CAPÍTULO TREINTA Y UNO

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𝐔𝐍𝐀 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 𝐍𝐔𝐍𝐂𝐀 𝐄𝐒𝐓𝐀́ 𝐒𝐎𝐋𝐀


"Majestad... Majestad"

Alguien le decía una y otra vez, su voz se oía cada vez más cerca. Comenzaba a sentir un brazo sosteniendo su cintura y el perfume natural a bosque y menta que le hacía volver a sumirse en el sueño. Sin embargo, la voz que la llamaba dijo su nombre, logrando así que abriera los ojos de golpe.

Merlín estaba de cuclillas a un lado de ella. Su mirada se dirigió a los brazos que la rodeaban y a quién le pertenecían, reconociendo el rostro pacífico de Peter. Entonces recordó lo sucedido la noche anterior, la lluvia de estrellas, la pequeña cena, sus risas, sus ojos color jade...

—Majestad —dijo otra vez.

—Qué bueno que nos despiertas.

Se centró en su nueva ropa, era más excéntrica a pesar de ser un traje de caza. La vaina que portaba a Excalibur era dorada y combinaba con los detalles de esta. Ya no tenía enfrente a un príncipe, era el rey de Camelot.

—Despierta, Peter.

Trataba de separarse del rubio, pero este hacía más fuerte su agarre.

—No quiero —susurró sobre su cuello, el calor de su respiración le causó uno de los escalofríos que ella había aprendido a odiar.

—Tenemos que irnos.

Con eso logró que abriera los ojos y le prestara atención, mas no que la soltara.

—¿Y Flynn?

—Él no volverá, créeme.

—Eso no es posible. —La soltó para sentarse y poder despertarse de una vez, ya que tenerla cerca solo hacía que no quisiera dejarla ir—. Escucha, la relación entre Flynn y yo es distinta, él me seguiría a todas partes. Es más, puedo contarte...

—Te encargas luego —interrumpió poniéndose de pie—, cuando hayas besado a Wendy.

Peter reprimió una mueca de disgusto y tras evitar la mirada de Sage se encontró con Merlín observando desde arriba con cierta indignación en el rostro por haber sido ignorado.

—Hola, principito —saludó con una sonrisa.

—Es un rey, Peter.

—Qué bien, ¿ahora qué?

Merlín ahogó su frustración con una ola de pensamientos felices, eso siempre ayudaba y cada vez que estaba cerca de Pan le hacía falta.

—Vamos por la Rosa de Los Vientos —soltó las palabras que hacía tanto esperaba decir.

Era momento de contar su plan. Pronto todo acabaría.

—¿Y dónde está? —Merlín decidió ser el primero en preguntar pese a saber de lo que la Reina hablaba.

—Es una isla como Nunca Jamás, sólo que es como si... no existiera.

No sabía cómo explicarles de forma simple, ella creía que sería difícil de entender para ellos.

—Genial...

—Antes de ir —dijo en un murmullo, humedeció los labios antes de seguir— déjenme explicarles. Todo el viaje que hemos hecho ha tenido siempre una razón.

Suéltalo todo, Sage.

Ambos chicos la miraban esperando a que continuase.

Solo diles, Sage. Diles que todo fue tu culpa.

Ingobernables: Nunca Jamás  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora