─Tom Kaulitz.
Mi mano presionaba su muñeca, y lo hacía totalmente a propósito, me gustaba sentir como temblaba de miedo con tan solo una mirada, con tan solo mi voz sus ojos se cristalizan, es divertido verla tan débil.
Observe el reloj en mi muñeca, estábamos a pocos momentos de que el secuaz llegara, ella se encontraba en un sofá individual, y yo en uno un poco más grande, esperando a nuestro invitado.
Baje mi mirada por su cuerpo, no iba a mentir, sus perfectas curvas me llamaban para tomarlas con mis manos, tenía curiosidad el sabor de aquellos labios, los cuales estaban pintados de un rosa natural, me gustaría saber cómo era el brillo de esos ojos cafés al momento que la luna se pose en ellos, ella... Me daba una simple curiosidad.
Movia su pierna desesperadamente, el miedo brotaba por su cuerpo, y solo por un momento llegue a pensar que si realmente esto era correcto ¿Podría entregarla así de fácil?... Claro que podía, me pagarían millones.
─Deberías calmarte.─ Hablé, intentando contener las ganas de colocar mi mano en aquel tentador muslo. ─Al cliente no le gustan las tímidas y nerviosas.
─¿Y crees que a mí me gusta estar aquí?─ Respondio molesta, a lo que yo levanté mi ceja, rápidamente cambio su expresión. ─Lo siento...
─Flavio... Es un cliente viejo, lo conozco, de los mejores, no tiene fama de maltratar a sus mujeres, es más... Si lograr enamorarlo posiblemente seas su consentida. ─Me encogi de hombros y sonreí, tratando de ignorar aquel enojo sin sentido.
Ella me ignoro, y comenzó a jugar con sus manos, el nerviosismo era más que evidente, eso me causaba frustración.
─Jefe... Está aquí.─ Escuché la voz de uno de mis lacayos, anunciando la llegada del hombre, Asenti, mi mirada fija en ella.
─Déjalo entrar, si viene con alguna compañia, que está se quede afuera, está en mi territorio, por lo tanto, son mis órdenes.─Hable, sin dejar de verla, y el cómo enterraba sus uñas en sus palmas.
Maldita niña ¿Por que carajos se ponía tan nerviosa? ¿Por qué parecía que quería soltarse en llanto? ¿Por qué mierda tenía un leve instinto de sacarla de ahí y encerrarla en una cajita?
─Buenas tardes...─ Escuché la voz rasposa y chillona, lo que me saco de mis pensamientos. ─Soy Dimitri... Vengo en representación de Flavio. ─Era un hombre, tal vez de unos treinta año.
Levanté mis cejas y acepte la mano que me extendio con amabilidad, palmeé al lado mío, indicando que podía tomar asiento.
─Bien... Entonces, supongo que Flavio ya te explico sobre el negocio y el cómo nosotros arreglamos las cosas.─ Hablé, inclinando un poco mi cuerpo, para tomar dos vasos de la mesa cristalina, le ofrecí uno, el cual acepto, no tenía opción, y al mío casi de inmediato le di un sorbo.
─Si... El solamente quiere saber si realmente la mercancía vale la pena...─ De su portafolio saco unas fotos, eran las que yo anteriormente le había mandado, inclino su rostro, observando a Lydia y comparando. ─Es... Es ella, identica.
Sonrei con total orgullo.
─Sabes que mis chicas siempre son unas preciosas..─Eleve una de mis cejas, y mi mirada quedó fija en ella. ─Lydia no es ninguna excepción.
Dimitri sonrió y se acercó aún más, arrugue mi rostro al ver como una de sus manos se posaba en el rostro de la pelinegra, quien estaba por soltarse en llanto, temblaba, y su piel completamente pálida hacia un juego con el vestido rojo, preciosa.
─¿Que haces?─ Pregunte, observando como sus asquerosas manos tomaban su rostro. ─Suéltala. ─ Hablé entre dientes, pero el no acato mis órdenes, eso me estaba enfureciendo. ─S-u-e-l-t-a-l-a.─ Repetí, nunca había hecho eso, Flavio y yo tendriamos una serie conversación.
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𝗦𝘁𝗼𝗰𝗸𝗵𝗼𝗹𝗺 ; Tom Kaulitz.
Фанфик"𝙀𝙡 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡 𝙨𝙞𝙚𝙢𝙥𝙧𝙚 𝙨𝙤𝙧𝙥𝙧𝙚𝙣𝙙𝙚, 𝙖𝙪𝙣𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙚́ 𝙚𝙨𝙘𝙧𝙞𝙩𝙤 𝙙𝙚𝙨𝙙𝙚 𝙚𝙡 𝙥𝙧𝙞𝙣𝙘𝙞𝙥𝙞𝙤." ─Tu no puedes querer a nadie, por qué para eso necesitas un corazón..─ Musitó la pelinegra, con sus mejillas empapadas de...