capítulo 31. Dove, como el jabón.

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Y, aquí estoy en mi cama mirando al techo, todo iba bien hasta ahora, no había pasado nada fuera de lo común, ya hace algunos meses hoy, que conozco a Thomas y si que se ha metido debajo de mi piel. Ian y Chels estan tan feliz como lo demuestran y eso me alegra, en cuando a Mason y Jess, pequeños loquillos, son todos una melaza. Recibo constantes llamadas de Alexa, ella cada vez se pone más fogosa con Mario, según lo que me dice. Y, Ronald no deja de fastidiarme llevándome a peluquerías, manicuristas, spas, centro comerciales... en cierto modo el hace mi vida social, porque si por mi fuera no saliera de mi habitación.
Empieza a sonar Someone Like You de Adele, esa canción me encantaba, me encantaba la nostalgia que atraía a mi, Jimmy llegó a mi mente, oh. Una ligera presión hizo acto de presencia en mi pecho, pero no era de dolor, no era de amor roto, era más bien decepción, uo creí que llegaríamos lejos. Y terminó tan estúpidamente que, bueno, no quería darle más vueltas al asunto, ahora que estaba con Thomas, solo lo veía a el en mi vida.

Las canciones pasaban y con ellas la claridad del día. Mi teléfono ha estado sonando como loco desde hace unos horas, pero por una razón que hasta yo desconozco no he querido tomarlo y contestar las posibles llamadas y textos. Me levanté con una mundana flojera y me dirigí al baño, tomé una larga ducha y salí para vestirme. Iría por una malteada de chocolate, aquella vez no la disfrute.

Llegué a la fuente de soda y me senté en la misma mesa, esta vez un chico tomó mi orden, efectivamente fue una malteada  achocolatada.

-Aquí tienes.-dijo, y dejo el vaso en la mesa. Yo solo veía el líquido, y como noté que su mano no se despegaba del vaso alcé mi mirada hacia el. Tenia una sonrisa hermosa.

-¿Algo más?.-me ofreció.

Que dejes de sonreír, tu sonrisa hace que yo no quiera sonreír, mi sonrisa es fea y me estas bajando el autoestima. No es ningún tipo de coqueteo, simplemente no entiendo como puedes tener esa maldita sonrisa y yo una horrible. Injusticia.

Alejé a la voz interior que le respondió y sonreí falsa.

-No.-negué con la cabeza.

-Bien. Yo si quiero algo...-se sentó en la silla cercana a mi.

-¡Vamos, amigo! Siempre que vengo.-Solo dos veces.-Cretinos no me dejan disfrutar de mi malteada.-tomé de la misma. No sabía si era un cretino o no, pero quería espantarlo.
El soltó una risa contagiosa, tanto que mordí mi labio para no reír.

-Dave.-extendió su mano.-Dave McDylan.-la tomé en un bufido.

-Lo único que me gusta de todo esto.-nos señale.-Es tu apellido. Siempre me gustan los que empiezan con Mc, seguro porque me recuerdan a McDonals.-dije aburrida.
El chico soltó otra enorme carcajada.

-¿Como te llamas?.-no dejaba de presumir sus malditos dientes perfectamente blancos y como sus labios hacían la forma exacta para una sonrisa hermosa. No es que me guste, es que ¿como lo hace? Quiero.una así.

-Marshall Sherwood.-tomé otro sorbo de mi deliciosa malteada. Era un deleite.

-¿Quedamos un día?.-preguntó en un susurro.

-Tengo novio.-le avise de antemano.-Pero en una salida de amigos, quizá.-sabía que si saldría con todos los chicos y el, no parecería una cita y todo estaría normal.

-¡Dave, trabaja!.-le gritó la chica morena de la otra vez. El la miró e hizo una seña con su mano para que no gritará.

-Fue un gusto Marshall.-marcó algo en la libretita donde tomaban las ordenes.

-Si, si...-sonreí para no verme tan grosera. Arrancó la pequeña hoja y me la dio.

-Este sitio es de mi padre, a las nenas lindas se les da descuentos...-vi el papel que me dio: un número telefónico.

Mi estrella fugaz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora