𝐋𝐀 𝐅𝐋𝐎𝐑 𝐃𝐄 𝐑𝐀𝐏𝐔𝐍𝐙𝐄𝐋
El viento golpeaba el rostro de Peter, incrementando su mal humor. No era culpa del viento, sino de quien colgaba de los brazos del rubio.
—Quédate quieto, principito, o juro que voy a tirarte —habló entre dientes.
Sage, por otro lado, disfrutaba de su vuelo. Sus alas siempre le hacían sentir libre. La brisa le acariciaba el rostro y movía su cabello con la delicadeza que una reina merecía. La naturaleza siempre parecía inclinarse ante ella. Quizá porque era un hada después de todo.
—Tú has sido el del lío por querer llevarme —le contestó elevando la voz, creyendo que no lo escucharía.
Peter maldijo por lo bajo sabiendo que la Reina lo había escuchado.
—Puedo llevarlo yo si te molesta —propuso con tranquilidad, volar también la ponía de un humor excelente.
—No es necesario. —Fingió una sonrisa, la cual al ver a Sage revolotear como una mariposa y gozar de aquel momento, se convirtió en una real. Quiso atesorar aquel recuerdo de ella para lo que durara la eternidad.
—Bajemos por allí —dijo y sin esperar confirmación, comenzó a descender hacia un lugar no tan repleto de tantos árboles.
Peter la siguió, como de costumbre. Aunque no fue demasiado gentil al aterrizar, apenas estuvo cerca del suelo soltó al príncipe quien por fortuna logró no darse un golpe.
—Eso fue duro, pero genial —sinceró.
—Tú no has tenido que cargar a nadie.
—A la bolsa.
Banjos, tambores y zanfonas acompañadas de voces masculinas, invadieron los oídos de Sage, dejando a un lado la nueva discusión del par de muchachos. En verdad costaba creer que habían hecho un viaje juntos y sin matarse.
—¿Escuchan eso? —cuestionó, manteniendo su atención en la música, era como si la llamara.
Merlín y Peter callaron para escuchar a su alrededor.
—¿Hombres cantando? —preguntó el príncipe, también sintiéndose atraído por aquellas voces.
Mientras tanto, Peter era el más preparado para lidiar con las canciones de piratas. Las despreciaba con todo su ser pues estaban hechas para alejar a las sirenas y ellas eran amigas suyas. Siguió el sonido, corriendo un par de arbustos hasta dar con una taberna.
—Viene de aquí.
Ni bien terminó de decir la última palabra, la Reina y el principito pasaron por un lado suyo, chocando su hombro. Ellos no estaban hipnotizados, solo se sentían atraídos hacia el lugar. Las voces se hacían más fuertes conforme se acercaban al par de puertas que se encontraban cerradas. Pan bufó.
—Vayámonos de este lugar, no debemos estar aquí.
Sus palabras o su voz hicieron que la Reina pensara mejor la idea.
—Tienes razón.
Sage tomó del brazo a Merlín quien continuaba caminando hacia la entrada a la taberna. Cuando se voltearon para irse, un chirrido se oyó y las carcajadas resonaron más potentes que antes.
—¡Tu mujer te correrá de casa, Thomas! —gritó uno mientras reía, su acento era brusco y áspero. Las carcajadas se disiparon—. Disculpen si no los atendimos, no se escucha nada con estos aulladores.
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Ingobernables: Nunca Jamás ✓
FantasyTras la llegada de Los Exploradores a su Palacio con una importante noticia, Sage decide emprender un viaje por reinos mágicos en busca de objetos que le ayudarán a llegar a su Cetro perdido. Una profecía olvidada la lleva a emprender este viaje jun...