𝐋𝐀𝐒 𝐄𝐒𝐓𝐑𝐄𝐋𝐋𝐀𝐒 𝐍𝐎 𝐂𝐔𝐌𝐏𝐋𝐄𝐍 𝐃𝐄𝐒𝐄𝐎𝐒
Sage empujó a Pan sin medir su fuerza haciendo que su espalda se golpease contra un árbol cercano, pues no le dio tiempo a volar para evitar el impacto. Ambos estaban aún un poco mojados, pero ese era el menor de los problemas. Él hizo una mueca de dolor e intentó componerse, sin embargo la Reina lo acorraló con sus brazos en cada lado. Su mirada color jade se encontró con aquel par de esmeraldas que parecían luchar con los destellos ámbar que amenazaban con quitarle su lugar. Su cabello tenía mechones blancos y uno que otro color ceniza.
Sage o Maylea. La Reina o la Niña Perdida.
Una batalla se llevaba a cabo en su interior y ella esperaba poder ganarle al orgullo y a la vez a Maylea, la niña que Pan había creado.
—Si mencionan esto alguna vez les juro —habló elevando la voz para que todos la escucharan— que no podrán volver a usar sus lenguas... porque no las tendrán en sus bocas. —Hizo una pausa para mojar sus labios y mostrar una media sonrisa para nada bondadosa—. Sino en pequeños frascos de vidrio en los estantes de mi Palacio.
Eso fue todo. No hubo muertos ni heridos. Solo una Reina y una Niña tratando de obtener el control. La Zephyr Bloom todavía no había desaparecido solía durar más tiempo, pero Sage tenía años de práctica de autocontrol. Si, a veces fallaba, aunque no siempre y jamás en público.
Sage (aunque por reglas de Pan, en la isla debía ser llamada por su nuevo nombre) dejó al muchacho en paz y comenzó a alejarse en dirección a su Casa del Árbol. Sus pasos eran firmes, sus hombros en ningún momento cayeron y su mirada jamás dejó ese color ámbar. Sin embargo, su cabello se volvió oscuro otra vez. Los Perdidos le abrían paso, los de las puertas las abrieron para ella, todos la observaban en un absoluto silencio (algo que no pasaba en la isla muy seguido), al dejar el Campamento las puertas se cerraron.
—¡Campanita! —Iris sacudió el rostro de su hermana que yacía inconsciente en sus brazos.
Pan la miró y luego regresó su mirada a las puertas, solo le habían bastado esos segundos en los que había podido apreciar sus ojos de color tan exótico y espeluznante quizá. Ella parecía luchar consigo misma, parecía dudar de si matarlo o no. Tuvo la oportunidad, y no lo hizo. Apenas esta mañana la había conocido y de verdad creía que lo mataría en algún momento, pero allí estaba él, más vivo que nunca.
—Campa, despierta. —Las hadas intentaban despertarla y pedían silenciosamente la ayuda de Pan con sus ojos.
Los Perdidos comenzaban a amontonarse. Iris ya no estaba allí para calmar la situación aunque poco le importaba al líder en esos momentos, tenía tantas preguntas por hacerle a la Reina, preguntas que sabía que no serían respondidas, al menos no por ella. ¿Por qué lo necesitaba a él precisamente? ¿qué tenía de especial? ¿por qué no estaba muerto ya? ¿para qué era el ungüento?
—Pan, ayúdanos.
—Campa está bien, solo se ha estresado demasiado. Que las hadas la lleven al Árbol del Polvillo, por la noche iré a verla —dijo en una orden antes de acercarse a Iris que ya estaba de vuelta, él sabía que había ido a ver a Sage.
—Me llevaré a Campa —le dijo el hada.
—¿Maylea fue a su casa...? —Intentó preguntar, pero el rostro inexpresivo del hada le confirmó que sí había ido allí y que no estaba de buen humor—. Claro —murmuró y fingió no haber dicho nada—. Iré a ver a Campanita por la noche.
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Ingobernables: Nunca Jamás ✓
FantasyTras la llegada de Los Exploradores a su Palacio con una importante noticia, Sage decide emprender un viaje por reinos mágicos en busca de objetos que le ayudarán a llegar a su Cetro perdido. Una profecía olvidada la lleva a emprender este viaje jun...