Hacerme un tatuaje

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— O ye, Jin, déjame ver el tatuaje —dijo Jimin, pasándole el brazo por el cuello a su amigo y estrechándolo un poco más de lo que se consideraría cariñoso. Esa misma mañana, Seokjin había estado con un médico que hacía tatuajes, pero no había comentado nada del resultado final y parecía más triste de lo normal.

—Cállate, Jimin. ¿Por qué tienes que saberlo todo? Siempre te metes en mis asuntos —respondió Jin, apartando a su molesto amigo, que intentaba ver el tatuaje que tenía en el pecho.

—Porque te quiero, por eso. Tengo que asegurarme de que no hayas hecho alguna gilipollez de la que puedas arrepentirte. ¿Es un unicornio o una mariposa? No te habrás tatuado el nombre de Marley alrededor de una rosa, ¿no? Puede que ya no le intereses cuando vuelvas, tío. Puede que ya esté con otro. Es mejor que no te tatúes su nombre en la piel.

Seokjin dijo una palabrota y empujó tan fuerte a Jimin que, al ser más pequeño, cayó al suelo. Jimin se levantó rápidamente. Estaba enfadado y empezó a decir obscenidades. Yoongi, Jungkook y Namjoon se interpusieron entre los dos. El calor los estaba volviendo locos, y eso, sumado a la tensión constante, hacía que pareciera increíble que no se hubieran peleado antes.

—Tengo un hijo, un niño recién nacido al que no he visto y Marley es su madre. Así que si vuelves a meterte con ella te daré una paliza y, cuando acabe contigo, escupiré sobre tu tumba.

Seokjin dejó de intentar golpear a Jimin inmediatamente y la ira desapareció de su cara tan rápidamente como había venido. Jungkook lo soltó al darse cuenta de que ya había pasado el peligro.

—Oye, Jin, tío, lo siento. Era de coña. —Jimim llevó las manos en la cabeza y se giró, maldiciéndose a sí mismo esta vez. Miró a su amigo con cara de remordimiento y añadió—: Es una mierda, tío, tener que estar aquí cuando tienes todo ese lío en casa. Lo siento, tengo que aprender a cerrar la bocaza.

Seokjin se encogió de hombros y tragó saliva rápidamente, como si se hubiera tomado una pastilla muy amarga, y si no hubiera llevado los ojos tapados por las gafas de sol, como todos, no habría podido esconder las lágrimas, que amenazaban con salir y complicar la situación todavía más.
Sin mediar ni una palabra empezó a quitarse el chaleco antibalas con firmeza y rápidamente. Lo hacían varias veces al día porque tenían que llevarlo siempre que abandonaban la base, y hacerlo ya era tan sencillo para ellos como atarse los cordones de los zapatos. Se quitó el chaleco antibalas por la cabeza y lo tiró al suelo. Después se soltó la solapa de velcro de la camiseta y se bajó la cremallera para abrirla completamente y sacar de la cintura del pantalón la camiseta que llevaba debajo. Se la levantó y les mostró el abdomen esculpido y negro y los pectorales. Seokjin era tan guapo como Jungkook, cosa que el primero no se cansaba de decir. Y ahí estaban, en el pectoral izquierdo, escritas encima del corazón en una letra negra y cuidada las palabras:

Mi hijo

Seokjin Davis Kim

8 de mayo de 2003

Se sujetó la camiseta caqui con el puño justo por debajo de la barbilla durante unos segundos y dejó que sus amigos miraran su nuevo tatuaje, que no había querido enseñar. Entonces, sin decir nada, se bajó la camiseta, se la metió por dentro de los pantalones y volvió a ponerse el chaleco antibalas.

—Mola mucho, Jin —suspiró Jimin con voz hueca y abatida, como si le hubieran disparado en el pecho. Los demás asintieron, pero nadie pudo decir nada; intentaban ahuyentar la emoción del momento porque sabían que no había nada que pudieran decir para hacer sentir mejor a Seokjin.
Ni a Jimin. Volvieron a la base en silencio.

Namjoon alcanzó a Seokjin y le pasó el brazo por encima de los hombros. Seokjin no intentó quitárselo de encima como había hecho antes con Jimin. Y entonces, Namjoon empezó a cantar y las palabras se arremolinaron a su alrededor en el calor del desierto:

Jeon Jungkook - Máscara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora