Chapter Twenty Three

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Narrador Omnisciente.

Eliot sabía las escaleras con tranquilidad, mientras su mente divagaba en como haría para hablar con Bill y no llorar como un bebé en el intento.

Las órdenes de Tom habían sido claras, y bien pudo no haberlas cumplido, colocando alguna tonta excusa, pero las ganas de ver a su chico de cabello alborotado y sonrisa conquistadora le eran más.

Finalmente llego a la puerta, y golpeó un par de veces, espero unos segundos y casi de inmediato escucho aquella melodiosa voz.

─¿Quien?─ Mordió su labio inferior, nervioso, pensando en las miles de formas en las que el pelinegro rechazaría hablar con el.

─S... Soy yo..─ A penas pudo entonar aquellas simples palabras.

─¿Eliot?

─Si, quiero hablar contigo.─ Tomo un poco de valor, entonando un poco más su voz.

─Yo no quiero hacerlo, vete.

─Bill...

─Estoy ocupado.

─Por favor, ábreme... Es importante.

─No me importa, estoy cansado y quiero dormir.

El rubio suspiró, y saco la llave que traía en sus bolsillos, totalmente reservada para estos casos, donde sabía que el pelinegro se negaría totalmente a verle la cara, al menor no quería hacerlo de frente.

Bill se altero un poco al escuchar el movimiento de la cerradura, camino hacia la puerta para intentar bloquear está, pero fue muy tarde y lo único que logro fue ir directo al pecho del rubio.

El pelinegro rápidamente se aparto y subió su mirada hacia la de Eliot, quien estaba estático en su lugar, aún procesando el roce de pieles que nuevamente habian tenido.

─¡¿Quien te dió autorización para entrar en mi habitación?!─ El grito molesto de Bill le saco de sus pensamientos.

─Yo... Lo siento, pero tenemos que hablar, es un tema importante, y no voy a tolerar tus berrinches. ─ Soltó con definición, intentando ser fuerte ante aquella tan fría pero cálida mirada que aquel chico le lanzaba.

Bill arrugó su cejas, sintiendo aquel sentimiento de inconformidad en su pecho, sabiendo que cuando se trataba de ese estúpido rubio todo en el cambiaba tan de repente.

─Si mis berrinches te molestan puedes irte, de igual manera yo no te invite a pasar.

─Bill...

─Habla rápido, no tengo todo el tiempo.

─¿Ah sí? ¿Que otra cosa tienes que hacer?

─Um.. no es de tu incumbencia.

Eliot giro sus ojos y cerró la puerta tras el, acercandose hacia el pelinegro, quien no retrocedió ni un solo centímetro, manteniendo su mirada firme, al igual que su postura.

Y al rubio le encantaba eso, la forma arisca en las que Bill se comportaba, el cómo no le daba miedo enfrentar a nadie, sus ojos retadores, su mirada desafiante.

¿Solo eso? No... Había más.

Su cabello negro, tan oscuro, con unas finas mechas pintadas de blanco, el look desordenado le daba un toque único, la bella forma en la que el maquillaje de sus ojos hacia juego con su ropa y carater, los pocos piercings en su rostro, eso ojos cafés, tan profundos como el océano, que juraba perderse en ellos, y especialmente esos labios... Aquellos labios rosados, aquellos que por un tiempo fueron suyos y que nunca supo aprovechar.

𝗦𝘁𝗼𝗰𝗸𝗵𝗼𝗹𝗺 ; Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora