Capituló 37

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Robin y Finney caminaban hacia la casa del último, la noche inundaba sus alrededores y la tranquilidad de esta era bella. Los dos chicos iban charlando felizmente sobre cosas insignificantes hasta que llegaron a la casa de el castaño.

— Bien... nos vemos lindo.

— Adiós Rob.

Los dos se miraban con una sonrisa en sus labios, los dos sentían la misma emoción del otro.

Robin colocó una mano en la nuca de Finney y lentamente lo acercó a él formando un beso tierno lleno de alegría que fue interrumpido por un fuerte ruido proveniente de la puerta principal, está se había abierto mostrando a un hombre con un rostro perturbado por el enojo.

Rápidamente los chicos se separaron, Finney se encogió entre sus hombros mientras que Robin mostraba un rostro de susto.

— ¿Que carajo...? ¿¡QUE MIERDA FINNEY!? — Terrence gritó con tanta fuerza que su voz se quebró. Se dirigió hacia el menor y lo agarró del cabello, jalándolo hasta dentro de la casa. Robin trato de sostener a Finney pero la fuerza con la que Terrence agarraba a Finney era demasiada.

Ya adentro Finney fue arrojado fuertemente al suelo, su cabeza rebotó con este haciendo que su vista se viera oscura unos minutos, tales en donde Terrence le gritaba a Finney.

— ¿¡ESTAS ENFERMO!? ¿¡COMO SE TE OCURRE BESAR A UN HOMBRE!?

Finney vio como su padre empezaba a quitarse el cinturón, una mueca de terror se formó en su rostro y lo primero que hizo fue arrastrarse hacia atrás, pero fue agarrado de nuevo del cabello y Terrence empezó a azotar su cinturón en el cuerpo de Finney dejando marcas inmediatas.

El castaño gritaba de dolor, lágrimas se escurrían rápidamente por sus mejillas. Los golpes eran tan fuertes que en un momento dejaron de sentirse y en vez de dolor veía como algunas de sus cicatrices se volvieron a abrir y escurrían sangre. Sus pantalones tenían marcas de sangre que salían por sus cicatrices, en sus brazos empezó a suceder lo mismo y las mangas de su suéter beige estaban manchadas de rojo.

Después de unos minutos, la anestesia que parecía que su cuerpo había mandado desapareció en el momento en que su padre se fue de la escena. El dolor volvió en un inmenso ardor por todas partes, tal cual como un balde de agua fría cayendo sobre el cuerpo de Finney.

Un jadeo de dolor salió de su boca al tratar de levantarse, sus brazos y piernas temblaban por igual así que se rindió y se dejó caer en el suelo. Cerró los ojos dejando caer varias lagrimas, tapó su boca para evitar hacer más ruido, sabía bien que esto no acabaría ahí, eso no era ni el comienzo de lo que le esperaba así que volvió a intentar pararse con todas sus fuerzas. Oyó la voz de su padre a lo lejos que se acercaba furiosamente y corrió, corrió a su habitación y se encerró.

Cayó de rodillas mientras jadeos salían de él, lágrimas descontroladas se derramaban por sus mejillas y lo odiaba, odiaba de nuevo esa sensación de sentirse tan débil y no haberse podido defender, tenerse que quedar quieto porque sabía que sus inútiles brazos no iban a poder hacer algo, sabía que por más que intentara no podía llegar a ser fuerte, la única razón por la que no se rendía y día a día soportaba los insultos y golpes de parte de su padre era por esa bella niña, por Gwen, por su Gwen, sabía que debía luchar por ella pero simplemente era imposible.

Ya no podía, deseaba con todas sus fuerzas todas las noches que al día siguiente no despertara, que su infierno de vida acabara, pero no podía, no podía dejar a su hermana en brazos de ese hombre que se hacía llamar su padre, porque el no podía permitir que le pongan una mano encima a su hermana. Ella era su todo, por ella lucharía aun si él sea tan débil, el lo intentaría con tal de que su hermana estuviera bien.

𝘔𝘺 𝘉𝘦𝘢𝘶𝘵𝘪𝘧𝘶𝘭 𝘉𝘰𝘺 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora