-¿Crees que Kim querrá venir con nosotros? —le preguntó Jungkook a Luv cuando la chica salió de casa.
Jungkook se había alegrado cuando la chica había rodeado las palabras «fuegos artificiales», porque los desfiles le parecían aburridos, y normalmente eran a plena luz del día y había mucha gente curiosa. Además, era la fiesta del 4 de Julio, y los vecinos de Hannah Lake podían disfrutar de una buena exhibición de fuegos artificiales en el campo de fútbol americano del instituto. Luv pareció alegrarse cuando le propuso ir
—Bailey está en Filadelfia.
Jungkook intentó calmar el vuelco de alegría que le dio el corazón. Adoraba a Taehyung, pero quería estar a solas con ella.
—¿Vamos a pie? —sugirió Luv—. Hace un buen día y el campo no está muy lejos.Jungkook aceptó, así que atajaron por el césped y se dirigieron al instituto.
—¿Y qué hace Taehyung en Filadelfia? —preguntó él cuando ya llevaban un rato caminando.
—Cada año, Taehyung, Angie y Mike van a Filadelfia a pasar el 4 de Julio. Van al Museo de Arte de Filadelfia. Mike carga con Taehyung y suben los setenta y dos escalones e imitan la escena de Rocky. Angie ayuda a Taehyung a levantar los brazos y juntos gritan «¡Un año más!». A Taehyung le encanta Rocky. ¿Te sorprende?
—En absoluto —contestó él con una sonrisa irónica.
—La primera vez que fueron de vacaciones a Filadelfia, Taehyung tenía ocho años y pudo subir los escalones él solo. Tienen una foto de ese día en la salita. Taehyung sale con los brazos en alto, bailando.
—La he visto —dijo Jungkook. Por fin entendía el significado de aquella foto que ocupaba un lugar tan importante en casa de los Kim.
—Lo pasaron tan bien que decidieron volver al año siguiente. Taehyung también pudo subir los escalones. Cada año se volvía más importante. Pero para cuando Taehyung tenía once años, ya no podía subir, ni siquiera unos cuantos escalones, así que el tío Mike decidió subirlo en brazos.
—¿Un año más?
—Sí. Taehyung desafía todos los pronósticos. La mayoría de niños con distrofia muscular de Duchenne no llegan a su edad y, si lo hacen, no tienen la apariencia de Taehyung. No se les ve tan saludables. De hecho, veintiuno siempre ha sido como un grito de guerra para él, y por eso hicimos una gran fiesta por su cumpleaños. Estamos convencidos de que va a establecer un nuevo récord.Jungkook colocó la manta en un extremo del césped, lejos del resto de gente que había ido a ver los fuegos artificiales. Liv se sentó a su lado, y al poco tiempo el cielo se empezó a llenar de colores. Jungkook se tumbó de tal manera que no tenía que forzar el cuello para ver.
Luv, cohibida, hizo lo mismo. Nunca antes había estado tumbada en una manta con un chico, así que notaba el cuerpo de Jungkook a su derecha. El chico ocupaba más de la mitad de la pequeña manta. Había elegido el
lado derecho, como siempre, para que ella no viera su perfil derecho. No se cogieron de la mano, ni ella apoyó la cabeza sobre su hombro, a pesar de que se moría de ganas de hacerlo.
Luv sentía que se había pasado toda la vida queriendo a Jungkook de una u otra manera, queriendo que él se fijara en ella… que la viera como era de verdad. No como la pelirroja con la nariz llena de pecas, ni la chica con las gafas que hacían que sus ojos parecieran aburridas galletas cubiertas de
chocolate, ni la chica con aparato en los dientes y cuerpo masculino.
Cuando todos esos rasgos cambiaron y acabaron desapareciendo (bueno, todos excepto las pecas), Luv deseó que se diera cuenta. Que se fijara en sus ojos marrones ahora que ya no llevaba gafas. Deseó que viera como su cuerpo había crecido y había desarrollado curvas; que viera que tenía los dientes blancos y rectos. Pero Luv todavía intentaba descubrir si era guapa o fea. El deseo que Luv sentía por Jungkook formaba parte de ella de tal manera que, cuando empezaron a sonar canciones patrióticas en el campo de futbol para acompañar los fuegos artificiales, la chica se sintió muy agradecida de que Jeon Jungkook estuviera tumbado a su lado, de que la conociera, de, aparentemente, gustarle, de que hubiera regresado junto a ella, a la ciudad, y de que hubiera vuelto a ser él mismo.
La gratitud hizo que Luv se emocionara y que le empezaran a caer lágrimas de los ojos, que se convirtieron en cálidos ríos que recorrían sus mejillas. No quiso enjugarse las lágrimas porque pensó que eso llamaría la atención, así que dejó que cayeran mientras veía como los coloridos
fuegos artificiales zumbaban y detonaban en el aire. La cabeza le retumbaba por el ruido de las explosiones. De repente, a Luv le preocupó que el sonido hiciera que Jungkook recordara la guerra, y deseó que estuviera concentrado en el momento, en el allí, en ella, y no en Irak. Que no estuviera pensando en las bombas y en sus amigos, que no habían regresado. A Luv le daba miedo tener que detenerlo para que no se fuera de la celebración, así que alargó el brazo y le cogió la mano. La mano de Jungkook se tensó alrededor de la de Luv. El chico no entrelazó los dedos con los de ella como suelen hacer las parejas cuando pasean, sino que puso su mano alrededor de la de Luv como si cogiera a un pájaro herido. Vieron el espectáculo de fuegos artificiales en silencio, con las cabezas vueltas hacia la luz y conectados solo por las manos. Luv le miró el perfil con disimulo y se dio cuenta de que en la oscuridad, en los instantes
entre las explosiones de luz, la cara de Jungkook seguía siendo tan bonita como siempre. Ni siquiera la suavidad de su calva le restaba fuerza a sus rasgos. De alguna manera, hacía que parecieran todavía más duros y memorables. Con la última explosión del gran número final, las familias y las parejas empezaron a ponerse en pie y a salir del campo. Nadie se había dado cuenta de que Luv y Jungkook estaban en un rincón lejano,
más allá de los límites del césped, detrás de los postes. Cuando los ocupantes y el humo de la fiesta desaparecieron, los sonidos de la noche se reanudaron: los grillos cantaban, el viento soplaba suavemente contra los árboles que rodeaban el campo… Y Luv y Jungkook se quedaron tumbados sin querer romper el silencio ni la sensación de que el mundo se había parado a su alrededor.
—Sigues siendo hermoso —dijo Luv suavemente mientras le miraba la cara.
Jungkook se quedó callado un momento sin apartarse, bufar ni negar lo que acababa de decir.
—Esa frase es un reflejo de tu belleza, no de la mía —respondió al final, y giró la cara para mirarla.
La luz de la luna acariciaba el rostro de la chica, pero era tan tenue que impedía ver de qué color eran sus ojos o su larga melena roja. Sí se distinguían con claridad sus rasgos: los charcos oscuros que tenía por ojos, la nariz pequeña, los labios suaves y las cejas, una de ellas arqueada porque no había entendido la respuesta del chico.
—¿Sabes eso que la gente dice de que la belleza está en los ojos del que mira?
—Sí.
—Siempre había pensado que lo que quería decir es que la gente tiene gustos o preferencias diferentes… ¿sabes lo que quiero decir? Hay chicos que se fijan en las piernas, a otros les gustan rubias, a algunos les gustan las chicas con el pelo largo, etcétera. Nunca me lo había planteado hasta
ahora. Creo que tú ves la belleza en mí porque tú eres hermosa, no porque yo lo sea.
—¿Hermosa por dentro?
—Sí.
Fern reflexionó en silencio sobre lo que había dicho y entonces susurró:
—Entiendo perfectamente lo que dices… y lo aprecio, de verdad que sí. Pero me gustaría que, por una vez, pensaras que también soy hermosa por fuera.
Jungkook empezó a reír, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que no lo decía de broma, que no lo hacía para coquetear. Otra vez el síndrome de la chica fea: ella no creía que él la viera guapa. El joven no sabía cómo hacerle entender que no solo era guapa, sino mucho más que eso, así que se acercó a ella y la besó con delicadeza. No quería que volviera a ocurrir lo de la otra noche, cuando, asustado, se había dejado llevar por el impulso y le había golpeado la cabeza contra la pared al besarla. Ahora la besaba para que entendiera lo que sentía por ella. Se apartó casi inmediatamente para no dejarse llevar y perder la cabeza. Quería que Luv viera que la valoraba y no que pensara que quería arrancarle la ropa; además no estaba seguro de que ella quisiera que un capullo tan feo
como él la besara. Luv era el tipo de chica que lo besaría para no herir sus sentimientos. Ese pensamiento hizo que Jungkook se desesperara.
Luv suspiró, frustrada, se sentó y se pasó las manos por el pelo, que se deslizó entre sus dedos y por su espalda. Jungkook deseaba poder tocarle la melena, enterrar la cara en los mechones densos y olerla. Sin embargo, la había hecho enfadar.
—Lo siento, Luv, no tendría que haberlo hecho.
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Jeon Jungkook - Máscara
Random> [Esta historia es una adaptación todos los derechos para la autora original]