capítulo 16. Asquerosa comida de hospital.

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Estaba caminando entre tinieblas, no tenía miedo ni terror, solo una sensación de que una profunda soledad se había instalado en mi estómago.
Mi instinto me gritaba que corriera y saliera de allí, todo estaba a oscuras, y aunque mi mente estaba alarmada mi cuerpo estaba sereno, seguí con mi lento paso sin destino específico, divisé lejos dos siluetas grandes y robustas, estaba segura que eran dos hombres, y en lugar de evadirlos caminé hacia ellos pero entre más pasos daba, más lejos estaban, opté por retroceder y en efecto se acercaban a mi, no podía ver sus rostros, y aunque quisiera gritar o si quiera hablar mis labios no se despegaban uno del otro.
Una de las sombras que estaban en frente de mi tendió su mano con una rosa, tenía un rojo vivaz en sus pétalos, era tan agraciada, divina. Seguramente era la rosa más hermosa que podía haber visto alguna vez, es como si alguien fuera delineado cada parte de ella con amor y la fuera pintado para que cuando la regalará a su amada descubriera un enigma que revelaba cuanto la podía llegar a amar. Sin titubear mucho la tomé entre mis manos y su aroma era fresco y placentero. Súbitamente le nacen unas filosas espinas de su tallo y estas perforan sin piedad mis dedos y la palma de mis manos, empiezo a sangrar como si fueran sido más que simples espinas las que atravesaron mi piel. Ardía como si tuviera fuego en mis manos. Pero no salio ninguna lágrima, solo tenia una enorme decepción alojada en mi pecho. Parecía que yo no controlaba mis sentimientos en este lugar. Ya quería salir, empezaba a sentir una presión en mi cabeza pero antes de correr lejos de las siluetas anónimas, la que esta al lado de la que hace un rato me había dado un arma mortal disfrazada de rosa, me extiende un trozo de papel rasgado de algún cuaderno en algún lugar, esta vez no sabia si tomarlo, no sabia que haría tal cosa. Sin embargo ¿que podría hacerme un pedazo de papel?
Así que lo agarre lento. Estaba doblado, lo abrí.

Puede ser dulce y frágil como una rosa, pero no te arriesgues hasta que sientas su amor sólido, o cuando sus espinas salgan te desangraras poco a poco.

Decía en el papel con una letra que daba la impresión de que fue escrita a pluma y tinta.
Lo solté para correr hasta que mis pulmones no funcionaran normal, pero antes de que pudiera dar un paso más ya los tenía a los dos asfixiandome justo en el cuello con sus manos. Me faltaba el aire. Me sentía ahogada.

Me desperté y de un tirón me senté en la pequeña camilla con la respiración irregular y agitada como si fuese corrido un maratón, cuando recupere el aire me concentre en averiguar donde estaba.
Noté que de mi brazo salían diminutas mangueritas que se conectaban con una bolsa que poseía un líquido que desconocía. Vi el reloj de pared. 11:55 pm. Vi una bata en mi, blanca con unos detalles que no tenían ni forma, vi a Chelsea durmiendo en un sillón amueblado, vi las amargas paredes de ese azul tan claro. El hospital.

-¡Chelsea!.-la llame sin gritar, sentía un agudo dolor de cabeza, que parecía que la fueran abierto y fueran depositado plomo en esta. Cada vez que movía mi cuello entraba un frío a mi cabeza y me dolía como los mil demonios.-¡Chelsea, joder!.-alcé un poco el tono.
Ella entre abrió los ojos, pero cuando me vio haciendo un gesto con la mano para que se acercará los abrió completo y sonrió amplia.

-Nos asustaste mucho, idiota.-me abrazo como pudo.-Llamaré a mamá.-desapareció de la habitación que olía a solo antiséptico...sin siquiera dejarme hablar.
Sólo me quede pensando en aquella extraña revelación en mi sueño. ¿Que quería decir todo aquello? ¿Una rosa? ¿Acaso es una metáfora? ¿Quienes eran esos dos tipos? ¿Por qué me dieron ese mensaje? Jamás había soñado algo similar. El dolor de cabeza se intensificó y me recosté en la suave almohada.
La puerta se abrió y allí estaban Jessica y Alexa. Tenían en sus manos cuatro yogurt de cereal, manzanas y jugos embotellados, caminaron sonrientes como si yo tuviera monos en la frente y se abalanzaron a mi.

-Dios, las pocas horas que pasaste desmayada fueron eternas.-Alexa acarició mi cabello.
Toqué con mi mano la benda que envolvía mi cabeza. Estaba bien ajustada. O quizá es el dolor propio.

Mi estrella fugaz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora