CAPÍTULO DIEZ

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𝐋𝐀 𝐙𝐄𝐏𝐇𝐘𝐑 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐌

—¿Están seguros de esto, niños? —preguntó observando con una ceja alzada la espada que le habían tirado enfrente suyo. Por las sonrisas burlonas e incrédulas, las cejas elevadas y la forma en la que algunos escondían sus rostros de ella, Sage podía asegurar que esperaban verla fracasar.

—No somos niños, llevamos muchos años luciendo así. —Uno de los chicos del grupo que habían sugerido probar sus habilidades se adelantó con una espada en la mano derecha—. Tómala y demuestra que eres una niña perdida. —Movió su cabeza señalando a la espada en el suelo.

Pan se mantuvo entre los demás espectadores sin mostrarse, sintió curiosidad de ver la reacción de la nueva niña perdida. Conocía la habilidad de Erik para sacar a alguien de sus casillas, como todo pirata.

—No soy...

—¿Una niña perdida? Está claro que no. —Hizo una mueca de falsa lástima—. No se preocupe, Majestad. —Escupió con burla—. Ninguna puede con ese título.

Sage estaba molesta, Pan lo sabía por el repentino cambio en el color de sus ojos. Sin embargo, ella convirtió su enojo en orgullo antes de que este pudiera controlarla.

—¿Qué tan seguro estás de eso? —Tomó la espada y los murmullos no se dejaron esperar. No parecía pesarle mucho una espada más larga que su propio brazo hecha para muchachos fuertes.

—Muy seguro. —Hizo una maniobra simple girando su arma un par de veces, lo que todos los chicos hacen para impresionar a las damas con sus habilidades de caballeros, pero los Perdidos estaban lejos de ser caballeros.

—Normalmente no levanto cosas del suelo, pero tú, niño, necesitas una lección. —Esperó el ataque con serenidad y sin siquiera ponerse en posición de defensa.

—Quizá yo te la de a tí. —Levantó su espada y dio el primer golpe.

Sage detuvo el ataque moviendo su espada para chocarla con la de su oponente. Silbidos y un gran "uhh" se escuchó en todo el campamento. La atención de todos, incluso la de Pan, estaba en ellos.

—Los mayores se la dan a los más pequeños, no al revés.

Con aquellas palabras Pan supo que ella no sería fácil de convertir en una Niña Perdida y tendría que usar medidas poco agradables para la reina. Por fortuna, él ya se había ocupado de eso, ya tenía un plan b.

«Los más pequeños pueden dar lecciones a los mayores, Maylea. Y a veces son las mejores», dijo para sus adentros.

Los gritos de los muchachos lo regresaron de las nubes. Se concentró en el centro del alboroto y allí estaba Erik tendido en el suelo con el rostro que irradiaba sorpresa mientras tenía el filo la espada de Sage amenazando su cuello. ¿Tan poco tiempo le había tomado derribar a su ex-pirata, niños a los que se les enseñan a tomar una espada sin cortarse los dedos cuando apenas aprenden a caminar?

—Ella no estaba tan loca, tal vez si sea la Reina —un niño que estaba delante de Pan le dijo a otro.

—Ahora es Maylea, no olviden las reglas —susurró luego de acercarse sigiloso hacia sus oídos. Ambos dieron un pequeño brinco y se quedaron quietos mirando al frente.

—Si, Pan.

Sage apoyó la espada en el suelo y le ofreció su mano para ayudarlo a ponerse de pie, todos pudieron ver la cicatriz.

—Mira eso —susurraban algunos.

—Seguro ya había luchado con espadas.

—O una daga.

Ingobernables: Nunca Jamás  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora