36. EN EL LIMBO

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Llevaban un día dando vueltas a la sala de espera con la esperanza de tener mejorías, New y Mike se mostraron tolerantes hasta cierto punto con su presencia, pues pasaron de no querer verlo cerca en absoluto, a compartir la mínima información que recibían de Krist.

El padre de Krist solo se había presentado el día anterior, y aunque intentó trasladarlo a "un hospital de confianza", no fue posible por el estado crítico de Krist.

Todos lo sabían, en cuanto Oab Perwat lograra sacar de aquel hospital a Krist, presionaria un aborto. Por lo que Mike aun pudiendo enfrentar una sería demanda a su hospital estaba retrasando lo más posible aquel traslado.

Singto no se había retirado del hospital ni por un segundo, a pesar de que ninguno tuvo la posibilidad de ver a Krist, su estado cada que preguntaban era anunciado como grave, en un estado inducido de coma, le era imposible hablar con cualquiera de ellos. Singto se lo imaginaba dormido, inconsciente del huracán que los rodeaba.

Hace algunas horas recibió una llamada de sus padres, contra todo buen juicio, había revelado la información que conocía. Después de todo era imposible negar los hechos, encontró a su otra mitad, y simplemente se encargó de arruinar las cosas.

Los minutos seguían transcurriendo sin descanso, cada uno más largo que el anterior, y aunque los doctores afirmaban que Krist se aferraba a la vida, la situación seguía siendo crítica.


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Transcurrieron tres días antes de que Krist al fin mostrará mejoría.

Y al quinto día, después de una difícil semana, abrió los ojos. Un poco aturdido por la situación, pero lo logró.

– Buenos días señor Perawat– fue lo primero que escucho, poco a poco los sonidos parecían ser más claros y la vista parecía menos nítida que en su primer intento de abrir los ojos. – ¿Cómo se siente?

– Yo... – no pudo terminar la frase, pues su garganta estaba tan seca que le dolía él si quiera intentar hablar. Al percatarse el médico indicó que le acercaran solo un sorbo de agua.

– Yo, me duele ... – inconscientemente llevó ambas manos a su vientre, buscando a su bebé, los recuerdos se arremolinaron en su mente, la pelea, el sangrado, el dolor, su bebé... – ¿Mi bebé?, ¿Mi bebé se encuentra bien?

– Bueno, parece recordar lo que pasó, y por ahora hemos logrado estabilizar a su bebé, sin embargo, su condición es delicada, la de usted y la de su hijo. A pesar de que hemos tratado de investigar qué es lo que realmente pasa, parece que hay algo extraño con su bebé – El médico pareció nervioso mientras miraba a la puerta de la habitación – Si le soy sincero, creo que deberíamos...

No pudo terminar, al parecer alguien le avisó a su padre que él había despertado, pues estaba en la puerta, Oab Perawat, con aquel rostro que ocultaba sus emociones, por detrás de él, su madre Alisa. Sabía perfectamente por el rostro de su madre que las cosas no estarían bien a partir de ahora.

– Necesito hablar con mi hijo – soltó de una manera firme Oab, dejando en claro que no era una petición, si no, una orden.

– Señor Perawat, su hijo acaba de despertar, y aún hacen falta algunos estudios para comprobar su estado y el del bebé – intentó el médico.

– No importa, mi hijo y yo hablaremos y resolveremos ese problema que lo aqueja – reitero Oab.

Sin nada más que hacer, el médico y la enfermera que lo acompañaban salieron de la habitación.

– Es una suerte que hoy vinieramos a hacer los últimos arreglos para tu traslado, sin embargo, ahora que estás despierto, necesito que firmes los papeles – y sin más, le extendió una pila con papeles, que apenas y pudo sostener con su débil mano.

– ¿Por qué estás tan calmado? – fue lo único que atino a susurrar el menor mientras examinaba los papeles que le había extendido su padre.

– Es mejor que no hablemos de eso ahora, cuando solucionemos tu problema, lo haremos – dijo el mayor mientras señalaba el vientre algo abultado de Krist.

– ¿Mi problema? – preguntó Krist, a pesar de que muy en el fondo ya sabía la respuesta.

– Claro, cuando te traslade a mi hospital de confianza, te podrán sacar esa cosa que tienes en el vientre y haremos como si nada hubiera pasado – soltó como si fuera un asunto trivial.

– No – dijo Krist tratando de sonar firme, pero que fue escuchado más como una súplica.

– No importa lo que quieras, ahora firma Krist, no queremos un hijo de quién sabe quién en la familia. – Ordenó Oab a su hijo, mientras tomaba un bolígrafo y se lo extendía, como una clara orden.

– No, no voy a firmar – volvió a repetir Krist, cada vez más desesperado.

– Te he dicho que es una orden – regaño el mayor nuevamente – Vas a firmar los papeles, iremos al Hospital Oeste, te sacaran esa cosa, diremos que solo fue una apendicitis y se acabó. La planeación de tu boda comenzará en cuanto salgamos del hospital, no voy a perder más mi tiempo por tus tonterias.

– No, no puedo – suplico al borde del llanto – ¿De verdad no sientes nada por nosotros?, soy tu hijo, el que crece aquí no es una cosa, es tu nieto.

– Me importa una mierda Krist, estoy harto de que arruines todo, bien, si no quieres deshacerte de ese engendro, olvídate que tienes familia, me encargare de hacerte la vida imposible, y por supuesto, olvidate que pagaremos la cuenta del hospital. Después de todo, tu no tienes nada, y no creo que ese noviecito tuyo quiera pagar con la cuenta, después de todo lo engañaste y vaya a saber de quién es ese engendro.

Krist estaba algo sorprendido, es verdad que el padre de su bebé no era Mike, pero eso era algo que solo sabían Mike, New y él.

– ¿Qué?, ¿Estás sorprendido? – soltó una risa que helo la sangre de Krist – No creas que no sé la clase de puta que tengo por hijo. Desde el momento en que naciste arruinaste todo, no pudiste nacer como un hombre normal, o mínimo como una mujer. Te quedaste en el limbo como un fenómeno, siempre arruinando todo. Así que haz algo bien en tu vida y firma los malditos papeles.

Sus ojos nublados por el llanto apenas y podían distinguir los papeles, a los cuales se aferró fuertemente con una mano, mientras en la otra sostenía el bolígrafo que minutos antes le había ofrecido su padre. Un bolígrafo que le ofrecía otra oportunidad, otra alternativa y que a cada segundo no podía parar de considerar. 

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