Resolver un misterio

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Volver a casa después del trabajo en bicicleta era una acción instintiva, como caminar por el pasillo de casa en la oscuridad. Luv lo había hecho miles de veces. Volvía a casa, en torno a la medianoche, sin prestar atención ni a las casas ni a las calles por las que pasaba, con la mente en un lugar completamente diferente. Trabajaba de gerente nocturna en el supermercado Jolley, donde había empezado a trabajar el segundo año de instituto. Por aquel entonces se encargaba de poner la compra de los clientes en bolsas y de fregar el suelo, pero trabajó mucho hasta conseguir un ascenso a cajera y, finalmente, el año pasado, el señor Morgan le había dado un cargo, un pequeño aumento y las llaves de la tienda para que se encargara de cerrarla cinco noches a la semana.
Probablemente pedaleaba demasiado deprisa. Ahora lo admitía, pero no se esperaba que un oso pardo gigante que corría sobre las patas traseras se le cruzara al girar la esquina de la calle de su casa. Ella aulló y giró violentamente el manillar de la bicicleta hacia la izquierda para evitar la
colisión. La bicicleta chocó contra el bordillo, cayó en el césped y golpeó una boca de incendios. Luv salió disparada por encima del manillar y cayó en el césped muy bien cuidado de la casa de los Wallace. Se quedó en el suelo un minuto, jadeando para recuperar el aire que le había abandonado el pecho violentamente. Pero tan pronto como se acordó del oso, se puso de pie, hizo un gesto de dolor y se giró para coger la bicicleta.
—¿Estás bien? —dijo el oso, detrás de ella.
Luv volvió a chillar y se dio la vuelta. Estaba a pocos metros de Jeon Jungkook. Sintió como si el corazón le cayera hasta los pies y luego volviera a su lugar. Él le sujetaba la bicicleta, que estaba destrozada después del golpe con la boca de incendios. Llevaba una sudadera negra y ceñida, cuya capucha le cubría hasta la frente y ocultaba su cara mientras hablaba con Luv. Las farolas creaban sombras que le escondían el rostro, pero era él, no cabía la menor duda. No parecía herido. Seguía siendo un chico enorme y todavía tenía los hombros, las piernas y los brazos imponentemente musculados, por lo menos por lo que se apreciaba. Llevaba unos pantalones de punto negros y ajustados y zapatillas negras de correr, que evidentemente era lo que estaba haciendo cuando Luv lo confundió con un oso.
—Creo que sí —respondió ella sin aliento. No se podía creer lo que estaba viendo. Jungkook estaba delante de ella, sano, fuerte, vivo—. ¿Y tú? Casi te atropello. Iba despistada, lo siento mucho.

El chico dirigió la mirada a la cara de ella y luego la apartó. Giró la cara hacia un lado, como si tuviera prisa por irse.
—Fuimos al instituto juntos, ¿no? —preguntó tranquilamente. Cambió el peso del cuerpo de un pie al otro, como hacen los atletas cuando se preparan para una competición. Parecía nervioso, agitado. Luv sintió una punzada de dolor, el dolor que se siente cuando la persona de la que has estado enamorada toda la vida dice que le resultas familiar, pero no se acuerda de ti.
—Jungkook, soy yo. ¿Luv? —respondió Luv con vacilación—. La prima de Taehyung, la sobrina del entrenador Kim… La amiga de Rita.
La mirada de Jungkook volvió a posarse en la cara de la chica, y esta vez no la apartó, sino que se quedó contemplándola de reojo. Todavía tenía un lado de la cara oculto en las sombras. Luv se preguntaba si tenía el cuello lesionado y le dolía al girarlo.
—¿Luv? —repitió él, vacilante.
—Eh, sí. —Esta vez fue Luv la que apartó la mirada. Se preguntaba si él estaba pensando también en las cartas de amor y el beso del lago.
—Pareces diferente —dijo sin rodeos el chico.
—Gracias, qué alivio —contestó Luv con honestidad.
Jungkook, sorprendido, torció los labios ligeramente. Luv le devolvió la sonrisa. —Se ha doblado un poco el cuadro. Súbete a ver si puedes llegar a casa. —Jungkook le acercó la bicicleta, y Luv la cogió por el manillar. Por un momento, la luz de la farola le dio directamente en la cara. Luv sintió cómo se le abrían los ojos y el aliento se le atascó en la garganta. Jungkook debió de darse cuenta de cómo ella tomaba aire, porque la miró a los ojos y se apartó. Se dio la vuelta y se puso a correr rápidamente, dando zancadas suaves por la carretera. La parte de atrás de su ropa se mezcló con la oscuridad que lo ocultó en la noche casi inmediatamente. Luv, que se había quedado inmovilizada en el sitio, lo observó irse. Ella no era la única que parecía diferente.

Jeon Jungkook - Máscara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora