Chapter four

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─Lyida Miller.

Día 10.

Trague saliva ante su firme mirada, el estaba ahí... Solamente frente a mi, no se movia, no hablaba, no sonreía, ni siquiera con burla, a como estaba a costumbrada a verlo.

Ya hace algunos diez minutos el había entrado a la habitación, pero desde que entró no había soltado ninguna palabra, y eso me daba escalofríos, me aterraba su siguiente movimiento.

Yo quería hablar, quería llamarlo, pero... Cómo se supone que lo haría ¿Tom? ¿Jefe? Porque apodo tenía permitido llamarle.

─Flavio... ─ Hablo, ahora su expresión era dura, y el tono en su voz era grave. ─ Así es como se llama tu comprador... Es italiano, vendrá por ti dentro de algunas semanas, seguramente cuando el mes termine. ─Su mirada se encontro con la mía, y por primera vez en días, había algo... Algo más que tan solo desprecio. ─Hoy... Hoy mandara a uno de sus secuaces para que el pueda verificar que realmente pagará una buena fortuna por ti.

Alcé mis cejas, y una sonrisa irónica se formo en mis labios, nuestras miradas aún seguían fijas, pero la de el era más dura que nunca, y como si realmente leyera mis pensamientos, esa sonrisa ladina y burlona se formo en sus labios.

─¿Gracias?─ Solté con sarcasmo.

─Ven conmigo..─ Estiro su mano hacia mi, y observe esta por unos segundos, sus dedos eran largos, y su piel parecía ser muy áspera.

Con miedo tome esta, y casi de inmediato, de un jalón hizo que me levantará del sucio suelo, observe como nos acercamos a la puerta y segundos después la abrió...

Cerré mis ojos un poco, por la luz que me ataco, al no tener ninguna eliminación en aquel cuarto, me estaba dañando la vista con facilidad.

Su mano subió a mi muñeca, tomando está con fuerza, los hombres que se encontraban fuera ni siquiera nos miraron, mantenían su cabeza baja, pero al segundo de que Tom pasaba por su lado, la podían levantar.

─Te llevaré a un cuarto, te darás una ducha y todo lo que tú pienses que sea necesario, ya hay una ropa destinada para ti, esa la encontrarás en el closet, al igual que el calzado, yo llegaré por ti.─ Paro en seco y se volteo hacia mi, apretando su agarre. ─No intentes escapar, ni siquiera pienses que hay una posibilidad para que lo hagas, tengo vigilancia por todo el terreno, fuera y dentro de la casa.

Trague saliva, su mirada era firme, su voz salía tan amenazante, que llegue a sentir una leve corriente.

─De igual manera... Moriré.

─Creeme... No querrás morir en mis manos.

Se dió la vuelta y nuevamente comenzamos a caminar, subimos unos escalones, que por lo visto daban al piso de arriba.

La casa era elegante y llena de lujos, pero sin exagerar, tenía un estilo muy peculiar, todas las entradas estaban rodeadas por almenos tres hombres, y habian dos exactamente que nos miraban fijamente.

─No quiero que le habrás a nadie, a menos de que sea yo, no te confies de nadie en este lugar, mucho menos de mi, pero por el momento soy el único que puede ayudarte... O algo así.

Asenti con lentitud, paramos en una puerta, color rojo, el me soltó y tomo la perrilla, hizo un ademan para que entrara, sentí como el también lo hacía, cerrando a sus espaldas.

─Llegarán pronto, lo mejor es que te apresures.─ Soltó con seriedad y camino hacia el closet, estaba repleto de ropa, pero no era para mí... ─Está es mi habitación, es la más segura en todo este lugar, pero el riesgo sigue estando presente, en la puerta dejare a alguien, pero te vuelvo a repetir, no te confies.

𝗦𝘁𝗼𝗰𝗸𝗵𝗼𝗹𝗺 ; Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora