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Curiosamente, la confesión de Luv trajo la paz a la relación. Jungkook ya no intentaba ocultar el rostro constantemente ni esconderse en la cocina. Sonreía más a menudo y también reía. Luv descubrió que era un bromista. Algunas noches, después de que la tienda cerrara, incluso iba a buscarla. Un día se la encontró en la caja registradora, inmersa en una escena de amor. Luv empezó a leer novelas románticas a los trece años. Todo comenzó cuando conoció a Gilbert Blythe del libro Ana la de las de las tejas verdes y quedó prendada de él. Quería volver a enamorarse una y otra vez. Entonces descubrió la editorial Harlequin. Si su madre hubiera sabido cuántas novelas prohibidas había leído el verano antes de empezar octavo curso, le habría dado algo y se habría desmayado encima de su infusión de poleo menta. A partir de ese verano, Luv tuvo un millón de novios literarios.

Jungkook le quitó el libro a Luv de las manos y lo abrió por donde ella estaba leyendo. Ella, avergonzada, lo agarró por el brazo. No quería que viera qué había captado su atención de tal manera. Él se puso el libro delante de la cara y la atrapó con el otro brazo, inmovilizándola como si
fuera una niña de cinco años. Era imposible mover a Jungkook, que era fuerte como un toro, y los intentos de Luv por liberarse y recuperar el libro fueron inútiles, así que se dio por vencida y bajó la cabeza a modo de protesta. Contuvo la respiración, y eso provocó que el calor que irradiaban sus mejillas se le extendiera por toda la cara. Luv esperaba que el chico se echara a reír, pero en lugar de eso leyó en silencio durante unos minutos. Jungkook, desconcertado, dijo:

—Vaya, qué interesante. —Aflojó el brazo un poco.

Luv se agachó y consiguió soltarse. Se llevó un mechón de pelo detrás de la oreja y evitó mirar a Jungkook a la cara:

—¿Qué te parece interesante? —preguntó con despreocupación, como si no se hubiera muerto de vergüenza hacía solo unos segundos.

—¿Lees cosas de estas muy a menudo? —Jungkook respondió con otra pregunta.

—¡Oye! No lo juzgues hasta que no lo pruebes —protestó Luv dócilmente. Se encogió de hombros, como si no se estuviera muriendo de vergüenza.

—A eso me refiero. —Jungkook clavó uno de sus largos dedos en el costado de Luv.

Luv se retorció y le golpeó la mano.

—Tú no has probado nada de esto, ¿no? —continuó.

Luv miró fijamente a los ojos del chico y abrió la boca para tomar aire.

—¿Luv? —insistió Jungkook, que tenía los ojos clavados en los de ella.

—¿Que si he probado qué? —musitó Luv.

—Déjame ver. —Jungkook pasó unas cuantas páginas—. ¿Qué tal esto de aquí? —Empezó a leer lentamente.

El corazón de Luv empezó a latir a toda velocidad cuando oyó la voz de Ambrose retumbar en su pecho.

—«La recostó sobre los cojines y le pasó los dedos por la piel desnuda a la vez que recorría con los ojos el camino que había hecho con la mano. Los pechos de ella se alzaron por la febril anticipación…».

Luv dio un golpe desesperado al libro, que se deslizó por el suelo y, después de pasar por debajo de varias cajas registradoras, acabó detrás de un carrito.

—¿Has probado esto?

Jungkook tenía una expresión muy seria y las comisuras de la boca hacia abajo. Estaba consternado. Sin embargo, le brillaba el ojo sano, y Luv supo que se reía de ella por dentro.

—¡Claro que sí! —fanfarroneó ella—. Muchísimas veces. Es… maravilloso, a mí me encanta. — Cogió un pulverizador y un paño de debajo del mostrador y empezó a rociar con el líquido y a pasar el trapo por encima de su zona de trabajo, que estaba impoluta.

Jeon Jungkook - Máscara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora