CAPÍTULO ONCE

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𝐔𝐍 𝐌𝐈𝐓𝐎


—Mis alas son más veloces. —Alzó su voz para que él pudiera escucharla. Sus brazos estaban enroscados en el cuello de Pan lo que le resultaba, en ocasiones, molesto.

Él odiaba llevar a alguien en su espalda cuando volaba, tenía que hacerlo con las Darlings —así las enamoraba—, pero nunca jamás había disfrutado aquellos momentos.

—¿Quieres velocidad?

Fue una pregunta retórica. No le importaba su respuesta. Aumentó la velocidad de su vuelo y abrió los brazos para sentir la libertad que sentía cada atardecer que volaba creyendo que no había límites para él. Pero aquel sentimiento de libertad fue momentáneo, los brazos en su cuello le recordaron todos los asuntos con los que debía lidiar. La tercera Darling, el Cetro, la Reina. Por un segundo estuvo a punto de perder el control de su mayor habilidad, volar, como ya le había pasado esta mañana.

—¿Hacia dónde vamos? —Ella alzó su voz otra vez y al estar tan cerca de su oído él reprimió el impulso de moverse lejos de ella.

—Hacia la Cascada de los Zephyr.

—¿Zephyr? ¿Vamos a buscar más Zephyr Bloom para mí? —volvió a gritar cerca de su oído y esta vez él sí que se movió.

—No exactamente... —Llevó una mano a su oreja de manera sutil.

—Entonces ¿por qué me tienes aquí? —Lo tomó de su cabello casi dorado y rizado—. Bájame, te lo ordeno.

—No recibo órdenes tuyas.

Por impulso se giró haciendo que ella cayera de su espalda. Justo después de darse cuenta de que Sage ya no estaba sobre él se apresuró a atraparla. Rodeó su cintura con sus brazos y giró su cuerpo usándose a sí mismo como sostén. Por fortuna aún estaban lejos del suelo.

—¡Ibas a dejarme caer de no ser porque me necesitas!

—Fue tu culpa. —Se defendió dejándose flotar en un solo lugar como si el cielo fuera su mar y él un pez nadando en él.

—Se lo voy contar al hada rubia. —Entrecerró sus ojos y le dió una media sonrisa, una muy maliciosa. Observó apenas sus pupilas tan dilatadas que casi no podía apreciar aquel color esmeralda.

—¿A cuál rubia? —preguntó conociendo la respuesta, solo esperaba estar equivocado.

—Campanita.

La media sonrisa de su rostro se desvaneció cuando Pan la dejó caer de nuevo, pero esta vez lo hizo consciente y sonriente. Solo fueron unos segundos más que la vez anterior y la atrapó.

—¿Segura que lo harás? —preguntó con una ceja alzada, le estaba dando dos opciones, no caer y no decirle al hada o decirle al hada y caer. Tan simple como eso.

—Bájame y te lo digo. —Buscó en sus ojos señales de una mentira y al no encontrarlas la bajó despacio. La reina fingió pensar unos momentos, ya sabía lo que iba a hacer desde antes de tocar la tierra, y corrió siguiendo el camino a la costa sureste—. ¡Si lo voy a hacer!

Corrieron y corrieron hasta pisar arena casi blanca. Pan pudo volar pero quiso simplemente correr detrás de ella, pronto eso acabaría y ella volvería a su seria y amarga personalidad, ya no reiría ni tampoco correría para que la alcanzase.

—¡Me caías mejor cuando no eras divertida! —gritó a unos metros atrás sabiendo que se detendría.

Sage se detuvo de golpe y se giró para verlo.

Ingobernables: Nunca Jamás  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora