CAPÍTULO DIECISÉIS (parte 1)

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𝐏𝐑𝐀𝐃𝐈𝐍𝐄𝐌: 𝐄𝐋 𝐆𝐑𝐀𝐍 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐎


La Reina observaba a los dos grupos de Niños Perdidos discutiendo cuál de los dos la había encontrado primero. Lo que decían no le resultaba interesante porque ella ya sabía quiénes habían ganado y quiénes trataban de convencer al resto de que no era verdad. Como no la habían dejado opinar, decidió no meterse y dejarlos pelearse entre ellos. Había cosas más importantes, como que el cielo estaba recuperando la claridad de todos los días. Al notar esto, Sage miró a Peter y se llevó una sorpresa cuando se dio cuenta de que él también la miraba, él también había notado que el día llegaba y la noche y las estrellas se iban.

Ella se puso de pie y caminó en su dirección. Y él se abrió paso entre los chicos para llegar hasta ella.

—Debemos irnos —dijeron al mismo tiempo.

—No había tomado en cuenta el tiempo. —Su corazón latía un poco rápido y miraba el firmamento que dejaba la oscuridad. No quería esperar otro día para ir en busca de la brújula, deseaba que Pan tuviera sus cosas listas para partir antes de que fuera tarde.

—Tranquila, la estrella aún brilla. —Le regaló una pequeña sonrisa y luego la tomó por los hombros—. Ve por tus cosas ahora y espérame justo aquí —le dijo y salió corriendo hacia su cabaña.

Miró a los lados buscando a Iris.

—El día, Majestad —dijo el hada de cabello platino detrás de ella.

«Menos mal que ya tengo mi traje de viajes puesto», pensó más aliviada, no iría a su reino vestida como niña perdida. Solo faltaban sus demás pertenencias.

—Si, justo eso... —Cuando se giró para verla, Iris ya tenía en sus manos una bolsa no tan grande en donde Sage llevaba unas pocas cosas—. Qué eficiente.

—Es un placer para mí servirle, Majestad. —Se reverenció antes de entregarle sus pertenencias.

—A Pan no le va a gustar escuchar ni ver esto, Iris —advirtió el niño más fiel a Peter Pan acercándose a ambas hadas.

—Se llama respeto y educación, Harry. —Ladeó la cabeza y sin abandonar ese semblante serio que la caracterizaba, lo observó a los ojos—. ¿Acaso no tienes?

Hasta Sage podía sentir la tensión que había entre los dos. Sin embargo le preocupaba más saber dónde estaba aquel niño del que dependía el hallazgo de su Cetro y la reconquista de los reinos.

Harry soltó una carcajada sarcástica.

—Más de lo que tú has tenido en tu larga vida de hada. —Se inclinó un poco y fingió tener intenciones de susurrar—. Recuerda que has crecido en estos bosques.

—Es cierto —admitió luego de un suspiro, tomó un barrote de los que los Perdidos habían dejado tirados la noche anterior luego de jugar al Tesoro Escondido—, espero que tengas tanta destreza para enfrentarme como tienes educación.

La Reina estaba más que decidida a darle un lugar en el cuerpo especial de hadas.

—Iris, no lo mates —gritó a lo lejos Peter mientras corría hacia ellos con dos bolsas grandes en las manos.

El hada sonrió victoriosa. Y el Niño Perdido le reprochó con la mirada a su amigo.

—Ahí estás... —Sage iba a tomarlo del brazo para irse, pero él decidió que era momento de hacer un discurso. Así que tomó la tela de su ropa y lo arrastró hacia abajo de la Roca antes de que pudiera empezar.

Ingobernables: Nunca Jamás  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora