𝐍𝐎 𝐓𝐄 𝐕𝐀𝐘𝐀𝐒
Lo último que Sage había escuchado era a Peter entrando en pánico. Para ella había sido un pestañeo, no había pasado demasiado tiempo. Por lo que cuando abrió los ojos esperó encontrarse en la tierra rodeada de árboles y un clima cálido. Sin embargo, su cuerpo descansaba cómodo en un colchón relleno de plumas. El descanso le había hecho bastante bien, ya no se sentía como si la hubieran drenado.
Recordó la pierna herida y miró en esa dirección, tenía venda nueva. No pudo evitar notar que no estaba cubierta de tierra y que no llevaba puesto el saco, ni el corsé y tampoco las botas. La camisa blanca de tela fina no era la más apropiada, si alguien miraba de cerca podría ver más de lo que le gustaría.
El perfume a lavanda le hizo darse cuenta de en dónde estaba. Comenzó a inspeccionar el lugar. El techo era de madera al igual que las paredes y el piso, la decoración era agradable y los muebles estaban en buen estado. Era una habitación con un tamaño considerable. Notó otra cama al lado de la suya en la que estaban dormidos los dos muchachos, uno en cada extremo como si lo último que querían era estar cerca del otro aunque la cama no fuera tan grande.
Respiró profundo e intentó sentarse despacio. Para su sorpresa lo logró, pero la cama hizo un chirrido, despertando a uno de los chicos quien al verla se puso de pie de inmediato.
—Por fin despiertas. —Se acercó a ella frotándose los ojos, lucía exhausto como si no hubiera dormido en toda una noche—. ¿Cómo estás?
—Mejor —respondió en un susurro para no despertar a Merlín.
—Él no se va a despertar ni aunque una roca le caiga encima. —Soltó un bostezo. Sage se sentó más en la orilla de la cama para levantarse—. No te levantes, ayer te veías terrible.
Un día había pasado y ella no lo sabía.
—¿Ayer?
—Te he cargado durante media hora hasta que encontramos este lugar que está en medio de la ciudad, ¿sabías?
No podía ser cierto, debía estar exagerando. Al menos de eso intentaba convencerse la Reina.
—No tenías que.
Si había descansado tanto tiempo ya era hora de seguir con la búsqueda. Hizo ademán de querer ponerse de pie, pero Peter la tomó por los hombros obligándola a sentarse de nuevo.
—Ah, ah. No te muevas.
Sage tragó grueso. Lo tenía tan cerca. Bajó la mirada para ver su camisa un poco transparente, el temor de que él también pudiera bajar la mirada ruborizó sus mejillas. Se detestó a sí misma cuando sintió las mejillas calientes, así que decidió usar sus propios métodos en su contra.
—Hay cosas por hacer —murmuró alzando la cabeza y contemplando directamente sus ojos color jade.
En ese momento Peter sintió de nuevo un cosquilleo en donde el portal descansaba, su pecho. No quiso demostrarlo y tampoco podía concentrarse en eso, no cuando estaba tan cerca de la Reina que podía sentir su perfume tan exótico y relajante.
—No eres una reina ahora, May. —Enredó los dedos con los mechones cortos de la frente y comenzó a jugar con ellos sin despegar la vista de sus ojos—. Sé una buena niña perdida y obedece a Peter Pan.
—Quiero ver las cartas de Iris.
Él pareció pensarlo un momento, hasta que finalmente asintió. Sin embargo, fue Pan quien se puso a buscar las cartas del hada para entregarlas a la Reina. Ella no tuvo que levantarse, o más bien no la habían dejado.
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Ingobernables: Nunca Jamás ✓
FantasyTras la llegada de Los Exploradores a su Palacio con una importante noticia, Sage decide emprender un viaje por reinos mágicos en busca de objetos que le ayudarán a llegar a su Cetro perdido. Una profecía olvidada la lleva a emprender este viaje jun...