capítulo 29. Sexo y locura.

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Hoy, como todos los días de mi existencia me levanté con ganas de comer, Dios, si que olía rico, creo que fue ese aroma el que me despertó; ¿que más pudo ser? Bendita sea Jessica, ella tiene que vivir conmigo,a como de lugar.

Me estiré en la cama, aún no quería levantarme, pero el tocino y los huevos perforaban mi nariz y hacían que el hambre viniese a mi como hormigas al dulce.
Me levanté y cepille mis dientes y, mientras estoy deslizando el cepillo por mis dientes; la puerta del baño se abre y puedo ver a Chelsea a través del espejo, escupi y lave mi boca con agua.

-Buenos días...-dijo como no acostumbra decir. Al verla en mi cabeza sólo rondaba cosas como: Ian, enfermo, hospital, mentiras, información. Y repentinamente el hambre se fue.

-Hey...-dije y salí del baño como alma que lleva el diablo. No quería preguntas ni nada así, ella descubría las mentiras como si nada, y más si son de mi parte.

-¡¡Marshall, espera!!.-gritó ella a mis espaldas. Me frene, cerré los ojos fuertes, los abrí y me preparé mentalmente para no decir idioteces que me delataran.

-¿Sabes algo de Ian? Lo estuve llamando pero me sale apagado.-hizo un gesto con su labio de tristeza: un puchero. Negué con la cabeza.

-¿Yo que voy a saber?.-reí y salí.
Bajé las escaleras y me adentré a la cocina, noté a Jessica hablando por su móvil y al cabo de unos minutos colgó y me dedico una cara muy deprimente.

-¿Que pasa?.-dije con ek ceño fruncido.

-Alexa se fue. Y dijo que no se despidió porque no le gustan las despedidas.-su voz destilaba animosidad.-Dijo que se despidió indirectamente en la pijamada y en la cena, que prefería llevarse esa imagen de sonrientes que una imagen de llorones.-sonreí forzada.

-Bien.-susurre en un hilo de voz.-Tengo que ir al hospital...-decidí contarle a Jess. Ella me miró extrañada.

-Pensé que lo tomarías mejor.-dijo ella refiriéndose a la partida de Ale.

-No por mi, por Ian.-rodé los ojos.-Pero luego te cuento.-sonreí y salí de la cocina sin probar bocado. Me duché y me vestí para ir a ver a Ian, el había despertado la otra noche, pero el doctor nos dijo que era mejor que lo dejáramos descansar.

Traté de irme de casa sin que nadie se diera cuenta, claro que si se darían pero yo estaba evitando a toda costa las preguntas.
En poco tiempo estuve en el hospital donde Ian se encontraba.
Pasé a sus habitación con autorización de una enfermera anciana y ahí lo vi, con su madre a un lado y con su padre al otro.

-Hola...-dije con una sonrisa calurosa.

-Hola...-respondió Ian y sus padres sólo me veían con ternura, agh, ¿por que? Me siento una bebé cuando me dedican esas miradas.

-¿Como sigues, perdedor?.-el rió un poco, los golpes en su rostro estaban verdosos y eso me producían náuseas pero me contuve y besé su mejilla.

-Mejor. Supongo.-sonrió. -¿Mamá, papá nos dejan un momento?.-les dijo Ian a los señores risueños.
Ellos asistieron y salieron.

-¿No están muy alegres como para estar en un hospital visitando a su hijo?.-pregunté mientras agarraba una manzana que estaba en una bandeja a su lado en una mesa pequeña. La mordí y el me miró un poco incrédulo.

-¿Acabas de comer de mi desayuno?.-dijo ignorando mi pregunta anterior.

-Yo tampoco he desayunado. Y una manzana no es un desayuno completo, seguro ya te comiste el resto.-señalé la bandeja.
El asintió.

-¿Que les dijiste a tus papás?.-le pregunté y no pude evitar soltar una carcajada al fijarme con más cuidado en su atuendo: una bata que lo hacía lucir pálido y bizarro. Y aunque ya lo había visto así e inconsciente, no me hacía la misma gracia.

Mi estrella fugaz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora