CAPÍTULO TREINTA Y CINCO (parte 2)

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𝐄𝐋 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋 𝐅𝐄𝐋𝐈𝐙 𝐍𝐎 𝐄𝐒 𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐓𝐎𝐃𝐎𝐒


El corazón de Peter estaba descontrolado, aunque no por la jovencita rubia que tenía enfrente, sino porque cada vez que cerraba los ojos se encontraba con un par de esmeraldas que lo sometían ante su hechizo.

—No puedo —dijo en un susurro antes de dar un paso atrás, alejándose de la chica—. Lo siento, Wendy.

La Darling soltó un suspiro que logró que Peter se animara a mirarla a los ojos, en ellos no había tristeza, sino piedad y comprensión.

—Lo sé.

—Te he esperado por un siglo y ahora que te tengo no… —Cerró los ojos con fuerza, pero apenas aquella figura que lo perseguía día y noche volvió a aparecer los abrió y dejó salir un suspiro cansado—. No lo entiendo.

—Es que te has enamorado, Pan.

—No sé si es eso…

—¿A quién ves cuando cierras los ojos? Estoy segurísima de que esa no soy yo.

Él iba a mentir, iba a decir que no veía a nadie. Sin embargo, Wendy parecía calar su alma con su mirada azul, tanto que al final el rubio terminó confesando.

—Yo sé quién es. —Él quiso hablar pero Wendy lo apuntó con el dedo—. Antes de que intentes mentir o decir cualquier cosa, déjame decirte que… bueno, no me hace daño. —Recibió una mirada curiosa del dueño de la isla que la hizo bufar—. Tú no me gustas.

Peter comenzó a dudar de su encanto, pues si bien Sage no había caído, una Darling… Eso jamás lo habría visto venir. Ellas siempre caían, unas más que otras.

—Pero… ¿por qué estabas dispuesta a besarme?

—Hay un chico… —titubeó.

Al verla tan indecisa, él supo de qué hablaba. Antes se habría sentido traicionado, no obstante en ese momento no se sentía más que aliviado y no entendía la razón puesto que estaba renunciando a su inmortalidad.

—No me digas que… —Dejó las palabras en el aire cuando Wendy asintió con lentitud—. ¿Es uno de mis mejores amigos?

—Puede ser. —Carraspeó como si eso arreglara la situación—. Lo importante es que sigue siendo leal a tí porque si no me lo hubiera pedido no habría aceptado besarte.

—Si sabes que tú tienes que irte y él no puede, ¿verdad?

—Lo sé, aunque esperaba que tú pudieras hacer algo.

Peter la observó con lástima y ella a él con impaciencia.
Flynn se había ido, pero él no era un Segundo, pues un Segundo no podía irse de Nunca Jamás, y a pesar de que no le afectaba en nada, Pan no solía hacer excepciones. Él debatía consigo mismo cuando fue interrumpido por los gritos de los Perdidos que esperaban afuera.

—¡Pan! ¡Pan!

—¿Qué? ¿Quién está herido?

Los chicos se callaron y empezaron a revisarse para ver si alguno estaba herido, y en efecto, ninguno lo estaba.

—Hablen, ¿por qué gritaban? —insistió Wendy con poca paciencia, necesitaba la respuesta del líder.

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo y al ser más de veinte no se les entendía nada, Peter solo escuchó con claridad el nombre de la reina.

—¡Callados! —Esperó a que hicieran caso para continuar y señaló a uno de ellos—. Tú habla.

—¿No tenemos que callarnos?

Ingobernables: Nunca Jamás  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora