Pillar al malo

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Luv volvió al trabajo unos días después del funeral de Taehyung. El señor Morgan la había sustituido casi una semana, pero necesitaba que volviera. Era más fácil que quedarse en casa limpiando, y Jungkook también estaría allí cuando acabara su turno. A las diez Luv ya estaba cansadísima.
Jungkook la miró y le dijo que se fuera a casa, pero lo único que consiguió fue que se pusiera a llorar, llena de inseguridad. Jungkook la besó y consoló, y la pasión hizo que se frustraran, lo que a su vez provocó que Jungkook le dijera que se fuera a casa. Y el ciclo se repitió.

—Luv, no quiero hacer el amor contigo en el suelo de la pastelería, cariño. Y si no mueves ese culo tan bonito que tienes y te vas a casa, eso es lo que va a pasar, así que vete.
Jungkook le dio un beso en la nariz llena de pecas y la empujó para que se fuera.
—Vete —repitió.
Luv todavía estaba pensando en el ardiente sexo en el suelo de la pastelería cuando salió por la puerta de empleados de detrás de la tienda. Casi no podía soportar dejarlo, estar sin él se había convertido en una tortura. Pronto, el chico se iría a la universidad, y sin Taehyung y con Jungkook tan lejos, Luv no sabía lo que iba a hacer con su vida. Solo de pensarlo, la invadió una oleada de emoción que hizo que regresara a la puerta de empleados para volver a entrar. Se preguntó qué haría Jungkook si lo seguía. Podría matricularse en la universidad y conseguir una beca. Podría vivir en la residencia, matricularse en un par de asignaturas y, a la vez, escribir por la tarde y seguirlo como si fuera un perrito, como había hecho
toda la vida.

Luv negó con la cabeza firmemente, tomó aire para coger fuerzas y se dirigió hacia su bicicleta. No, no iba a hacer eso. Estos últimos días, Luv había estado pensando en cuál era el siguiente paso para ellos. Ella había expresado lo que sentía. Quería a Jungkook. Siempre lo había querido. Y si él la quería en su vida de forma permanente, y no solo como una distracción temporal o una red de seguridad, tendría que ser él quien se lo dijera, él se lo tendría que pedir. Luv se arrodilló al lado de la bicicleta, que estaba atada a un canalón, e introdujo la combinación en el candado de forma automática. Tenía la mente en otro lugar. Pensaba en Jungkook y en qué pasaría si lo volvía a perder. Tardó en darse cuenta de los pasos rápidos que procedían de detrás de ella. Unos brazos fuertes la cogieron por la espalda y la empujaron al suelo. A la chica se le resbaló la bicicleta de las manos, que se tambaleó y cayó a su lado.

Al principio pensó que era Jungkook, porque ya la había sorprendido antes en la oscuridad, junto a la entrada de empleados. Pero no era él, Jungkook nunca le haría daño. Los brazos que la cogían eran más finos y el cuerpo no era tan musculoso. Fuera quien fuera, seguía siendo mucho más grande que ella y había intentado hacerle daño. Luv hizo fuerza contra el peso que le oprimía la cara contra la acera.
—¿Dónde está, Luv?
Era Becker. El aliento le apestaba a cerveza y a vómito. Llevaba días sin cepillarse los dientes.
El inmaculado Becker Garth había perdido el control y Luv estaba muy asustada.
—He ido a casa de su madre, pero las luces estaban apagadas. Llevo vigilando el edificio dos
días. Y tampoco está en casa. ¡No puedo ni entrar en mi propia casa, Luv!
—Becker, se han ido. —Luv respiraba con dificultad e intentaba controlar el miedo.
Becker parecía histérico, como si se hubiera vuelto loco al echar a Taehyung de la carretera. La
policía no pensaba que él supiera que tenían la llamada a emergencias de Taehyung. Quizá pensaba que podía volver a casa ahora que se habían calmado las cosas y que nadie se enteraría de lo que había pasado.
—¿Dónde están? —Becker la agarró por el pelo y le empujó la mejilla contra el suelo.
Luv hizo una mueca de dolor e intentó no llorar cuando sintió como el cemento ardía contra su
cara y le hacía un rasguño.
—No lo sé —mintió. No pensaba decirle a Becker dónde estaba su mujer—. Solo dijeron que
se iban un par de días para descansar. Volverán.
Volvió a mentir.

Tan pronto como a Rita le dieron el alta en el hospital, avisó al arrendador de su casa. Sarah puso en venta su casa en una inmobiliaria y pidió que se mantuviera en secreto. Rita estaba devastada por la muerte de Taehyung y las dos tenían miedo. No sabían dónde estaba Becker y no se sentían a salvo en su casa, en su ciudad, así que vendieron todo lo que pudieron y decidieron irse hasta que Becker ya no fuera una amenaza, si es que eso llegaba a ocurrir.
El padre de Luv se encargó de que se vendieran sus pertenencias, y todo aquello que no se pudo vender estaba guardado en un almacén de la iglesia. Les había dado dos mil dólares en efectivo y Luv también había colaborado con parte de sus ahorros.
En menos de una semana ya se habían ido. Luv había sentido mucho miedo por Rita y no había pensado que a lo mejor tenía que tener miedo por ella misma.
Luv oyó un clic y sintió que algo frío y afilado le acariciaba la garganta. El corazón le latía como un caballo de carreras a toda velocidad y resonaba en el oído que tenía contra la acera.
—¡Taehyung y tú la pusieron en mi contra! Siempre le daban dinero. Y Kim intentó llevarse a mi hijo. ¿Lo sabías?
Luv cerró los ojos con fuerza y rezó por que la soltara.
—¿Está con Jungkook?
—¿Qué?
—¡Que si está con Jungkook! —gritó.
—¡No, Jungkook está conmigo! —Estaba justo ahí, dentro de la pastelería, y a la vez tan lejos…
—¿Contigo? ¿Acaso piensas que le gustas? No le gustas, a él siempre le ha gustado Rita. Pero ahora tiene la cara hecha una mierda. —Becker escupió las palabras en su oído.
Luv sentía el filo de la cuchilla contra la piel. Becker movió la navaja, que ahora estaba en la cara de la chica, y dijo:
—Voy a hacerte unos cortes para que vayas a conjunto con él. Si me dices dónde está Rita, te lo haré solo en un lado, para que seas como Jungkook.
Luv cerró los ojos, muerta de miedo, y suplicó en silencio que la soltara.
—¡Dime dónde está! —El silencio de la chica hizo que enfureciera y que le diese la vuelta.
A Luv le retumbaba la cabeza y se le destaponaron los oídos. Por un momento se sintió perdida, como si estuviera flotando; fue un alivio temporal del terror que la consumía. Entonces Becker se levantó y la cogió por el pelo largo y rojo, sin que ella tuviera tiempo de ponerse en pie, y la arrastró por el bordillo del terreno que daba a los árboles de detrás de la tienda. Luv gateaba y lloraba por el dolor que sentía en el cuero cabelludo. Se intentaba levantar. Llamó a Jungkook a gritos.

«¿Lo notas?».

Las palabras sonaron en la mente de Jungkook como si Namjoon estuviera detrás de él y las hubiera susurrado al oído. Al oído que había perdido. Jungkook se rascó la prótesis, se alejó de la batidora mezcladora y la apagó. Se giró, esperando que hubiera alguien detrás de él, pero la pastelería estaba vacía y en silencio. Escuchó el silencio con atención y lo notó.

Notó que algo iba mal, tenía un presentimiento. No sabía qué era y no lo podía explicar, pero lo notaba.
«¿Lo notas?», había dicho Namjoon, justo antes de que la muerte separara a los amigos para siempre.
Jungkook salió de la pastelería y se dirigió a la puerta trasera, la puerta por la que Luv había salido hacía apenas diez minutos. Entonces escuchó el grito. Jungkook salió corriendo por la puerta. La adrenalina le latía en las orejas y la negación le golpeaba la cabeza. Lo primero que vio fue la bicicleta de Luv en el suelo, con la rueda delantera apuntando al cielo, los pedales levantaban ligeramente la parte de delante, que estaba inclinada, de manera que la rueda giraba suavemente por el viento. Como la moto de Namjoon. Namjoon siempre tenía una sonrisa en la boca. Quería que su familia estuviera a salvo y que no hubiera violencia en su país. Namjoon murió a manos de gente mala.

