Narrador Omnisciente.
Un día más en aquella gran casa, se podría decir que mansión, pero al de trenzas le parecía un apodo tan común, así que prefería llamarle con lo más básico, y algo que el nunca sintió, hogar.
Lydia se encontraba arreglando su vestimenta para visitar a su progenitor, Tom había cumplido su palabra, y ahora tenía un auto abajo, esperando por su llegada.
No quería llevar ningún tipo de arma, confiaba en la seguridad que el mayor le brindaba, así que simplemente tomo la navaja con la que su entrenamiento había comenzado, y la guardo en un costado de su calzado.
Se dio una última mirada en el espejo, había vuelto a recaer, la muerte de su Padre le había afectado, y entendía el punto de Tom ¿Por qué le afectaba tanto si el le hizo sufrir casi toda su vida? La respuesta era simple, en su mente aún estaban aquellos buenos momentos que logro pasar con el.
Su rostro estaba más que pálido, las ojeras bajo sus ojos comenzaban a notarse, observo sus brazos al descubierto, las cicatrices eran casi transparentes, literalmente solo habían unas cuantas, y por primera vez se atrevería a salir sin que una chaqueta o algo parecido le cubriera la piel.
Se dió una última mirada, observando el cómo su conjunto de ropa ahora solo se trataba con colores oscuros, la camisa era simple, al igual que el pantalón, su cabello recogido en una medio cola, algo desordenado, pero pasable.
Salió por la puerta, y bajo las escaleras con rapidez, Tom no se encontraba, por lo tanto, no se sentía tan tranquila estando en aquella casa sin su mayor.
─¿Vas a salir?─ Escucho la voz de Bill, volteo y le sonrió... O algo parecido.
─Si... ─ Respondió, casi en un Susurro.
─Es por lo de tu padre ¿No? Algo escuché por Tom.─ Soltó, pero rápidamente se arrepintió de sus palabras. ─Lo siento... No quise ser tan imprudente.
─Está bien..─ La pelinegra asintio, tranquilizando al mayor. Bill sonrió y se acercó a la chica, abrazando su cuerpo, sorprendiendo a esta de inmediato, pero fueron pocos los segundos que pasaron para que Lydia correspondiera.
─Se cómo te sientes... Yo también perdí a mis padres, Tom cambio demasiado cuando eso sucedió, y aunque el lo niegue, se que le dolió más que a nada...─ Susurro contra el oído de la menor. ─ No tenían una buena relación, pero el los amaba y mucho, por eso es que es tan... Tan insensible.
La chica apretó sus labios, escuchando atentamente las palabras del mayor, mientras dejaba pequeñas caricias en la espalda de este.
─Lo siento mucho...─ Susurro.
─No... Adam y Jennifer fueron unos buenos padres, pero nunca supieron entendernos.─ El mayor trago saliva, intentando contener el llanto, se alejaron lentamente, pero aún manteniendo una sonrisa. ─Buena suerte, Ly...
─Gracias...─ Susurro, se dieron una última mirada y la menor comenzó a avanzar hacia el castaño que la miraba con atención, este le sonrió con amabilidad para guiarla hasta el auto.
Warren subió en el asiento de piloto, mientras que la pelinegra se encontraba a su lado, observando el interior, podía casi adivinar que este era el auto en el que Tom le había secuestrado.
─Mi padre... ¿Dónde está?─ Pregunto ella, con curiosidad.
─Tom se encargo de todo, se llevaron su cuerpo a un lugar estable y decente... El no quería que lo vieras en ruinas.
─Ya... ¿Ya lo enterraron?
─Si.
La menos asintió suavemente, recostando su cabeza en la ventana, intentando no llenar su mente de todos aquellos recuerdos con su progenitor, y no solo de los malos, también en los que el cuidaba de ella, y no la golpeaba, donde le decía lo especial y hermosa que era, y no le recordaba que la muerte de su madre había sido su cumpla, dónde le compraba las muñecas más caras de las tiendas, y no donde gastaba todo su dinero en vicio, hasta el punto de quedar en deuda con el mismísimo Tom Kaulitz, y ella terminar siendo la paga.
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𝗦𝘁𝗼𝗰𝗸𝗵𝗼𝗹𝗺 ; Tom Kaulitz.
Hayran Kurgu"𝙀𝙡 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡 𝙨𝙞𝙚𝙢𝙥𝙧𝙚 𝙨𝙤𝙧𝙥𝙧𝙚𝙣𝙙𝙚, 𝙖𝙪𝙣𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙚́ 𝙚𝙨𝙘𝙧𝙞𝙩𝙤 𝙙𝙚𝙨𝙙𝙚 𝙚𝙡 𝙥𝙧𝙞𝙣𝙘𝙞𝙥𝙞𝙤." ─Tu no puedes querer a nadie, por qué para eso necesitas un corazón..─ Musitó la pelinegra, con sus mejillas empapadas de...