no hacía nada, punto. Ni por la banda ni por otra cosa. Se la pasaba tocando el bajo todo el día, sacando rolas de sus grupos favoritos en el bajo y en la guitarra, la cual tocaba bastante bien. Ahora que ya no estaba más con ellos, que las cosas habían terminado tan mal, comenzó a preguntarse si valía la pena todo lo que estaba haciendo. Así que se instalaron en Tepoz.
Lorena daba clases de yoga todos los días. Lunes, miércoles y viernes en el Amate, y martes y jueves en la casa de Diana, en un estudio impresionante en medio de un jardín místico. Teto se quedó en casa las primeras semanas, pero se aburría. Un día salió a explorar los alrededores pero unos perros le comenzaron a ladrar sacándole un susto de muerte. Había muchos libros en la casa, pero a él no le gustaba leer. Para colmo, los cinco perros de Artemisa se la pasaban chillando, pidiéndole que jugara con ellos, cosa que jamás iba a hacer. Pero lo peor de todo era que no había televisión. Podría haber visto cosas en la computadora, pero el internet era lentísimo, se desesperaba mucho.