—¡Luv! —gritó Jungkook aterrorizado. Y entonces los vio. Estaban a menos de cien metros. Luv estaba en apuros. Alguien la cogía por el cuello y la arrastraba por el terreno que había detrás de la tienda.
Jungkook corrió tan rápido como pudo por el terreno desigual. Sus pies apenas tocaban el suelo y la ira le quemaba las venas.
En pocos segundos los alcanzó, y Becker, que lo vio venir, tiró de Luv hacia él para protegerse. Le temblaba la mano como si estuviera hecho un manojo de nervios y señaló con la navaja a Jungkook, que se acercaba rápidamente.
—¡Se viene conmigo, Jungkook! —gritó—. Me va a llevar con Rita.

Jungkook no redujo la velocidad y evitó mirar a Luv. Becker estaba muerto. Había matado a Kim Taehyung, lo había dejado tirado en un lago sabiendo que no podría salvarse solo, había maltratado a su mujer, había dejado a ella y a su hijo, y ahora tenía cogida a la chica que Jungkook amaba como si fuera una muñeca de trapo para protegerse de la ira envuelta en venganza que sentía el chico. Becker blasfemó cuando se dio cuenta de que la navaja no iba a evitar la colisión con Jungkook. Soltó a Luv para huir y gritó a la vez que se giraba y echaba a correr. Luv también gritó. El miedo que sentía por Jungkook se hizo evidente cuando se puso rápidamente de pie y abrió los brazos para impedirle que se arrojara contra la navaja de Becker.

Becker había dado solo unos cuantos pasos cuando Jungkook lo alcanzó y lo tiró al suelo como este había hecho con su mujer. La cabeza de Becker chocó contra la tierra de la misma manera que la de Rita había chocado contra el suelo de la cocina. Entonces Jungkook se dejó llevar y golpeó a Becker como ya había hecho en noveno, cuando Becker Garth había maltratado a Kim Taehyung en el vestuario de los chicos en el instituto.
—¡Jungkook! —gritó Luv a su espalda, devolviéndolo al presente y haciendo que los puños del chico se detuvieran y su ira se calmara. Se puso de pie y cogió a Becker de su largo cabello, que parecía la antigua melena de Jungkook, y lo arrastró como él había arrastrado a Luv hasta donde estaba la chica, que intentaba no desmoronarse. Lo soltó y abrazó a Luv. Becker cayó desplomado.
—No dejes que se vaya. No podemos dejar que encuentre a Rita —chilló Luv mientras negaba
con la cabeza y se aferraba a él.
Becker no se iba a ir a ningún lugar. Jungkook levantó a Luv en brazos y la llevó hasta la tienda, donde todavía estaba su bicicleta con la rueda delantera aún girando, inmutable ante lo que acababa de pasar justo a su lado.

Luv tenía sangre en el cuello, una herida en el pómulo que sangraba y el ojo derecho tan hinchado que apenas veía. Jungkook la sentó con la espalda apoyada en la pared del edificio y prometió que volvería enseguida. Cogió el fino candado de la bicicleta que colgaba de la tubería, se sacó el móvil del bolsillo y llamó a emergencias. Le dijo con calma a la persona que respondió el teléfono lo que había pasado y ató a Becker Garth con el candado de la bicicleta de Luv por si se despertaba antes de que llegara la policía. Jungkook deseaba que se despertara pronto. Quería que supiera lo que se sentía al estar inmovilizado boca arriba y en la oscuridad, sin poder moverse y sabiendo que no podría salvarse. Así se debía haber sentido Taehyung en noveno curso en el vestuario de los chicos, tumbado en la silla volcada y esperando a que alguien lo ayudara. O cuando estuvo tumbado boca abajo en el lago, consciente de que su intento de ayudar a una amiga le iba a costar
la vida.

Entonces, Jungkook volvió con Luv, se puso de rodillas a su lado y la colocó sobre su regazo para rodearla suave y humildemente con los brazos. Con los labios apoyados en el pelo de la chica,
dio las gracias a su amigo en un suspiro y empezó a temblar.

—Gracias, Namjoon.



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Jeon Jungkook - Máscara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora