CAPÍTULO VEINTIOCHO

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𝐄𝐋 𝐇𝐀𝐃𝐀 𝐌𝐄𝐒𝐓𝐈𝐙𝐀


La calle era transitada por pocas personas, siendo cerca del mediodía podía ser normal. A menos que ese pueblo en particular tuviera otras costumbres.

—Me agrada el lugar, no hay demasiada gente —comentó complacida con la estética de esa calle en específico.

Las tiendas estaban adornadas con elementos que representaban lo que vendían, y lo más interesante era que parecían pequeñas casas en medio de la calle cuando detrás había tiendas más grandes.

Los perfumes mezclados con el olor a comida impregnaron las fosas nasales de Merlín haciéndolo sentir en casa por un instante.

Las mujeres que pasaban veían a Sage de reojo y con las cejas alzadas. Ella había entendido la razón, ninguna vestía pantalones.

Mientras las mujeres la evitaban, los comerciantes intentaban venderle algo, pues solo una extranjera no cumpliría con la moda impuesta por las damas prestigiosas. La Reina veía todo con poco interés, pero si encontraba algo de su gusto no se abstendría de llevárselo.

—¿Algo que le interese, Majestad? —le preguntó con voz baja, cuidando de que nadie escuchase.

—¿Por qué?

Humedeció sus labios antes de responder con una media sonrisa que podría describirse como tímida o insegura.

—Tengo la intención de pagar lo que quiera llevar, nosotros usamos...

—No te preocupes, no es un problema. —Posó la mano en su hombro de manera reconfortante—. Si quieres busca algo para ti, yo me quedo por aquí cerca.

—No creo que a Pan...

—Merlín, tú eres un príncipe —susurró, comenzaba preocuparle como el trato que ella le daba a Pan influía en el príncipe—. Un reino dependerá de ti algún día, tú puedes tomar tus propias decisiones. Estoy segura de que serás un buen rey.

Las mejillas de Merlín se ruborizaron y aunque él pensó que la Reina no lo había notado, en realidad sí lo había hecho y por eso había alejado su mano de él.

—Se lo agradezco, Majestad.

Después de eso se separaron. Merlín trataba de no perderla de vista y la Reina quería dejar de ser vigilada.

En uno de sus intentos por alejarse un poco más del príncipe chocó con alguien.

—Disculpa, no te he visto.

Revisó sus bolsillos para verificar que ninguna de las veinte monedas le faltaba. Le alivió saber que no le habían robado.

—No pasa nada.

De no ser por el timbre de magia que pudo sentir con la cercanía de quién la había chocado, no habría prestado tanta atención a su apariencia.

El pañuelo negro que le cubría la cabeza se había caído en sus hombros, dejándole ver a la Reina la piel levemente rosada y las orejas puntiagudas de quién ella aseguraba era un hada mestiza.

Los ojos rosas se enfocaron en Sage con tanta nobleza y bondad que solo había confirmado sus sospechas.

—De verdad lo lamento.

Se cubrió de nuevo el rostro en cuanto las personas comenzaron a mirarla con rechazo. Dejó los postes de pinturas que estaba viendo para alejarse a paso apresurado.

Sage se preguntó hacia dónde iba, así que la siguió desde una distancia considerable. No podía dejar pasar aquella oportunidad, pues no encontraría tan fácil otra chica mitad hada. Sin embargo, no había sido la única dispuesta a seguir al hada mestiza, un grupo de cuatro chicos se acercaba a ella también. Cuando la vio meterse en un callejón decidió que ya no debía mantener la distancia, tenía que actuar. Apresuró el paso, ya la habían acorralado.

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