Ser un buen amigo

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El despertador sonó a las ocho de la mañana del sábado. La cancioncilla se mezcló tan bien con el sueño de Luv que sonrió, todavía dormida, levantando la cara hacia el hombre atractivo en uniforme que acababa de decir «Sí, quiero». Él levantó el velo y presionó los labios contra los de ella.

«Lo siento mucho, Luv», susurraba, justo como había hecho en el lago. «Lo siento mucho», repitió. Luv lo besó frenéticamente. No quería que se disculpara, quería que la besara sin parar, que la abrazara. El subconsciente le decía que todo era un sueño y que pronto se despertaría y la posibilidad de besarlo se derretiría en el País de Nunca Va a Pasar.
«Lo siento mucho, Luv». Luv suspiró. La impaciencia empañaba el hecho de que la voz que oía ya no era la de Jungkook.
—Siento despertarte, Luv, pero tengo que enseñarte una cosa. ¿Estás despierta?
Luv abrió los ojos, soñolienta, aceptando que no estaba en la iglesia, que nunca habían sonado campanas de boda y que Jungkook estaba a cientos de kilómetros, en Fort Sill.
—¿Luv? —Rita estaba de pie, a menos de medio metro de la cama y, sin avisar, se bajó la cremallera de los pantalones, se los bajó hasta las caderas, se subió la camisa y la metió por la banda elástica del sujetador de tal manera que se le veía el abdomen. Puso los brazos en jarras y sollozó:
—¿Lo ves?
Luv, adormecida, se fijó en sus curvas y en la piel desnuda que se extendía bajo los grandes senos de su amiga. Deseaba que Rita hubiera esperado unos minutos para entrar en la habitación y empezar a desnudarse. A Luv todavía le pesaban los ojos de sueño y no le iban las chicas con curvas. Ansiaba a un hombre concreto en uniforme. Alzó las cejas a modo de pregunta y balbuceó:
—¿Eh?
—Luv, ¡mira! —Rita se señaló con ambas manos la parte baja del vientre, justo debajo del ombligo—. Es enorme. No podré esconderlo mucho más tiempo. ¿Qué voy a hacer?
No era enorme, solo estaba un poco hinchada y la barriga le sobresalía ligeramente por encima de las bragas de encaje negro. Luv tenía unas iguales escondidas al fondo del cajón, pero solo se las ponía cuando tenía que escribir una escena de amor como la que había escrito la noche anterior (hacía apenas unas horas). Pero Rita no iba a irse y a dejarla regresar a su sueño, así que Luv se apoyó sobre un brazo y, con poca energía, se levantó y se apartó los rizos de los ojos para tener una
mejor perspectiva del problema de su amiga. Inclinó la cabeza hacia un lado, luego hacia el otro y examinó el vientre de Rita.
—¿Estás embarazada? —preguntó con la voz entrecortada. La habían despertado tan repentinamente del profundo estado de ensoñación que todavía estaba confundida y le había costado entender el problema de su amiga. Rita tiró de la camisa, la desenganchó del sujetador y se subió los pantalones apresuradamente, como si quisiera volver a esconder el secreto ahora que Luv lo sabía.
—¿Rita?
—Sí. —Se desplomó en la cama y aplastó los pies de Luv. Rita se disculpó y rompió a llorar cuando Luv quitó los dedos de los pies de debajo del cuerpo de su amiga.
—¿Vas a casarte? —Luv le acariciaba la espalda mientras le hablaba con suavidad, de la misma manera que lo hacía su madre cuando ella lloraba.
—Becker no lo sabe. No se lo he dicho a nadie. ¡Quería cortar con él, Luv! Ahora ya no puedo.
—¿Por qué? Creía que estabas loca por él.
—Lo estaba. Lo estoy. Un poco. Es que va muy deprisa, no puedo seguirle el ritmo. Yo quería que nos diéramos un tiempo. Ir a la universidad… no sé. Había pensado incluso en hacer de au pair en Europa… Así es como llaman a las niñeras, ¿a que mola? Quería ser au pair. Ahora ya no puedo
—dijo Rita, y empezó a llorar todavía más.
—Siempre se te han dado bien los niños —Luv no sabía qué decir para consolar a su amiga— Pues ahora tendrás uno tuyo. Quizá no puedas irte a Europa ahora, pero podrías abrir una guardería… o estudiar para ser profesora. Serías una maestra de jardín de infancia estupenda. Eres
guapísima y amable, los niños te adorarían.

Fern también había pensado en irse de la ciudad, ir a estudiar a otro lugar, donde pudiera empezar de cero y deshacerse de los estereotipos que la perseguían, pero no podía dejar a Taehyung. Además, quería ser una escritora de novelas románticas, y eso lo podía hacer igual desde Venecia o París que desde la casa de al lado de la de Taehyung, en Hannah Lake.
—¿Qué he hecho? —gimió Rita. Fern la miró con cara de póker y dijo:
—Me sé la canción de Grease 2 sobre la reproducción de pe a pa. ¿Quieres que te la cante lentamente? —preguntó intentando hacer reír a Rita, que seguía llorando.
—Qué graciosa eres, Fern —contestó y sonrió un poco cuando Luv empezó a cantar la canción sobre las flores y el estambre, articulando claramente las palabras en un tono agudo. Hasta consiguió, en medio del drama, que Rita se dejara llevar por el ritmo pegadizo y la sensiblería de la
canción y cantara un par de estrofas.
—No se lo cuentes a Taehyung, ¿vale? —pidió Rita cuando dejaron de cantar. Luv le acariciaba el pelo.
—¿Por qué? Es nuestro mejor amigo. Se acabará enterando de todos modos y se preguntará por qué no se lo dijiste tú misma.
—Siempre me ha hecho sentir especial, ¿sabes lo que quiero decir? Y cuando la cago y hago alguna estupidez, me da la sensación de que lo decepciono. A lo mejor me decepciono a mí misma y le echo la culpa a él —dijo Rita mientras se secaba las lágrimas que le recorrían las mejillas y
tomaba una bocanada de aire como si fuera a saltar a una piscina.
—Pero eso es lo bueno de la amistad, que no tienes que ser perfecto o merecer los amigos que tienes. Nosotros te queremos y tú nos quieres a nosotros, y te apoyaremos. Los dos.
—Te quiero muchísimo, Luv. Y a Taehyung también. Solo espero no cagarla y perderos. –Abrazó a Luv con tanta fuerza que no le cupo duda de lo agradecida que estaba y de que la quería. Luv le correspondió el abrazo y le susurró al oído:
—Eso es imposible, Rita.

1994
—Mamá, ¿por qué no tenemos más bebés? Taehyung tiene hermanas mayores. Yo quiero una hermana mayor.
—No lo sé, Luv. Yo he intentado tener más hijos, pero a veces tenemos algo tan especial y maravilloso que es más que suficiente.
—¿Una Luv es suficiente?
—Tú siempre has sido suficiente. —Rachel Taylor miró a su pequeña hija de diez años y rio. Tenía el pelo pelirrojo y los dientes torcidos y demasiado grandes para su boca.Parecía que en cualquier momento iba a desaparecer dando brincos en un claro del bosque.
—Pero necesito un hermano o una hermana, mamá. Necesito cuidar de alguien y enseñarle cosas.
—Tienes a Taehyung.
—Sí, pero el me enseña más cosas a mí que yo a él. Y es mi primo, no es mi hermano.
—No solo es de nuestra familia, también es un amigo especial. Cuando la tía Angie y yo supimos que íbamos a tener bebés nos pusimos contentísimas. Yo pensaba que no podía tener niños, y Angie tenía ya dos niñas y quería un niño. Taehyung nació unos días antes que tú. Y entonces llegaste tú. Fuisteis un milagro, dos regalitos de Dios.
—Supongo que tener a Taehyung es casi igual de bueno que tener un hermano —dijo Luv arrugando la nariz, pensativa.
—¿Sabes que Jesús también tenía un amigo especial? Se llamaba Juan. La mamá de Juan, Isabel, era mayor, igual que yo. Ella también pensaba que no podía tener bebés. Después de que Isabel supiera que iba a tener un bebé, María, la madre de Jesús, fue a verla. Ellas también eran familiares, como Angie y yo. Cuando Isabel vio a María, sintió una patada muy fuerte del bebé en la barriga. María estaba embarazada de Jesús y ya entonces los bebés tenían una unión especial, como Taehyung y tú.
—¿Juan Bautista? —preguntó Luv. Estaba bien versada en los relatos bíblicos. El pastor Joshua y Rachel se habían encargado de ello.
—Sí.
—¿No le cortaron la cabeza? —preguntó Luv con desconfianza. Rachel escupió de la risa. Le había salido el tiro por la culata.
—Sí. Pero no hablo de eso.
—Y Jesús también murió.
—Sí, también.
—Menos mal que soy una chica y no un hombre llamado Juan. Y me alegro de que Jesús viniera antes, así Taehyung no tiene que salvar el mundo. Si no, no sería tan bueno que seamos amigos especiales.

Rachel suspiró. Luv le había dado la vuelta a lo que su madre le había contado. En un último intento de que su hija aprendiera algo, Rachel dijo:
—A veces, ser amigos especiales será difícil. A veces sufrirás por tus amigos. La vida no es siempre fácil, y la gente puede ser cruel a veces.
—¿Como los que le cortaron la cabeza a Juan?
—Sí, exacto —dijo Rachel intentando no reír. Se armó de valor y lo volvió a intentar: quería acabar con un gran final, un final que recordara el sacrificio que había hecho el Salvador—. No es fácil encontrar buenos amigos que se cuiden y se protejan los unos a los otros y, a veces, lleguen incluso a morir por sus amigos, como Jesús hizo por nosotros. Luv asintió con solemnidad, y Rachel suspiró, aliviada. No sabía quién había ganado el
asalto, ni si Luv había aprendido algo de lo que le había contado. Cogió la cesta de la colada y ya se dirigía a la seguridad y tranquilidad que ofrecía la lavadora cuando Luv la llamó.
—Entonces, ¿piensas que yo moriré por Taehyung o que él morirá por mí?


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Jeon Jungkook - Máscara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora